Todas las alarmas han sonado. ¿Estamos a punto de entrar en una grave recesión mundial como pronostican algunos? El dólar se sigue revalorizando, las bolsas europeas, latinoamericanas y asiáticas se hunden, casi todas las monedas se deprecian, la economía china se estanca, Japón no consigue salir de su recesión económica que dura ya más de una veintena de años, la zona euro no abandona su consabida zozobra y América Latina, tras haber vivido en una suerte de ensueño provocado por el alza de los comodities, se asoma al precipicio de una crisis que puede no haber tenido precedentes en su historia.
A esta tarta ya de por sí compleja se le viene unir el comienzo de una larvada y se puede decir que esperada crisis económica en Brasil, país que vive sumido también en unas turbulencias políticas originadas por una cascada de escándalos de corrupción y la más que dudosa gestión de su presidenta, Dilma Rousseff. Y por si fueran pocos los elementos de incertidumbre en la escena internacional, la convocatoria de elecciones en Grecia, tras la renuncia del controvertido Alexander Tsipras, viene a aportar un nuevo episodio al sainete griego. Los fantasmas del abandono del euro y del regreso al dracma por parte de Atenas, una reclamación de los sectores más populistas y reaccionarios de la sociedad helena, vuelven a poner en entredicho los esfuerzos realizados por la Unión Europea (UE) para rescatar a la oveja negra del sur de los Balcanes.
Está muy claro, si uno analiza la deuda que tiene que pagar Grecia de aquí al 2020 a diversas instituciones financieras internacionales, que sea el ejecutivo del color que sea en este país va a resultar un objetivo casi imposible de coronar pagar las inmensas deudas contraídas en los últimos años. Sin un quite del monto total de la deuda, tal como sugieren algunos economistas e instituciones financieras, será casi imposible que Grecia salga del oscuro pozo en que se encuentra. Además, tampoco las organizaciones internacionales, y mucho menos la UE, tienen la legitimidad moral para pedirle más sacrificios y penurias a los maltratados ciudadanos griegos.
Pero hay más profecías nada halagüeñas a la vista, como por ejemplo que el barril de petróleo llegue a situarse a un precio que algunos pronostican puede oscilar entre los 18 y los 23 dólares, un escenario que sería catastrófico para algunos países, como Bolivia, Colombia, Ecuador, Irán, Rusia y Venezuela. Ya la bajada de los precios del barril de petróleo en sus distintos formatos ha tenido graves consecuencias para muchas economías, ya que no olvidemos que en estos años este precio llegó a pasar de los más de cien dólares y se ha acabado situando recientemente en apenas 41. Se trata de un cambio brutal que hace reajustar a todas las economías del mundo y que tendrá una incidencia especialmente grave en aquellos países que han vivido hasta ahora de las comodities -por ejemplo, Venezuela basa el 98% de las exportaciones en el petróleo-. Definitivamente, la fiesta de las materias primas se acabó en América Latina y en otras partes del mundo.
Todos estos hechos, ya de por sí preocupantes por sí solos para cualquier analista, vienen a unirse a un escenario internacional realmente inestable y con tendencia a empeorar. La situación en Oriente Medio, inmerso en una crisis sin precedentes, atraviesa uno de sus peores momentos. A las guerras civiles en Irak, Siria y Afganistán, hay que añadir ahora la emergencia del Estado Islámico, que ya controla casi la mitad de Siria y otro tanto del mismo Irak, y el bloqueo en las negociaciones entre Israel y el campo palestino, que al día de hoy sigue dividido entre Hamas y Al Fatah sin que se vislumbren luces para un próximo acuerdo entre ambas partes.
Tampoco las noticias que llegan desde Asia son mejores. Las dos Coreas viven sus relaciones con unas tensiones en alza tras el ataque del régimen comunista norcoreano a un grupo de soldados de Corea del Sur. El asunto es grave si tenemos en cuenta que el gobierno de Pionyang posee armamento nuclear y ha elevado en las últimas semanas su retórica belicista y militarista. Su máximo líder, el descendiente de la saga gobernante de este país en las casi ya siete décadas desde que los comunistas tomaron el poder, Kim Jong-un, se ha caracterizado en los últimos años por una brutalidad sin límites y un crueldad espantosa. Sus amenazas deben tomarse muy en serio y la comunidad internacional debe estar muy atenta a esta crisis que apenas acaba de comenzar.
En este escenario internacional tan convulso, tan volátil en definitiva, hay que reseñar finalmente las crisis entre China y Japón, envueltas en unas disputas territoriales no resueltas desde hace años, y el grave contencioso entre Rusia, por un lado, y la OTAN y los Estados Unidos, en la otra parte, por los territorios del Este de Ucrania, que Moscú pretende anexionarse manu militari de la misma forma que hizo en Crimea. ¿Si Occidente provocó ilegalmente la independencia de Kosovo por qué Rusia no puede hacer lo mismo en Ucrania?
Esta época recuerda un poco a los años treinta padecidos por Europa, en que las dos grandes ideologías del siglo XX -el comunismo y el fascismo- se disputaban la hegemonía en el continente y también en el mundo. De esas luchas, que provocaron el ascenso de los totalitarismos de los dos colores y la Segunda Mundial, surgió un mundo nuevo caracterizado por la posterior rivalidad política e ideológica entre el comunismo y la democracia occidental, pero también por una larga guerra fría no exenta de sobresaltos y riesgos de que se propiciara una hecatombe nuclear al menor error por parte de uno de los bandos. Pero antes las cosas eran más sencillas: el botón de las armas nucleares estaba en manos de dos potencias y la posibilidad de la autodestrucción total para toda la humanidad generó, paradójicamente, un efecto disuasorio que evitó la confrontación total. Quizá, ahora, padeciendo una crisis de incalculables consecuencias, estamos a las puertas de una nueva época más compleja, multipolar, plagada de retos e incertidumbres y donde poderosas y oscuras fuerzas -como el EI- amenazan a la corta estabilidad, que quizá fue un espejismo, vivida tras la caída del Muro de Berlín y la desaparición del bloque comunista. O, quién sabe, si solamente estamos a merced de una serie de fenómenos económicos que parecen ajenos al control de las instituciones financieras y que nos llevarán al gran crack. ¿Será así? Continuará.
@ricardoangoso
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