Al presidente de la República y “la Paz”, Guillermo León Valencia, hay que reconocerle que acabó con cuadrillas de ‘chusmeros’ lumpenizados de la ‘violencia’ posterior al asesinato de Gaitán, encabezados por ‘desquite’, ‘chispas’, ‘sonrisal’, ‘charrito negro’, ‘sangrenegra’, etc. Pero sin duda que al cinegético hidalgo payanés, junto a sus compañeros de cacerías, les resultó más fácil, diezmar la población de patos migratorios desde el Canadá, palomas torcazas, dantas y casi extinguir las especies nativas de venados de los Andes, que acabar con las entonces nacientes guerrillas de la Farc, comandadas por Tirojifo, cuando en 1965 ordenó a la FAC bombardear sus asentamientos en las -según el entonces senador Álvaro Gómez Hurtado-“Repúblicas independientes de Marquetalia, Tierradentro y Riochiquito”, en límites del Tolima, Huila y Cauca y al Ejército nacional, comandado por el entrenado en la guerra de Corea, general Matallana, perseguirlos sin tregua.
Desde entonces, como avispero toreado por un caucherázo, los guerrilleros de las Farc, en su huida dejando abandonados sus ranchos, vacas, marranos, gallinas y escasos enseres, sembraron raíces de numerosos frentes en los departamentos por donde pasaban, hasta ocupar casi todo el abandonado por el Estado territorio del país, anticipándoseles al ELN, EPl, M19, PRT, Quintín Lame y otros grupos, hoy la mayoría desmovilizados, en su tarea de generalizar el temor y la inseguridad en medio de emboscadas, enfrentamientos con la fuerza pública y tomas violentas de poblaciones.
Cincuenta años después de exitosos procesos de paz que permitieron la desmovilización del M19, EPL, Quintín Lame y PRT, y numerosos intentos fracasados con las Farc y el ELN, a pesar de tropiezos como el reciente del municipio de Buenos Aires y los llamados guerreristas del uribismo, las negociaciones entre el Gobierno Nacional y la cúpula de las Farc parecen no tener reversa, y aprendiendo de experiencias conocidas sobre las dificultades para lograr reintegrar a la sociedad a guerrilleros y paramilitares, resumo los testimonios de tres de ellos presentados en el evento: “Reintegración desde el Cauca: Lecciones aprendidas”, organizado recientemente, en el Centro de Convenciones de Popayán, por la OEA, la organización Internacional de Migraciones, OIM, la Gobernación del Cauca y la Agencia Colombiana de reintegración, ACR.
Guillermo Valencia, campesino nacido en la vereda Las Piedras, a 24 kilómetros de Popayán, en la vía a El Tambo, recuerda la experiencia ingrata de Batanicos, próspera finca ganadera de 300 hectáreas, que Olga Lehman cedió al M-19 para que guerrilleros desmovilizados emprendieran proyectos productivos. “Inicialmente doña Olga hizo contactos con dirigentes de la guerrilla y sin tener en cuenta a los vecinos del sector. Conocíamos a los guerrilleros porque por ahí pasaban en sus caminatas a la costa pacífica. Después de la desmovilización conversamos con Navarro, Pizarro y nos prometieron ayuda. Los guerrilleros que se asentaron en Batanicos, al mando de Rene, no tenían experiencia en el campo, ni sabían trabajar. Llegaron armados y se dedicaron a tomar trago, a jugar gallos en veredas como Piagua y San Juan y a enamorar mujeres por las buenas o malas, sin importarles si eran casadas…por ahí hay más de 15 muchachos que no saben quién es el papá. Rene, el líder más claro y serio, poco permanecía en la finca. A cada rato armaban peleas, algunos se mataron entre ellos y a varios vecinos de los cuales sólo les cobraron a dos. Nos sentíamos intimidados porque vivían armados…no tenían educación, no trabajaban, sólo esperaban la ayuda del gobierno para emborracharse y jugar. Entre lo positivo, logramos qué Navarro, cuando fue ministro de salud, nos colaborara con algunos proyectos e hiciéramos convenios con El Sena, para realizar cursos de electricidad, ebanistería y primeros auxilios
“En el municipio del Tambo han estado todas las guerrillas y después nos tocó aguantarnos a los paramilitares de las AUC, que en el corregimiento de San Joaquín, a 10 minutos de Batanicos, instalaron un campamento para 40 hombres. Desde la llegada de los desmovilizados del M-19 logramos un programa de educación para adultos, en el que nos inscribimos más de 50, pero con la llegada de los paramilitares, mucha gente se retiro por miedo a que nos señalaran de ser del M19. Sólo terminamos el bachillerato 16. Los reinsertados que tenían parcelas las vendieron y hoy en día la mayoría de Batanicos que fue una finca productiva, está abandonada”. El problema se da cuando llegan guerreros reinsertados que no han vivido, ni trabajado en el campo y sus jefes permanecen en las ciudades dejándolos sin control. . Menos mal que no quedan fincas grandes en la vereda, para que no nos vayan a traer a los desmovilizados de las Farc. ”, agrega.
En la próxima columna referiré la experiencia positiva, de las desmovilizadas autodefensas liberales de la vereda de Ortega, Cajibio, que nada tienen que ver con las AUC.