La infección reciente por el virus del Ébola y el temor a que se convierta en una epidemia en Asia, Europa, Estados Unidos y América Latina es la ratificación de que la preservación de la salud en el mundo y la lucha contra las enfermedades se convirtió en un asunto de intereses económicos particulares predominando sobre el bien común de la humanidad. No hay derecho a que un virus que tuvo su primera manifestación en el año de 1976, en la antigua Zaire, y que luego de ello ha tenido 25 brotes epidémicos más hasta el actual, no haya sido estudiado de manera adecuada.
La razón es clara y dolorosa: al ser considerado un virus que tenía repercusiones solo en el África, entre la gente más pobre y olvidada, los recursos públicos de las instituciones internacionales y el dinero privado de las transnacionales de fármacos nunca llegaron a los investigadores interesados. El resultado es vergonzoso: 38 años después no se conocen, con certeza, los reservorios naturales del virus, ni existen vacunas, ni tratamientos antivirales efectivos.
Solo, ahora, cuando el mundo occidental siente el peligro en carne propia, ahí sí han recordado que su letalidad supera el 70% de los casos y que es fundamental entender mejor si son los monos o los murciélagos de la fruta ( como plantea la última edición de 2014 del Virology de Fields) sus reservorios naturales y algunos se han acordado que ya existió una infección del Ébola en Occidente, en cuatro personas de la población de Reston (Virginia), que se infectaron, en el año de 1989, al estar en contacto con monos Macacos procedentes de Filipinas. También se acordó el banco Mundial que las pérdidas económicas en África han llegado a los 7.000 millones de dólares y que si no se toman verdaderas medidas globales de salud pública, los costos llegarán el año entrante a los 32.0000 millones de dólares, condenando a Liberia, Sierra Leona, Guinea y Nigeria a la miseria de sus pueblos por las siguientes cuatro generaciones.
¿Está a salvo Occidente de una epidemia por el Ébola? por supuesto que no. Además de la cadena de contactos comprobados en los Estados Unidos, es imposible tener un control adecuado sobre la inmigración ilegal del mundo actual. Tampoco Colombia está a salvo del ingreso del virus al territorio.
Entonces, por fin se debe hacer lo que no se hizo, y conocer a fondo el virus para controlarlo mediante una investigación seria, que requiere una inversión económica importante. La semana pasada el presidente Barak Obama se comprometió, por fin, a financiar esta investigación. Que tal que no tuviera sus raíces paternas en Kenia.
Un último comentario para la reflexión: algunos historiadores y epidemiólogos de la medicina, como son Duncan y Scott, encontraron evidencias de que algunas manifestaciones de la denominada peste negra medieval, en la Inglaterra rural del siglo XIV, no fue causada por la peste bubónica y su bacteria Yersinia Pestis, sino por un virus letal que produjo una fiebre hemorrágica y que ellos creen que fue el Ébola u otro flavovirus similar. A lo mejor no es tan joven el Ébola y no siempre mató, de manera exclusiva, a los africanos. La prepotencia de Occidente tiene relación con la pérdida de su memoria histórica.