Alberto Vollmer de Marsellus es un referente empresarial de Venezuela, destila los rones más famosos del mundo, y no tiene intención de marcharse del país. Ron Santa Teresa, la empresa familiar de cinco generaciones, tiene 225 años de historia, desde 1796, fecha que dio nombre al licor que millones en el mundo reconocen en la botella de cristal con el fondo de la emblemática Cruz de Aragua y el logo de la Hacienda Santa Teresa.
Vollmer es heredero de una de las más ilustres familias venezolanas. Su tatarabuela Panchita Ribas Palacios, prima hermana del libertador Simón Bolívar, fue rescatada siendo una niña de las manos de uno de los soldados del temible José Boves, comandante del ejército realista, gracias a que su exesclava Juana la compró con las monedas que había guardado para obtener la libertad. La única sobreviviente de la familia a la guerra de la Independencia recuperó sus tierras del idílico valle de Aragua, se casó con el alemán Gustav Julius Vollmer y los dos empezaron de ceros en 1824 la empresa familiar que en 1909 registró su hijo como Ron Santa Teresa, la primera marca de ron del país.
Desde el alambique de cobre traído desde Colonia, Alemania, en 1885 para iniciar en grande la fabricación y venta de ron se ha desarrollado una historia empresarial con éxitos como liderar desde principios del siglo XX el mercado venezolano sobre sus competidores Cacique, Pampero y Diplomático, la modernización de 1947, sortear con nuevas marcas la crisis financiera de 1983 que quebró a gran parte de las empresas privadas venezolanas, y el bicentenario que en 1996 lanzó al mercado el Santa Teresa 1976 elaborado totalmente con el método de solera usado para la producción de brandy y jerez. Un ron con 35 años de añejamiento que no es para mezclar, sino para degustar, y que se cuelga varias medallas de oro.
Los nuevos años son los más difíciles, y como hace algún tiempo dijo la BBC, “en un país tan polarizado como Venezuela, el empresario Alberto Vollmer hace equilibrismo”. Algunos añaden pragmatismo, y todos reconocen el lograr producir y exportar como un logro que Vanguardia llamó “el milagro de Santa Teresa”.
En un país donde lo económico se mezcla con lo político, Vollmer sortea la tormenta económica y el enfrentamiento político. Nunca se le escuchó hablar mal del presidente Hugo Chávez, quien propició la pérdida de dos tercios de las tierras de su hacienda, cuando se fue lanza en ristre contra quienes llamaba despectivamente “oligarcas”. Tampoco de Nicolás Maduro en medio de la más grave crisis de la historia económica contemporánea de Venezuela. Los antichavistas en el exilio no lo ven con buenos ojos, y él suele contestar: "Yo puedo entender las críticas, pero una cosa es criticar desde fuera, sin estar realmente aportando soluciones en Venezuela”.
La tormenta económica es más difícil de capotear, en un país que desde el 2013, cuando Nicolás Maduro tomó las riendas, hasta el cierre de este 2021, perderá 83,5 % del PIB, según estimaciones del Fondo Monetario Internacional; y la inflación de los primeros nueve meses de ese año es de 531,3 %, cifra para celebrar porque la del año pasado estuvo cerca del 3.000 %. La financiación de la operación es un dolor de cabeza porque no hay crédito bancario y toca apoyarse en los proveedores, muchos de los cuales han quebrado; las importaciones son casi imposibles.
No obstante, alguna puerta se abre. El 4 de agosto Ron Santa Teresa colocó en la Bolsa de Caracas 712.948 acciones, y lleva colocadas 2.941.048 de las 6 millones ofrecidas en la oferta pública inicial que comenzó en 2020. Los analistas del mercado creen que, aunque las acciones ofrecen rendimientos por debajo de la tasa de inflación, son una de las mejores opciones de inversión y cobertura para sobrevivir la crisis. Los inversionistas miran más hacia las perspectivas del desempeño internacional.
Ron Santa Teresa está exportando el 35 % de su producción que ha caído dramáticamente, y pasó de las 1,6 millones de cajas de 12 botellas en el 2017 a 50.000 en la actualidad. Ahora hace grandes esfuerzos para lograr llegar a 500.000 cajas para 2030, pero para ello tendrá que poner sobre la mesa 30 millones de dólares en tres años para conquistar más participación en el mercado mundial, donde tiene presencia en Estados Unidos, Canadá, México, Alemania, Italia, Francia, España y las tiendas de los aeropuertos, gracias a la alianza con Barcadí para la distribución.
Alberto Vollmer a sus 53 años, representante de la quinta generación de su familia – como Ignacio Vollmer el banquero casado con la directora de Planeación en Colombia, Alejandra Botero Barco- además de magnate del ron es magante en programas sociales. Entre ellos quizá el más famoso sea el Proyecto Alcatraz que nació cuando tres “malandros” de la banda La Placita intentaron robar la hacienda Santa Teresa en 2003 y por poco matan de una paliza al jefe de seguridad, Jimin Pérez. Cuando detuvieron al cabecilla de los asaltantes, Vollmer le ofreció un trato: trabajar tres meses en la empresa a cambio de comida y alojamiento. Poco a poco, recuerda, “fueron incorporándose a la empresa todas las bandas de la zona”. De allí surgió la idea de incluir el rugby como una actividad dentro del programa que hoy suma 2.000 jóvenes de la localidad de Sabaneta, donde las pandillas sembraban el terror.
Unos años antes, en el 2000, 400 familias invadieron la hacienda de 3.000 hectáreas animados por los incipientes discursos de reivindicación social del chavismo. "Fuimos a invadir las tierras de la gente que más tiene”, recuerda Omar Rodríguez, un exmilitar admirador confeso de Hugo Chávez. Pero Vollmer lo convenció de trabajar juntos. El empresario donó parte de los terrenos y a él lo mandó a hacer un taller en la Universidad de Harvard en Estados Unidos. De allí nació Camino Real que hoy es una apacible urbanización de casas unifamiliares levantadas después de meses de duras negociaciones.
En vez de unirse a las decenas de empresarios que huyen del país para escapar de los secuestros, las detenciones o la ruina financiera, la tradicional familia Vollmer, que dirige Santa Teresa, optó por quedarse y comprometerse con las bandas criminales de Sabaneta y con el gobierno socialista que en su día prometió destruir a su clase social. “La gran validez que tuvo Chávez es que, de alguna forma, denunció el olvido y la exclusión. Quien no haya aprendido esa lección desperdició estos últimos 20 años”, sentencia el rico heredero de Santa Teresa, quien esta semana alzó el vaso para conmemorar 225 años de la empresa y “celebrar el gran poder que tenemos para transformarnos frente a las adversidades”.