Ante la poca voluntad del gobierno de Iván Duque por darle continuidad a los procesos de sustitución de cultivos ilícitos en el Cauca, las comunidades han tenido que ser más proactivas en función de evitar los constantes choques con la fuerza publica que han incrementado en el marco de la pandemia.
Pues bien, la Coordinadora Nacional de Cultivadores de Coca, Amapola y Marihuana -Coccam- ha sido muy estratégica en dar ejemplo de que si se puede establecer un dialogo fraterno entre la fuerza publica y las comunidades, en medio de un entorno estructuralmente hostil que los enfrenta desde realidades correlativas. Por eso, quiero hacer esta nota, para mostrar el este video, grabado el primero de agosto, en el que las comunidades campesinas de municipio de Miranda, Cauca, entablaron dialogo pacifico y aparentemente cordial con miembros de la base militar ubicada en el cerro de Calandaima.
Todo esto, como un llamado a la reflexión. Un soldado fácilmente puede ser el hijo o el hermano de un cultivador de coca en el Cauca, o en cualquier región de Colombia. Y un cultivador de coca no es un narcotraficante, sino un campesino común y corriente, como cualquier otro cuyo actividad económica ha tenido que abrazar las dinámicas de producción de una etapa del narcotráfico por pura y física necesidad. Por eso, es posible que la estructura social de este país, con intermediación activa de un gobierno que no es amigo de la empatía, provoque choques entre dos realidades que de por si pertenecen a un escenario naturalmente entrelazados y que, por ende, deberían mantenerse en armonía.
Hay que fomentar y trabajar en la cultura del dialogo.