Dentro de las diversas teorías de las relaciones internacionales y en el marco de la política exterior de las naciones, existen diferentes formas de ejercer el poder. Países hegemónicos y de vieja data como Estados Unidos expresan su influencia por cualquier camino, y para esta ocasión pone en marcha una serie de estrategias que tienen como fin transformar la percepción del mundo frente al mayor aliado latinoamericano. Un socio que pacientemente espera ser beneficiado para tener la atención de una comunidad internacional que aún no lo reconoce como debería ser.
Colombia, ubicado entre el océano Atlántico y el océano Pacífico, es una nación emergente, un estado que para 2011 tenía un crecimiento económico importante, tanto así que entró a la categoría de los CIVETS, y hoy en día es uno de los estados miembros de la Ocde, lo que algunos llamarían el club de los países ricos, donde nosotros claramente somos de los más pobres de este club.
En el ámbito global, debemos reconocer que no gozamos de transversal preponderancia en el concierto internacional, en América somos un país reconocido, y en el ámbito regional somos un país preponderante, con una influencia en el hemisferio relevante y que poco a poco hemos abonado para ir mejorando nuestras relaciones diplomáticas, comerciales y militares con nuestros vecinos y aliados.
Pero hay un mea culpa que reposa en todos nuestros gobernantes y es que no hemos podido consolidar una política exterior clara que permita recordación y visibilización de lo que Colombia puede ofrecer al mundo, y que por desgracia aún llevamos el lastre de una imagen de que dejó el narcotráfico de los años ochenta.
En la región los países más conocidos en el mundo pueden ser fácilmente México y Brasil, naciones que tienen un poco más de 340 millones de habitantes y son economías fuertes, han realizado olimpiadas y mundiales, y además su industria se encarga de mostrar al mundo lo que ellos quieren proyectar como imagen. Han proporcionado decenas producciones audiovisuales, así como películas en referencia a estos y los han proyectado en la escena del softpower cinematográfico del mundo, con filmes como Río, Coco, entre otras.
Ya era hora que Hollywood se fijara en Colombia y esas alianzas políticas de décadas atrás nos llevaran a recibir un empujoncito, donde el mundo nos viera de manera diferente. Bajo todo su merchandising y manejo del poder, Estados Unidos impuso su Encanto y buscó transformar la imagen de Colombia, puso en la mesa internacional la cultura como eje trasversal de lo que ofrece este país del realismo mágico.
Hoy Encanto, en una de las películas animadas más taquilleras del momento en los Estados Unidos y en el mundo, nominada a varios premios de a la academia, es una inspiración de nuestra idiosincrasia y la cara real y bella de nuestro país, uno país hermoso, una fauna y flora únicas en el mundo, unas montañas envidiables y, sobre todo, con calidad humana que enamora, se exalta la familia y el don de servicio por su sociedad, que a pesar de situaciones de violencia y la maldad, es una nación resiliente, logra en el amor filial, salir adelante y darle un brillo especial a el país.
Para no realizar un spoiler de la película y seguir motivando a que la vean, este filme no forma parte de ese tipo de producciones que muestra drogas, violencia y prostitución; la política estadounidense, bajo el sello de Disney, ha llevado a influenciar a miles de niños, jóvenes y adultos a conocer la cara bella de Colombia; sin embargo, no es coincidencia que en 2011 y 2014 saliera Río y que en 2014 y 2016 fueran el mundial de fútbol y los olímpicos en Brasil.
Hollywood ya nos puso el ojo y ahora más personas nos observarán con una mirada diferente, más personas vendrán a ver qué tan real es este encanto de Disney y ahora nos corresponde a nosotros y nuestros gobernantes dar ese empujoncito hacia el exterior, donde logremos consolidar esa cara bella, esos paisajes y todo lo que hay por descubrir en nuestro país y en nuestra calurosa gente.