El 26 de agosto del 2012, en una edificación denominada Casa de Piedra, dentro de la urbanización de El Laguito, un complejo de mansiones y residencias construidas en la primera mitad del siglo XX por magnates norteamericanos y millonarios cubanos donde dicho país aloja a susinvitados especiales (el nobel de literatura Gabriel García Márquez siempre disfrutó de la hospitalidad ofrecida personalmente en aquellas casas por su amigo Fidel Castro), se firmó el documento que marcó el inicio del proceso de paz que significó un nuevo rumbo para la historia colombiana en aras de la terminación del conflicto con las Farc para lograr el fin de una guerra que solo había causado dolor, sevicia y sangre a los colombianos.
Conviene subrayar que el anuncio de la firma que señalaba oficialmente el acuerdo para iniciar diálogos formales de paz que serían instalados en octubre en Oslo estaba programado para ser oficializado ante la opinión pública el 4 de septiembre. Sin embargo, el 26 de agosto (día que no estaba programado) se filtró el pacto y se emitió por medios nacionales e internacionales. De manera que al día siguiente en una alocución televisada el entonces presidente Juan Manuel Santos hizo los siguientes anuncios:
Desde el primer día de mi gobierno he cumplido con la obligación constitucional de buscar la paz. En esa dirección, se han desarrollado conversaciones exploratorias con las Farc para buscar el fin del conflicto. Quiero manifestar claramente a los colombianos que los acercamientos que se han hecho y los que se hagan en el futuro se enmarcan en los siguientes principios rectores: Primero: Vamos a aprender de los errores del pasado para no repetirlos. Segundo: Cualquier proceso tiene que llevar al fin del conflicto, no a su prolongación. Tercero: Se mantendrán las operaciones y la presencia militar sobre cada centímetro del territorio nacional (…) En los próximos días se darán a conocer los resultados de los acercamientos con las Farc. Los colombianos pueden confiar plenamente en que el Gobierno está obrando con prudencia, seriedad y firmeza, anteponiendo siempre el bienestar y la tranquilidad de todos los habitantes de nuestro país. Santos, J. M. (2019). La Batalla por la paz. Bogotá: Planeta.
Claramente aquel anuncio generó contrapartes y reacciones, algunas esperanzadas, otras destructivas y otras expectantes. Por un lado los que pretendían que se mantuviera la guerra, la sevicia y la sangre en cada rincón del país, que negaban rotundamente que en Colombia no existía un conflicto armado interno y que proponían un Estado de opinión, algo que resultaba inaudito e inconcebible; y por otro lado los que entendían que sí existía un conflicto armado que solo causaba tragedia, dolor y desgracia, y que la mejor salida era el diálogo entendiendo al otro no como un enemigo, sino como adversario. Algo que el entonces presidente Santos entendió.
La búsqueda de la paz, por otro lado, no tiene la espectacularidad de la guerra. La búsqueda de la paz es un trabajo minucioso y difícil que exige prudencia, sigilo, paciencia y una férrea determinación de perseverar cuando se ve posible la consecución del fin. Incluso cuando se consigue, siempre se tendrán las críticas de quienes no entienden la diferencia entre una negación y una rendición, y por eso opinan que se concedió demasiado o que ellos, en nuestro lugar, lo hubieran hecho de una mejor manera (…) Por eso, con plena lucidez sobre los riesgos que corría, pero también con la profunda convicción de que era un camino que tenía que intentar, aprobé el acuerdo general logrado en la Habana por mis delegados, y decidí notificar al país y al mundo que mi gobierno iba a intentar un nuevo proceso de paz con las Farc, que esperábamos fuera el definitivo. (Santos, 2019)
En el año 2016 ante tal hecho significativo la filósofa Martha Nussbaum escribió una carta para el pueblo colombiano, en donde dejó plasmada su emoción y reconocimiento al inicio del proceso de paz:
Su país ha llegado a un momento histórico. Después de muchos años de conflicto, el proceso de paz ha dado un enorme paso adelante. Con el acuerdo definitivo anunciado este 26 de agosto, la gente puede esperar el desenlace final con alguna confianza (...) Lo primero que deseo decir, desde lo profundo de mi corazón, es que el espíritu de la revancha y la retribución es el veneno de cualquier relación humana, sea personal o política. La retaliación no corrige males que ya han sucedido, y generalmente solo acumula más amargura para el futuro. Lo que es crucial es girar hacia el futuro, no vivir en el pasado y asumir una postura política basada en la esperanza, el trabajo y el reconocimiento de los demás. Ningún mal fue más atroz que la esclavitud, y sin embargo nuestro gran líder afroestadounidense Martin Luther King, Jr. Repudió totalmente el espíritu de venganza, instando a los negros y a los blancos a unir las manos por la conquista de un mundo mejor (…) Y una política de la reconciliación también debe preocuparse profundamente por la forma de la educación. A todos los niveles, desde la escuela primaria hasta la educación superior, un compromiso con el fortalecimiento de los valores humanos necesita abarcar tanto el currículo y la pedagogía, dando a los jóvenes la capacidad del pensamiento crítico y la argumentación respetuosa, impartiendo entendimiento de un amplio rango de perspectivas sociales e históricas y también de cultivar la capacidad de imaginar estas perspectivas desde dentro, a través del compromiso con las obras de arte, la literatura y la música. El estudio de la filosofía, la literatura y las artes no es inútil: es de importancia urgente, puesto que todas las personas, cualquiera que sea su trabajo futuro, serán ciudadanos, responsables por el futuro del pacto social.
En definitiva, este día sin duda marca y consagra un hito histórico para nuestro país porque representa una nueva esperanza, una nueva sociedad, un nuevo horizonte y un nuevo inicio, que francamente tenemos que seguir construyendo para que sigamos configurando escenarios democráticos para con la sociedad civil. El acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y las Farc constituye un acontecimiento de inmensa relevancia en la historia democrática de América Latina. El inicio de un complejo desafío que significa el proceso de construcción colectiva de las condiciones que harán posible edificar un futuro mejor, más justo, democrático y libre para millones de colombianos y colombianas que han sufrido más de medio siglo de violencia, muerte y dolor.