Adriana Villegas despertó la indignación nacional con esta columna publicada en el diario La Patria de Manizales en donde denunció los violentos cánticos machistas con los que el ejército anima a sus tropas:
En un comedor hay dos señores, un niño y una niña. Los hombres conversan con el niño delante de la niña y de su madre, quien está de pie, sirviéndole café a los caballeros. Lo que ellos le dicen al niño es “Lo entendiste ¿no? Ahora grábate esto: definitivamente mujer que no *** es hombre”. Jajajajajaja... Después de las risas el otro adulto dice: “por eso es que las matan”. Vienen más risas entre los dos hombres que actúan como si la niña y su madre no existieran. El chico escucha paralizado.
El video no incluye la palabra que cualquiera puede completar por haberla oído infinidad de veces: “mujer que no jode es hombre”. La escena hace parte de una campaña de Unicef que se llama “No es broma, es violencia”. Salió el fin de semana pasado, con ocasión de la celebración del Día Internacional de la Niña, y al final trae una leyenda que dice: “La violencia de género afecta a niños, niñas y adolescentes. Edúcalos sin violencia”.
Vi este mensaje el lunes festivo al final de la tarde. Casualmente un rato después mis vecinos soldados salieron a trotar y a cantar. Mi hija y yo los escuchamos desde mi habitación y lo que oímos no nos gustó: no fue broma, fue violencia.
Hacia las 7:30 p.m. del lunes festivo un grupo del Batallón Ayacucho trotó 60 vueltas en una calle cerrada. Sé la cantidad porque al cruzar por un punto gritaban: “van 25, faltan 35”, y luego “van 26, faltan 34”. El espacio entre cada conteo lo llenaron con cantos en los que los reclutas repetían en coro lo que gritaba su jefe: su dragoneante, su cabo, su sargento, su teniente, su capitán, su mayor, su coronel, su general. Da igual.
El vecindario entero oyó al pelotón. Cantaron sobre los bigotes de Lucifer, matar delincuentes, la sed de sangre subversiva, la guerra, el betún de las botas, “sube sube guerrillero, que en la cima yo te espero con granadas y morteros”, “los hombres cuando ven un buen trasero” y “taca t ca taca taca taca taca ta”. Izquier, 2, 3, 4.
Un minuto antes de morir / Escuché la voz de mi novia / Que con voz de perra me decía /Si te mueres se lo doy al policía.
Porque yo soy, ja, soy, ja, el vampiro negro / Yo nunca tuve madre, ni nunca la tendré / Si alguna vez yo tuve con mis manos la ahorqué. / Yo nunca tuve novia, ni nunca la tendré, / Si alguna vez yo tuve, los ojos le saqué.
Cuando se muera mi suegra / que la entierren boca abajo / por si se quiere salir / que se vaya más abajo. / Con los huesos de mi suegra / voy a hacer una escalera / pa´ bajar a su tumba / y patear su calavera. / Con los pelos de mi suegra / voy a hacer un estropajo / pa´tallarle a su hija / el ombligo y más abajo.
Mientras los oía recordé a la niña embera de 12 años violada por siete soldados en Pueblo Rico, Risaralda, hace 4 meses. La Procuraduría dijo esta semana que tiene pruebas de que los soldados llamaron a otros por celular para invitarlos a participar de su barbarie. Pensé en ella y en las víctimas de los 118 integrantes del Ejército investigados por delitos sexuales contra menores de edad desde 2016.
No es broma, es violencia.
No son casos aislados.
No son manzanas podridas.
Esta columna le trajo problemas a la periodista ya que fue llamada a comparecer por parte del ejército, un acto de probable censura que preocupó al director de la FLIP Johnatan Bock:
Vuelve y juega, intimidar a quién denuncia, esta vez el @COL_EJERCITO @Adrivillegas publicó hace unas semanas una columna denunciando las rimas misóginas y violentas que cantan los soldados e sus entrenamientos. https://t.co/0aOW3tJBDa
Y ahora, el Ejército la cita. 👇
— Jonathan Bock (@goodluck_Bock) November 12, 2020
Es ingenuo pensar que estas diligencias no intimidan a los periodistas. Además, lo que la periodista pueda contar sobre lo que ha publicado ya es público, basta con leerla. pic.twitter.com/8rE1co0fnM
— Jonathan Bock (@goodluck_Bock) November 12, 2020