En el 2013, Trump puso entre sus ojos a Punta del Este, la zona turística más reconocida de Uruguay que, para ese entonces, prometía ser una mina de oro para los inversionistas inmobiliarios como el expresidente gringo. Como todos sus proyectos, Trump quería dejar su apellido bien alto en un edificio de lujo de casi 90 metros de altura, 25 pisos y 157 apartamentos cuyos propietarios estarían dispuestos a pagar hasta USD 6000 dólares por metro cuadrado. Estaría ubicado en la parada 8 de la playa Brava, frente al mar, con varias canchas de tenis, piscinas, un campo de golf y un helipuerto dispuesto para sus propietarios.
Dos empresarios argentinos, Moises Yellati y Felipe Yaryura, posibilitaron la aterrizada de Trump en punta del Este que le vendieron la idea de negocio a la familia del expresidente norteamericano. Yellati y Yaryura idearon el proyecto en 2011, crearon una estructura societaria de tres cabezas y procedieron a adquirir el terreno en Punta del Este. Al año siguiente, la Organización Trump dio a conocer el contrato con los socios argentinos y anunció que la torre estaría terminada en 2016.
El negocio se estructuró de la misma forma que todos los proyectos inmobiliarios de la Organización Trump fuera de Estados Unidos: la empresa otorgó la licencia de uso del nombre “Trump” a cambio de una comisión de la venta de unidades. Fueron USD 150 millones de inversión inicial. Cada apartamento tendría entre 113 y 300 metros cuadrados. Sin embargo, el Penthouse, que inicialmente se habría dicho que el magnate habría reservado para que fuera propiedad suya y de su familia, alcanzaraba los 800 metros cuadrados.
Los hijos de Trump, Eric e Ivanka, viajaron a Punta del Este a principios de 2013 para la ceremonia de inicio del proyecto. Dos años más tarde, Eric regresó con su esposa Lara para celebrar el comienzo de la construcción con una gran fiesta a la que todos los diarios locales de noticias estuvieron invitados. Ya en ese entonces, los canales de venta para bienes en la Torre Trump de Punta del Este estaban más que abiertos. Al menos cien apartamentos ya se habrían vendido y sus propietarios esperaban estrenar los bienes a más tardar el 2016.
Pero la relación de los Trump con sus dos socios argentinos se fundamentaba, más que en negocios, en una amistad de mucho colegaje. Yaryura y Yellati fueron invitados al matrimonio de Eric Trump, el primogénito de los Trump. Los argentinos estuvieron entre la lista de 200 personas convocadas al evento familiar en Florida en el 2014.
Sin embargo, pasaron los años, las obras no avanzaban y los gestores del proyecto cada vez se pronunciaban menos y menos. En el 2018, Felipe Yaryura, el propietario de YY Development, la empresa a cargo de desarrollar la Torre Trump, falleció sorpresivamente como consecuencia de un aneurisma cerebral que le produjo un paro cardiorrespiratorio. Esto frenó aún más el proyecto y de paso fracturó la relación con los Trump en Estados Unidos con los herederos de Yaryura.
Ya muy entrados en el 2019, con 4 años de demoras en el proyecto, el hijo de Trump volvió a visitar Punta del Este. Hizo un recorrido en helicóptero, se reunió con los arquitectos, inversionistas y, en una rueda de prensa convocada en el primer día de su visita, Eric Trump aseguró que la Trump Tower estaría lista para finales del 2020, promesa que tampoco se cumplió.
En octubre del 2020 se anunciaba que las obras del proyecto volvían a suspenderse. Esta vez por falta de fondos. Los propietarios, desesperados, decidieron organizarse y actuar. Se organizaron para sacar adelante el proyecto ellos mismos.
La idea es terminar de construir todos los apartamentos sin terminar, con recursos propios de los propietarios, para salir a vender las unidades y con ese ingreso pagar a un grupo de inversionista que contribuyan a revivir la construcción de los 12.000 metros cuadrados para las áreas comunes de entretenimiento. Esta jugada costaría alrededor de USD 30 millones de los bolsillos de quienes ya habrían pagado por los bienes inmobiliarios. Además, se creó un recurso legal, un Acuerdo Público de Reestructuración, donde se reunieron a todos los involucrados (propietarios, inversionistas, representantes de la marca Trump, accionistas minoritarios y la empresa desarrolladora) y la justicia homologó un plan de trabajo.
Según el calendario, la obra retomaría las actividades entre finales de agosto o principios de septiembre del 2021 y llevaría unos 12 meses aproximadamente para finalizar la torre, pero conocedores de estos proyectos le ponen que si les va bien, las fechas de entrega será para diciembre del 2022 y enero del 2023.
El caso de la Torre Trump de Punta del Este no es el único de los proyectos en que los Trump se aprovechan del nombre, embaucan gente local, sacan dividendos por anticipados y dejan la obra a medio construir sin que se les vuelva a ver o respondan si quiera el teléfono. Muy al estilo de los negocios de Donald Trump, que en sus cuarenta años de empresario inmobiliario, ha dejado a más de un inversionista tendido en la lona.