Lo primero que sintió el médico pediatra al llegar a su casa en el conjunto Abedules de Santa Fé el pasado 21 de abril, y encontrar este panfleto fue tristeza, desilusión
Él dice que no se asustó que, sintió fue tristeza y cansancio. Venía de pasar un turno de doce horas en la clínica, estaba cansado, deshilachado, él está al frente de la pandemia y, además del virus, tenía que enfrentarse al escarnio público, a las miradas inquisidoras, a las amenazas.
Después del primer shock el médico empezó a tener miedo. Tiene tres hijos, ninguno rebasa los 7 años y una esposa. Llamó a la policía y ellos le aconsejaron hacer pública la denuncia.
Hay varios problemas dentro del conjunto residencial, uno de ellos es que no hay cámaras de seguridad, hace rato no sirven. Están seguros dentro de su familia que el enemigo convive con ellos. Para el médico fue una sorpresa la amenaza. Siempre salía con bata, nadie le cuestionaba que fuera médico, al contrario, vivían orgullosos de él. Pero todo cambió con el coronavirus, ahora, aunque la policía los está cuidando, la familia tiene miedo. Mucho miedo. De héreos pasaron a ser villanos