No es de extrañar que la ultraderecha colombiana, además de los señores de la muerte y de la guerra, se haya valido de todas las artimañas rufianescas para sabotear el proceso de paz. Desde que se entablaron las conversaciones entre el gobierno Manuel Santos y la insurgencia de las Farc le llovieron rayos y centellas a dicho proceso por parte de los buitres apocalípticos que se nutren del conflicto en Colombia.
El hallazgo divulgado por el diario El Espectador, donde se escuchan unos audios con probables imitaciones de voces de algunos voceros de la negociación (como Jesús Santrich, Iván Márquez y Óscar Naranjo), muestra la trampa que se habría tendido para desprestigiar el tratado internacional de paz.
Sin embargo, lo más grotesco de todo este presunto andamiaje criminal es que el ente de acusaciones e investigaciones, con posible complicidad de la DEA, habría urdido un plan macabro para sepultar el acuerdo de paz, haciendo entrega controlada de cinco kilos de cocaína con la participación de agentes encubiertos a los negociadores de las Farc. ¿Para qué? Para generar toda una matriz de opinión tendiente a vincularlos con el negocio del narcotráfico después de la firma de los acuerdos y justificar la extradición de Santrich e Iván Márquez a los Estados Unidos.
“La ira del señor Néstor Humberto Martínez proviene de dos hechos: el primero es que quedó en evidencia cómo se urdió el montaje para acabar con el proceso de paz, y el segundo, que no se pudo, con ese y otros montajes, acabar con ese proceso. Fracasó como enemigo de la paz”, señaló Iván Cepeda, miembro de la Comisión de Paz del Senado de la República.
Así pues, lo que se ve reflejado a la luz pública es que no era contra los exnegociadores de las Farc, sino contra el acuerdo de paz. Los señores de la guerra recurren peligrosamente a sabotajes, incitaciones al seno de las instituciones del Estado e intentos de deslegitimación y desprestigio del avance del acuerdo de paz, incumpliendo su implementación, quitándoles recursos y atacando la justicia transicional al señalar de criminal a la JEP y a la Comisión de la Verdad. Esto para que el país y la comunidad internacional no se enteren de los crímenes cometidos por quienes representan al corrupto poder colombiano.
La mentira, el engaño, la trampa, las amenazas, los asesinatos, las interceptaciones ilegales, las intimidaciones, el abuso del poder y más hacen que estemos de frente a la hidra del panóptico y oscuro personaje. Indiscutiblemente, de ser cierto esto, nos encontramos frente al caso más hampón que se conozca en la historia del país, orquestado por una guarida de personajes que actúan en nombre de la democracia, a los cuales les tenemos que decir respetadísimos doctores.
Los falsos positivos, las interceptaciones, los asesinatos de líderes de oposición, las masacres, las desapariciones y los falsos montajes judiciales contra los defensores de la paz son y seguirán siendo la constante de los esbirros vestidos de frac; estos que a su vez se pavonean en los salones del sanedrín de la purísima estirpe logia ultraconservadora... los mismos que han teñido de sangre la institucionalidad colombiana en los último setenta años.
Aquí viene a colación una pregunta de Franz Kafka: “¿Cómo se puede evitar, dado lo absurdo de todo el procedimiento, la corrupción general del cuerpo de funcionarios?”. En este caso, ¿cómo fue que un ente gubernamental avaló este absurdo caso para destruir el acuerdo de paz?
Volvemos a citar a Kafka: “Por favor, no pregunte nombres, pero rectifique su error, no sea tan inflexible. No hay defensa posible contra esta judicatura, hay que confesar. Haga la confesión en la próxima oportunidad que se le presente”.
En este caso rufianesco y gansteril, les debemos preguntar e los exnegociadores de las Farc (Jesús Santrich e Iván Márquez) si volverían a comparecer en otra oportunidad que se les presente. Ummm. No creemos.