En Colombia somos expertos en identificar a políticos corruptos y al mismo tiempo seguimos votando por ellos para que desde su posición de poder nos sigan mintiendo de forma cínica y desvergonzada. De ahí surgió una frase que hoy se repite después de cada contienda electoral en la que sentimos perder la esperanza y solo nos queda: “la tusa electoral”.
Esto es lo que está sucediendo con el recién electo gobierno de Iván Duque, quien en menos de un mes ha logrado confirmar lo que muchos advirtieron en campaña en cuanto a las trampas, revanchismos y avalancha de impuestos que vendrían en contra de las clases menos favorecidas y la apenas emergente clase media colombiana. Sin embargo, todo viene siendo presentado como noticias sueltas, declaraciones espontáneas y en últimas como proyectos de ley con tintes de populismo cual acto circense, como el presentado esta semana por el expresidente y hoy senador Álvaro Uribe. Lo cierto es que todo se trata de engaños y mentiras para mantener ese poder y que el presidente Duque pueda seguir aplicando su estrategia del policía malo y el policía bueno que le viene dando resultados desde su campaña.
Vamos por partes.
Cuando apenas empezaban a serenarse las aguas después de la acalorada contienda electoral Iván Duque nombró como líder de su equipo de empalme a Alberto Carrasquilla, quien es hoy ministro de Hacienda, igual a lo ocurrido en el primer gobierno de Álvaro Uribe en el que también tuviera a su cargo esa cartera. Justo por eso se le recuerda en sus destempladas declaraciones al expresar que “el salario mínimo en Colombia es ridículamente alto” y por esta razón debería reducirse. Es que esa frase describe claramente la forma de pensar de un servidor público que está generando mucho ruido y asombro en los ciudadanos que votaron por el que dijo Uribe creyendo en la promesa de aumentar salarios y reducir impuestos. Nada más alejado de la realidad por lo que estamos viendo diariamente con los anuncios del ministro de hacienda que habla hoy de un “Sisbén para los ricos”, “reducir los impuestos a las empresas”, “poner a pagar renta a personas naturales que ganen más de 1.9 millones de pesos” o la idea de “gravar con el IVA todos los productos de la canasta familiar”. Aquí vemos reflejado claramente el papel del policía malo.
En medio de esta turbulencia provocada por el ministro de hacienda se lanza al rescate de los colombianos el senador Álvaro Uribe interpretando su papel del policía bueno con su propuesta de “aumento extraordinario del salario mínimo” con un proyecto de ley que se sacó del sombrero.
El engaño
Como si se tratara de uno de los tantos micos colgados en las reformas y proyectos que se presentan en el Congreso, al leer el artículo 2 de la propuesta del expresidente Uribe se puede leer lo siguiente: “El depósito del porcentaje incrementado en la cuenta individual que para el efecto disponga el fondo de cesantías y el término mínimo de permanencia en este”. ¿Qué significa esto? Traducido al castellano quiere decir que el mencionado “aumento extraordinario” no llegaría a las manos del trabajador, sino que sería consignado a los fondos de cesantías.
En su pomposa rueda de prensa el senador Uribe explicaba que el proyecto no afectaría la inflación ni provocaría inestabilidad en los flujos de dineros que se mueven en el país. En lo que no hizo énfasis es que ese aumento pasaría simplemente a engrosar las arcas de los grupos económicos más poderosos del país propietarios del 80% de los fondos de cesantías, es decir, más plata para los negocios de Luis Carlos Sarmiento Angulo y el sindicato Antioqueño, quienes recibirán ese dinero de los trabajadores para sus inversiones privadas. Es por esta razón que el presidente de la ANDI (Asociación Nacional de Industriales) en declaraciones sobre el tema se mostró complacido con esta medida pues realmente no afecta a los empresarios y sí sería motivo de una nueva deducción de impuestos. Con esta medida la única forma en que un asalariado puede acceder a dicho incremento sería solo con la desvinculación de la empresa, para fines educativos o remodelación de la vivienda. Entonces al policía bueno se le termina cayendo la máscara y deja ver al ser oscuro que siempre juega a dos bandas y en su propio beneficio.
Resulta desvergonzada la propuesta de Uribe para seguir hipnotizando incautos y concentrar la atención en una ilusión que no beneficia sino a los más poderosos, mientras esa atención se aleja de lo que se avecina en cuanto al expresidente y que tiene que ver con su llamado a indagatoria en las próximas semanas por parte de la Corte Suprema en el sonado caso de la manipulación de testigos. Al parecer Uribe solo está lanzando una cortina de humo que desvíe la atención de la ciudadanía sobre este delicado proceso en su contra. ¡Genio!
Entonces, y regresando a las propuestas contempladas por el ministro Carrasquilla, es innegable su sesgo burocrático, pero debe tener en cuenta que actualmente Colombia es un país con alarmantes índices de desnutrición y desnutrición crónica infantil, donde al menos el 13% de los niños la padecen y como era de esperarse los departamentos más golpeados son la Guajira con un 32,6%, Chocó con 34,8% y Vichada con 82,2%. Asimismo, según la FAO en Colombia el 42.7% de la población vive en condiciones de inseguridad alimentaria, lo cual es la consecuencia del escaso acceso a los productos básicos de la canasta familiar, donde se convierte en un lujo comprar lácteos, proteínas como la carne o huevos, cereales y otros alimentos que pasan a convertirse en todo un lujo. Ahora, gravar todos los productos de la canasta familiar con el IVA traerá una consecuencia inevitable: Aumento de la desnutrición infantil y mayor mortalidad por esta causa. ¡Sería insensato!
Hoy esa clase media que votó por Duque para proteger su economía ve como las advertencias de convertirnos en Venezuela se hacen realidad paradójicamente por cuenta de ellos mismos. ¡Se dejaron envolver del culebrero mayor!
A horas de una nueva cita electoral, esta vez para votar la consulta anticorrupción el país tendrá una nueva oportunidad para elegir entre dos opciones: levantar la voz y salir a votar en contra de los corruptos o seguir llorando sobre la leche derramada perpetuando esa tusa electoral.