En el Catatumbo no hay carreteras y en sitios como La Gabarra o Filo Gringo, la vereda donde por última vez se supo algo de Salud Hernández-Mora, la única señal que entra es la de Claro y el internet se mueve con la lentitud con la que pasan los días. La incursión paramilitar de finales del siglo pasado devastó el tejido social, los líderes fueron decapitados a punta de motosierra y quedó una tristeza, un olor a sangre, una desesperanza que nadie podrá quitar. A nadie en Colombia le importa el Catatumbo.
Ahora el Catatumbo está de tendencia en twitter solo porque a la valiente Salud Hernández volvió a internarse en la selva al parecer seducida por una propuesta que le hizo el ELN de reunirse con ella. Iba a ser una visita de un par de horas en donde ella, una de sus principales contradictoras, recibiría un comunicado del grupo armado y se devolvería para Bogotá el lunes a las ocho de la noche, la hora en la que tenía el vuelo. Imagino que no le pareció mala idea conocer los campamentos, la cotidianidad de una guerrilla que se prepara la paz. Al ELN tampoco le pareció un mal negocio tener a una de sus enemigas más acérrimas durante unas horas y hacerle entender que ellos no son ningunos monstruos. Pero las cosas se complicaron. El Ejército, única presencia del Estado en esa tierra de nadie, no le da respiro. Alguien habrá informado que las tropas rondaban la zona y lo que tocó fue levantar toldas e internarse selva adentro, llevando consigo a Salud. El ELN sabe que los enemigos del proceso de paz con este grupo armado podrían aprovechar el momento para hacerle daño a la periodista española y cobrarles su muerte.
RCN, aupado por su beligerante directora, mandó de forma irresponsable a Diego D´ Pablos y al camarógrafo Carlos Melo —quien ni siquiera cuenta con un carnet del canal— para seguir los pasos de Salud. Los mandaron a pesar de lo caliente que estaba el ambiente, de la renuencia de los familiares, del peligro que representaba un enfrentamiento, una bala perdida. En el Catatumbo cualquier cosa puede pasar y las versiones oficiales que da el Ejército casi siempre se terminan de escribir en Bogotá. No les quedó de otra que llevárselos también y esperar. Los familiares de De Pablos están furiosos contra el canal e incluso, hasta el martes en la tarde, estaban pensando en demandarlos.
La sanguinaria opinión pública se rasga las vestiduras
y exige levantar el Catatumbo a punta de napalm
Las horas pasan y crecen los rumores. El gobierno Santos, en su incapacidad habitual, no sabe qué hacer. Las pruebas están, hay conversaciones en poder del Ejército que confirma que el ELN la tiene. La sanguinaria opinión pública se rasga las vestiduras y exige levantar el Catatumbo a punta de napalm y que mueran todos esos campesinos raspachines y subversivos. Imploran por su dosis habitual de sangre. Santos mira para todos los lados y lo único que puede decir es la verdad: que aunque el ELN la tiene Salud no está secuestrada.
Ahora nadie sabe cómo proceder. Para el ELN es muy difícil entregar a Salud con el ejército y los Pelusos —antiguo EPL— respirándole la nuca. Santos sabe que puede existir la posibilidad que ese sector de las tropas que vive de la guerra haga algo para enrarecer aún más los diálogos. Mientras tanto los únicos que pierden son Salud, Diego y Carlos quienes ven como pasan de lentos los días en el garrapatal en donde estén durmiendo, orando, acaso, porque no suceda lo que a un secuestrado le puede dar más miedo: el rescate a Sangre y Fuego que imploraba, desde sus columnas, la periodista Salud Hernández-Mora.