El encierro del expresidente de Perú Alejandro Toledo, en la cárcel Barbadillo en Lima

El encierro del expresidente de Perú Alejandro Toledo, en la cárcel Barbadillo en Lima

Procesado por las millonarias coimas de Odebrecht regresó a su país vencido y enfermo a compartir prisión con Alberto Fujimori y el recién detenido Pedro Castillo

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abril 30, 2023
El encierro del expresidente de Perú Alejandro Toledo, en la cárcel Barbadillo en Lima

Barbadillo, la “cárcel de los expresidentes” peruanos, tiene desde el 23 de abril tres detenidos. Alejandro Toledo llegó a cumplir prisión preventiva de 18 meses. Horas antes, en silla de ruedas, con una chaqueta verde y otra que no dejaba ver sus manos esposadas, cabizbajo, tomando el avión de Los Ángeles a Lima no era la imagen victoriosa del primer presidente amerindio de Perú, capaz de desafiar a Alberto Fujimori. Este domingo, cuando los limeños apenas despertaban, a las 7:30 estaba en el aeropuerto Jorge Chávez, donde unos pocos seguidores de su extinto Perú Posible lo esperaba. Entonces, un helicóptero lo llevó al penal donde también están Fujimori y Pedro Castillo.

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El expresidente de 77 años deberá responder ante la justicia por sobornos de USD 35 millones en el mundialmente famoso caso de coimas de Odebrecht. En su última entrevista, cuando ya se conocía la inminente extradición y había decido entregarse, Toledo, quien dice padecer cáncer, pidió a las autoridades judiciales peruanas el arresto domiciliario: “No me maten en la cárcel; déjenme luchar con nuestros argumentos", les dijo.

Barbadillo está situada en Ate, al este de Lima, un distrito densamente poblado por habitantes de muy distintos estratos socieconómicos. El penal que tiene un área de 800 metros cuadrados pertenece al Instituto Nacional Penitenciario está al interior de la sede de la Dirección de Operaciones Especiales de la Policía Nacional (Diroes), y fue construido expresamente para albergar a Alberto Fujimori.

El expresidente estuvo allí los primeros diez años de detención y regresó en enero de 2019, trece meses después de un indulto humanitario concedido por el presidente Pedro Pablo Kucynsky, para cumplir el resto de los 25 años que le impuso la justicia por corrupción y crímenes de lesa humanidad. Pedro Castillo está en prisión preventiva, acusado de corrupción y rebelión. Otro expresidente, Alan García, salpicado por Odebrecht, se suicidó antes de ser detenido, Ollanta Humala estuvo seis meses en Barbadillo por la misma razón y Kucynsky no ha pisado sus puertas porque pasó 36 meses en arresto domiciliario por Lava Jato en su casa de San Isidro y está en libertad condicional.

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Fujimori, Castillo, Toledo, tienen en Barbadillo, extrapolando las condiciones del Chino -como le dicen a Fujimori-, una de habitación de 15 metros cuadrados con piso de melamina, una pequeña cocina con estantes, baño privado, y un espacio de unos 20 metros para comedor y las visitas que pueden recibir tres veces por semana.

Tal vez uno de los servicios más importantes es el de enfermería las 24 horas del día, un médico de ocho de la mañana a dos de la tarde, ambulancia y camilla de ser necesarias. Si el régimen no ha cambiado, pueden caminar por los pasillos y por el patio de ocho a cinco y aun cultivar plantas, como las rosas de Fujimori en sus primeros años.

Toledo, el economista que fue presidente ente 2001 y 2006, con un corte progresista, tuvo un mandato con crisis y sobresaltos, que pudo manejar y que entregó a Alan García. Después de salir, empezaron a aflorar los problemas. Su caso está relacionado con la construcción de la Ruta Interoceánica Sur que conecta a Perú con Brasil a través de la Amazonía. La Fiscalía peruana ha solicitado para él penas de 20 años y 6 meses de cárcel por la concesión de los tramos 2 y 3; 35 años por el tramo 4, y 16 años y 8 meses por supuesto lavado de dinero en el Caso Ecoteva, el primero por el que se le investigó.

Según el Ministerio Púbico, el exmandatario cobró US$25 millones en coimas de Odebrecht. Él siempre lo ha y negado y ha dicho públicamente que nunca recibió “ni un dólar mal habido”. En el 2015 fue acusado de lavado de activos por la compra de inmuebles a nombre de su suegra por valor de USD 4,5 millones, con fondos presuntamente no declarados, a través de una empresa fantasma registrada en Costa Roca como Ecoteva.

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Después llegó la marea de sobornos de la constructora brasileña. En noviembre de 2016 el exdirector de Odebrecht en Perú, Jorge Barata, le dijo a la Fiscalía que le pasaron USD 20 millones a Toledo por los ya mencionados tramos 2 y 3 de la Interoceánica que se firmó en agosto del 2005. Barata habló de sobornos por USD 31 millones, la Fiscalía los tasó en USD 25 millones. El dinero habría sido transferido a cuentas offshore del empresario peruano-israelí Josef Maiman, por aquel entones amigo de Toledo y quien terminó diciéndole a los ficales que había recibido hasta USD 35 millones como sobornos para el presidente, según el amplio relato de las acusaciones realizado por la BBC. De esta cantidad, cerca de USD 4 millones corresponderían a sobornos de Camargo Correa, otra constructora brasileña, para la adjudicación del tramo 4 de la Interoceánica, según Maiman.

El Cholo -como se le apoda por su origen- huyó a Estados Unidos cuando su caso tomó vuelo y fue llamado a responder ante la justicia. Escogió a California a donde se fue con su esposa belga, porque allí estudio Economía en la universidad de San Francisco e hizo doctorado en Stanford.

Comenzó entonces una dilatada batalla legal que lo llevó desde 2017 hasta el domingo pasado.  Toledo disfrutaba una vida libre hasta que fue detenido en 2019 y llevado a la prisión de Santa Rita, cerca de San Francisco, donde estuvo hasta que el covid y un delicado estado de salud que alegó ante las autoridades lo mandó a la casa.

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Ahora, desde la cárcel de Barbadillo podrá atender su proceso judicial. Ha rechazado la oferta de colaborar con la justica para rebajar su pena, porque eso significaría aceptar la culpabilidad y él sigue alegando su inocencia. Podrá también hacer el recuento de su vida desde los primeros años en la aldea de Cabana del departamento de Ancas, sus padres indígenas, campesinos sin tierras, que tuvieron dieciséis hijos, y que los levantaron en la localidad costera de Chambote donde el progenitor fue peón de la construcción, y la madre, vendedora de pescado. Él, lustrabotas y vendedor de lotería los ayudó en su infancia mientras los curas del colegio San Pedro lo enfilaban con beca a la californiana Universidad de San Francisco.

Desde allí se proyectó como economista en Estados Unidos. Con un doctorado de Stanford bajo el brazo llegó a ser consultor de las Naciones Unidas, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y del Banco Mundial, moviéndose con soltura por los grandes centros financieros del mundo y en su Perú donde en 1981 fue consejero del presidente del Banco Central y del ministro de Trabajo durante la presidencia de Fernando Belaúnde (1980-1985).

Fue la esperanza de los indios de su país desde su partido Perú Posible que fundó en 1994, con el que empezó dando las batallas por la presidencia frente a un Fujimori atornillado en el poder. Logró conectar con un electorado decepcionado por la corrupción y la espiral de violencia del fujimorismo en los años noventa. Lideró la Marcha de los Cuatro Suyos y se sentó en el solio de la Casa de Pizarro con un discurso populista, pero ortodoxo en la economía. Hoy ha llegado derrotado a Barbadillo para compartir con otros expresidentes la cárcel que se está llenando.

 

 

 

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