Fuerzas federales, bajo la orden del Estado Federal de Michoacán, se enfrentaron con las autodefensas y según varias fuentes como consecuencias de estos enfrentamientos murieron entre dos y cuatro civiles. Horas después el noticiero de Televisa con Joaquín López Dóriga transmitió una falsa entrevista a José Manuel Mireles Valverde, unos de los principales líderes de las autodefensas de Michoacán, donde éste anunciaba el regreso de sus miembros a sus lugares de origen, información que más tarde fue negada por el mismo sujeto a través de un vídeo en youtube, donde rechaza el desarme del grupo. Esta noticia ha generado una gran controversia en las redes sociales, donde las opiniones acerca de Mireles son muy diversas. Sin embargo, más allá del papel que desempeñan dentro del conflicto, está el hecho de las consecuencias que generan los enfrentamientos, no solo contra los grupos narcotraficantes, sino también contra el ejército mexicano.
Los pueblos latinoamericanos no solo tienen en común la cultura, la calidez de sus habitantes o las riquezas de su suelo; también tienen en común la violencia y el dolor. El pueblo colombiano ha vivido la peor crisis humanitaria del continente. Desde las fosas comunes y los ríos, los miles de desaparecidos claman justicia; por eso, a muchos colombianos nos estremecen las noticias provenientes de México, país que vive una crisis por el narcotráfico similar a la vivida por Colombia en las ultimas décadas del siglo XX y donde se vienen gestando grupos de autodefensas, específicamente en Michoacán, liderados por el médico José Manuel Mireles Valverde.
Ante esta problemática, es necesario que el gobierno mexicano, en lugar de seguir permitiendo el desarrollo de estos grupos ilegales, establezca una política de acción que evite la violencia, como único mecanismo para la supervivencia del pueblo. De otra manera, estarían enfrentando el crecimiento de grupos armados, cuya única finalidad sería brindar la seguridad que el Estado no brinda, pero a través de la muerte y la barbarie. México debe verse en el espejo de Colombia. Si no crean poder popular, vivirán no solo el terror del narcotráfico, sino del paramilitarismo; un terror que además de inundar nuestros pueblos con cadáveres, producto de las más viles masacres; se extendió a la política, al Congreso de la República y dejó al país sumergido en una crisis institucional que aun no hemos podido superar.