El encanto de conocer la villa de los libros
Opinión

El encanto de conocer la villa de los libros

Noticias de la otra orilla

Por:
enero 07, 2017
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De visita por España, luego de conocer Alicante, y recorrer por carretera villas y ciudades, como Castalla (un paraíso de comida raizal española donde probamos la delicia del gazpacho manchego en el Mesón Vizcaya), Benidorm, Valencia, Granada, Madrid y Gijón, de regreso a Alicante, por recomendación de nuestra amiga la poeta colombiana Janet Núñez, nos desviamos un poco de la autopista estatal a la altura de Valladolid para entrar a conocer una pequeña ciudad medieval llamada Urueña, pero más conocida como la Villa de los libros.

 

URUENA 2 - El encanto de conocer la villa de los libros

 

Luego de andar un largo tramo de la carretera por el paisaje congelado de Castilla – León, llegamos a esta ciudad enclavada en las estribaciones de los Montes Torozos, circuida por una antigua muralla de los siglos XII y XIII, de calles empedradas por las que circulan muy pocas personas de sus poco más de 200 habitantes; no obstante en sus espacios pueden verse aparcados automóviles de alta gama, y se ve que muchas viviendas han sido adquiridas y reconstruidas conforme al rigor patrimonial del monumento que hoy es el pueblo.

Llegamos al pie de la muralla para constatar, muertos de frío, que un pequeño estanque en el espacio público estaba perfectamente congelado, prueba suficiente de que debíamos reforzar nuestra protección de la temperatura, pese a que había un sol cortante y de gran brillo al filo de las tres de la tarde ese último día de 2016.

 

Urueña cuenta con catorce librerías, cinco museos, un taller de caligrafía antigua,
un taller de encuadernación artística, un castillo casi destruido
una ermita del siglo VI,  y una hermosa iglesia construida entre el siglo XVI y XVIII

 

En un croquis de información turística nos enteramos de que en ese pequeño espacio urbano, unido entrañablemente a importantes sucesos históricos de la España medieval, por virtud de una estrategia de turismo cultural de la provincia de Valladolid, contaba hoy con catorce librerías, cinco museos, un taller de caligrafía antigua, un taller de encuadernación artística, un castillo casi destruido en sus inmediaciones, que desde hace muchos años hace de cementerio; una ermita del siglo VI, la de nuestra señora de La Anunciada; y una hermosa iglesia construida entre el siglo XVI y XVIII, dedicada a Santa María del Azogue, con lo que, sumado a la ubicación del pueblo que lo hace un mirador privilegiado de esos campos de Castilla, denominados Tierras del Campo, se ha constituido, además, desde 1975, fecha en que fue declarada como Conjunto Histórico – Artístico por la Unesco, en el paso obligado de un turismo especializado y culto, interesado en libros antiguos, curiosos, descatalogados, pero también de literatura moderna y actual de todas las corrientes y géneros.

Urueña es la única Villa del libro de España. Creada como tal en 2007, es hoy por hoy una de las pocas del mundo, además de otras que hay en Europa como las de Hay-on-way, en el País de Gales, que se tiene como la más antigua de cuantas han existido; la de Redu en Bélgica; la de Montolieu en Francia; y la de Bredevoort en Holanda.

Tiene además pequeños restaurantes y mesones donde se pueden encontrar los crocantes torreznos (que son nuestros chicharrones) y en donde puede el “peligrino” hambriento restaurarse con una tacita de caldo de cocido y unas tostadas de pan costrado hecho en casa, aceite de oliva y queso manchego; además del amplio repertorio gastronómico vallisoletano que incluye exquisiteces como lechazo asado, tortilla de chorizo, sopa de ajo, queso pata de mulo, y muchas otras que un pobre viajero de paso no podría nunca saborear en forma en el marco de una brevísima visita.

Porque estábamos enteros en el camino de regreso a Alicante, y aquellas carreteras frías y solitarias un 31 de diciembre infundían algo de temor a la llegada de la noche, no nos fue posible visitar todas las librerías, y hojear, ver y comprar todo lo interesante que se abría a nuestro paso, como tampoco nos fue posible visitar tres hitos culturales relacionados con la música española: el Centro Etnográfico Joaquín Díaz, creado y resguardado por el músico y folclorista español, empeñado desde hace décadas en este propósito; el Museo de la Música, que creó y guarda el músico y productor Luis Delgado, que alberga más de 600 instrumentos de las más diversas culturas y épocas; y la casona de otro gran músico y cantante español, que también vive allí: Amancio Prada.

No hay duda de que la lección más clara que uno puede aprender de una oportunidad como esta, es la de que un pueblo perdido en la amplia historia medieval española puede convertirse en un sitio referencial para el turismo cultural europeo, no solo del propio país sino del mundo, en virtud de una visión creativa de sus potencialidades y de saber poner a dialogar lo antiguo, más allá del valor patrimonial del tiempo, con las necesidades y tendencias de la vida contemporánea.

Y piensa uno en tantos rincones valiosos de nuestro país desaprovechados para el crecimiento cultural y el progreso.

 

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