Durante la pandemia Juan Camilo González hizo de su pequeña cabaña en Sopó su base de operaciones. Allí pudo, entre otras cosas, organizar la la autobiografía de Humberto de la Calle, que salió al público con el título Memorias dispersas. Igual había hecho con las memorias del periodista Enrique Santos Calderón que publicó bajo el título: El país que me tocó. Ambos libros fueron publicados bajo el sello editorial Penguim Random House.
Egresado de Ciencias Políticas y de Literatura en la Universidad de Los Andes, tiene 34 años y es un hábil escritor. Trabaja en llave con la editorial que con frecuencia visualiza los libros y propone a los autores el proyecto que González consigue llevar a feliz término.
El método es el ya conocido entre los personajes con vidas ricas en experiencias y reflexiones que bien vale la pena convertir en libro: partir de largas entrevistas con los futuros autores. Al final el ejercicio se convierte en una redacción a cuatro manos en que los protagonistas le ponen su toque personal. Igual ocurrió con el libro del antropólogo de los Andes, Carl Langebaek, Los chibchas, sobre la historia milenaria del pueblo chibcha.
La escritora Isa López Giraldo estuvo detrás de las memorias de Guillermo Perry, Decidí contarlo, las Memorias conversadas de Roberto Junguito que forman parte de su colección Historias de vida.
Otras memorias políticas como las de los expresidentes Andrés Pastrana, Memorias Olvidadas y Juan Manuel Santos, La batalla por la paz, también contaron con buenas plumas que facilitaron el trabajo de transformar los recuerdos y las decisiones de gobernante en textos amenos de leer.
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