El siglo XXI ha sido catalogado por muchos como la "era de la información". El fácil acceso a la información simplifica progresivamente nuestra cotidianidad. Desde hace un poco más de un lustro no necesitamos pertenecer a un medio de comunicación para difundir una noticia, tampoco poseer una cámara profesional para tomar fotos perfectas, ni desplazarnos hasta alguna tienda para alquilar o comprar una película. De igual manera, ya no tenemos que esperar un eón a que una central de taxis nos envíe un servicio. El camino que va del teléfono a la central y desemboca en el radioteléfono es cuestión de antaño.
La aplicación Uber ha causado polémica desde su salto al mercado, y ha generado renuencia entre los gremios de taxistas alrededor del mundo. Estos, en varias ocasiones han ejercido su peso político para restringir la aplicación, de una manera descaradamente arbitraria. Los gremios aducen que este servicio elimina los cupos para los taxistas, ergo afecta a las familias que se sostienen con esta profesión. Otros hablan de una competencia desleal. Cuando llegaron al país aplicaciones como Tappsi o Easy Taxi, el gremio no se escandalizó de tal manera, de ahí la inconsecuencia de los taxistas. Hoy vemos como los perritos con cabezas saltarinas son reemplazados por tabletas, y los conductores pueden acceder a millones de carreras cada mes gracias a estos sistemas.
¿Realmente Uber representa una vil amenaza para el gremio taxista? Si bien la empresa ofrece una gran variedad de vehículos (desde vans hasta autos de alta gama), y un servicio exclusivo sin inconvenientes, requiere una tarjeta de crédito, un smartphone a la mano y la disposición para pagar hasta cuatro veces más de lo que cuesta la misma carrera en taxi. Claramente este es un servicio para un consumidor preferencial; en mi caso y en el de muchos, prefiero someterme a las contingencias de andar en un taxi normal. Más allá de la incongruencia y los argumentos livianos, hay un factor decisivo en este asunto, y es el miedo imperante a perder el monopolio del transporte de pasajeros. Ante esta encrucijada la opción mas acertada, según ellos, es la pataleta cesando operaciones.
Lo que no disciernen los taxistas es la dinámica del mercado en esta situación. Y menos la de los consumidores, que al fin y al cabo son los que deciden qué servicio utilizar. Los usuarios somos conscientes de los riesgos y las falencias del sistema: la alteración de los taxímetros con el "muñeco" de marras, la negación de las carreras, los paseos millonarios, la falta de vueltas y sencillo, las infracciones que cometen algunos, el exiguo tamaño de un Spark para llevar maletas, entre otras. Por eso imponen monopolios de manera taxativa, los cuales son la respuesta a no poder (o querer) mitigar estos problemas que otros servicios si pueden. El monopolio es una muestra de obsecuencia con el poder, el miedo flagrante a perderlo y tener que mejorar para recuperarlo.
En una sociedad libre y democrática, las personas tienen el derecho congénito de asociarse e intercambiar bienes y servicios según sus intereses, siempre y cuando esto no vaya en desmedro de los demás. Coartar esto, es anular la competencia y el desarrollo de la sociedad. Quien quiera trabajar con Uber está en su pleno derecho, siempre y cuando obtenga su licencia. Quien quiera pedir este servicio es libre de hacerlo. No nos dejemos engañar por triquiñuelas y pataletas sin fundamento.
Juan David Torres
@jdesign9615
