¿Cómo serán los planes, programas y proyectos del súper-macro-híper-mega-extra-pluri-non-plus-ultra equipazo presidencial que empezará a gobernar nuestra nación el domingo 7 de agosto del 2022? Quién sabe. Podemos imaginar algo viendo ciertos papeles que todo lo aguantan, es decir, hojeando las angelicales plataformas de pactos, coaliciones, partidos, movimientos y grupos significativos de ciudadanos que avalarán los tantos candidatos.
A contados meses de las elecciones presidenciales de mayo, comenzamos a volver a oír, por enésima vez, las rimbombantes promesas que podrían convertir a Colombia en el país de Jauja o de Cucaña. Pero no seamos tan criticones: habrá algo, un tris, una mínima pizca de rescatable en uno que otro decálogo de soluciones a nuestros problemas institucionales, económicos y sociales. El resto será como el estribillo de un disco de la Sonora Cordobesa: ¡Pura paja!
Digo esto porque en el pantanoso fango de la politiquería ya se están empuercando aspirantes presidenciales de todas las calañas. Los hay centristas, variopintos, izquierdistas y neoliberales. Estos últimos en montonera, jugando a que-crezca-la-pila, como patota, a lo gavillero, ya sean oficialistas retrecheros o cínicos tibios de la cogobernante derecha mermelera de “centro-izquierda” (¿a quién pretenden engañar?).
Lo primerísimo que anhelamos es una Colombia con una mayoría de personas honradas, es decir, sin corruptos ladrones de cuello blanco, sin asociaciones para delinquir, sin compradores ni vendedores de votos, sin abusadorcitos ni acosadores sexuales, sin atracadores en calles o carreteras, sin hurtavehículos, sin engañosos avivatos, sin picapleitos lesionadores, sin sobornadores, sin apartamenteros, sin infractores consuetudinarios, sin coaccionantes, sin falsificadores, sin secuestradores, sin chirretes de patios o terrazas, sin extorsionistas, sin abigeos, sin estafadores, sin traficantes de personas, sin subversivos, sin traquetos, sin expendedores de estupefacientes, sin malévola gente “de bien” asesina de marchistas, sin torturadores, sin violadores, sin paseadores de la muerte, sin sicarios, sin autoridades estatales propiciadoras de falsos positivos, sin desaparecedores de opositores, etc., etc., etc.
Deseamos un país sin pobreza intelectual, sin analfabetos, en el que todas y todos contemos con un grado satisfactorio de educación derivado de una excelente calidad docente y estudiantil, desde la preparatoria hasta los niveles tecnológicos, universitarios y de posgrados. De paso, reclamamos un país sin física miseria.
Ambicionamos vivir en una sociedad incluyente, pacifista, alegre, deportiva, lúdica, empática y estética, que impulse el ajedrez en todos los ámbitos y que promueva eventos de respaldo a las bellas artes: literatura, música, teatro, cine, danzas, pintura, etc. Aspiramos a una nación cuyo índice de lectura sea de unos 24 libros per cápita anuales, al menos. Para esto se deben construir o ampliar bibliotecas en todas las zonas populares, creando un sistema ágil de préstamos de libros.
Exigimos un sistema eficiente de servicios médicos, aunado a una capacidad preventiva de primera línea. Pedimos un medio ambiente con menos factores contaminantes; la protección de ríos, lagos, lagunas, mares, selvas, páramos, bosques y parques; y así mismo, un mayor apoyo a la generación de energías alternativas.
Queremos se establezca el sistema de escrutinio mayoritario para la elección de los miembros de las corporaciones públicas del poder legislativo en las entidades territoriales municipales, distritales, locales y comunales. Demandamos que los impuestos sean progresivos y que los servicios públicos domiciliarios sean eficientes, tengan cobertura total y que sus tasas sean menos onerosas.
Ansiamos la prohibición de las arbitrarias valorizaciones generales y que no haya alzas en el predial unificado. Solicitamos el saneamiento fiscal de las enculebradas arcas del Estado en todos sus niveles territoriales.
Requerimos de entes públicos y empresas privadas modernas, con excelente atención a los clientes y paga justa a los trabajadores, puertos marítimos con buen calado, carreteras en óptimo estado y sin costosos peajes, aeropuertos tecnificados, amplias líneas férreas y anchos trenes sobre ellas, barcos salidos de nuestros propios astilleros, vías fluviales vivas y fluidas, redes virtuales que lleguen a todos los rincones del país, una creciente industria metálica básica y una producción agropecuaria maximizada.
¡Ah, y ojalá se creen y consoliden organizaciones populares y semioficiales en esas tierras de nadie que son nuestros vecindarios!