En tiempo realmente récord los del gobierno y las Farc lograron supuestamente rehacer un acuerdo de paz recogiendo (eso dicen) las propuestas del No y gracias a la explicación pedagógica y clara de Humberto De la Calle supimos más o menos la cosa cómo ha cambiado.
Otra vez trescientas páginas de lectura muy poco digerible.
Los del No, antes de leerse el mamotreto, quieren dejar claro que este segundo acuerdo no puede ser el definitivo.
Y trayendo a Groucho Marx, repiten sin cesar frases como “estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros”, “no puedo decir que no estoy en desacuerdo contigo”, y ante el periodista insidioso le repite claramente que “todavía no sé qué me vas a preguntar, pero me opongo.”, para concluir, como grandes expeditos en temas legales o conocidos críticos literarios, que “estuve tan ocupado escribiendo la crítica que nunca pude sentarme a leer el libro”.
Es un diálogo de sordos.
Para colmo, en caso de que este segundo acuerdo sea el definitivo, nadie ha dicho con mediana claridad de qué forma legal va a ver la luz. Parece que la aventura del plebiscito no se repite y hablan de unos entes amorfos que se llaman cabildos que le darían legalidad o que pase al Congreso para su aprobación sin saberse si serán pocos debates al tratarse de una ley, o varios más si alguien piensa que se reforma la Constitución.
El asunto es serio y pocos le dan la seriedad que merece.
Y hablando de…
Y hablando de seriedades, llama la atención la posición reciente de Bob Dylan, galardonado con el Nobel de Literatura, quien manifiesta que no acudirá a Estocolmo a recibir su estatuilla y el correspondiente cheque.
