Colombia se enfrenta hoy a una prematura campaña presidencial que ya reconoce 40 precandidatos para las elecciones del 2022. Entre ellos hay personas de alto nivel, de reconocida trayectoria en el país que tienen todo el derecho de estar en esa contienda con serias posibilidades de ganarla. Pero la gran mayoría no tiene los mínimos requisitos para siquiera soñar con llegar a esa posición: no tiene experiencia, ni carrera en el sector público, y menos el reconocimiento necesario a menos que le pongan los votos uno de esos partidos que han demostrado poco criterio para seleccionar a sus candidatos.
En un país como Colombia con una clara crisis de liderazgo que todos reconocemos, de la noche a la mañana resultamos con el mayor número posible de aspirantes presidenciales. Recuerdo perfectamente cómo a finales de los 80 en Chile, se identificaba como una especie de milagro político que se reconocieran claramente 4 o 5 personas que podían competir en igualdad de condiciones por el primer puesto de la Nación. Se consideraba un verdadero lujo que demostraba cómo la dictadura había sido la oportunidad para que muchos, todos hombres, se prepararan para ocupar esa altísima posición. Y resulta que hoy los colombianos tenemos 40; de dónde, por favor, salió ese inmenso número de aspirantes.
La explicación que merece ser estudiada es que este fenómeno obedece al "Efecto Duque". Es decir, como ya tenemos un presidente que llegó sin la preparación mínima para ejercer ese cargo, ahora resulta que todo el mundo cree que puede o mejor debe ser presidente de Colombia. Pareciera entonces que los costos que está asumiendo el país por la inexperiencia del presidente Duque, en vez de prender luces rojas y advertir que nunca y menos ahora ante la inmensa crisis de la pandemia, el país puede correr el riesgo de repetir una presidencia donde su cabeza no tenga la trayectoria necesaria, se baja el perfil del presidente colombiano. No es cualquier baja, es a niveles que no dan ni siquiera para ocupar un ministerio. Es decir, cualquiera puede ser llegar a manejar este país en vez de reconocer profundas fallas de este gobierno.
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Como ya tenemos un presidente que llegó sin la preparación mínima para ejercer ese cargo, ahora resulta que todo el mundo cree que puede o mejor debe ser presidente de Colombia
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Para solo mencionar algunas: nunca se había tenido un equipo ministerial tan de bajo nivel. En un país lleno de gente capaz estamos en manos, con honrosas excepciones, de gente que está en esas altas posiciones por fidelidad a un partido y no por sus capacidades profesionales. Ministros improvisados que llegan a aprender; ministros invisibles que ni se escuchan; viceministros que nunca han debido llegar a ministros; un cuerpo diplomático que es una verdadera vergüenza con embajadores ignorantes que ni siquiera hablan otro idioma y que no manejan bien el español. Y así una larga lista de funcionarios de todos los niveles que dejan un sabor de desgobierno en momentos críticos. Para no hablar de los nombramientos en los entes de control. El Fiscal, para solo nombrar uno, es un personaje que nunca ha debido llegar a esa posición. Pero es íntimo del presidente Duque. Siempre ha habido roscas pero las de este gobierno superaron los límites aceptables.
Cómo es posible que la salida sea repetir el modelo, cuando frente a problemas que se han debido resolver de manera eficiente como el tema de las vacunas, se demuestra que el presidente y su gobierno son más ruido que hechos. Lo lógico es aprender de la experiencia como hizo Estados Unidos, y ante un desastre como Trump la respuesta fue no repetirlo y nombrar a alguien con suficiente trayectoria. Los resultados son obvios. Estados Unidos está retomando la ruta perdida pero aquí queremos continuar semejante camino.
Es hora de reflexionar. El 2021, 2022, 2023 por lo menos serán muy difíciles. Improvisación no es el camino sino que por el contrario se necesita experiencia, conocimiento del país y haberse probado en el manejo de lo público. Pocos muy pocos de esos 40 precandidatos cumplen con lo mínimo para no repetir este doloroso período cuyos costos no obedecen solo a la pandemia, por favor. Es una luz roja: el efecto Duque no puede dominar la campaña presidencial del 2022.
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