De acuerdo con la ONU, cerca de 4,2 millones de venezolanos han abandonado su país, de ellos, alrededor de 1,4 millones han optado por permanecer en Colombia. La situación es delicada y amerita medidas humanitarias que permitan a los migrantes integrarse al país. En este sentido, celebro la resolución 8470 de 2019 de la Registraduría Nacional del Estado Civil que le otorga la ciudadanía colombiana, con todos sus beneficios a las niñas y niños de padres venezolanos nacidos en nuestro país a partir del año 2015. Se trata entonces de acoger a 24.000 niñas y niños que a partir del 20 de agosto tendrán todos los derechos que otorga la Constitución de Colombia a sus nacionales.
En este sentido, resulta claro que este fenómeno está cambiando las dinámicas sociales, económicas y culturales del país y que no hay otra opción más que la integración. Por otra parte, no hay que olvidar que Colombia ha sido y continúa siendo fuente de migración a la región. Sobre esto, las cifras colombianas son significativas, solo que la atención ha estado centrada en los últimos años en la migración venezolana, pero la verdad es que aún muchos colombianos y colombianas no encuentran espacios para su desarrollo profesional o laboral en el país. A la par, existen muchos que deben migrar por razones de seguridad por lo que no se trata de un fenómeno restringido al contexto venezolano.
Por otra parte, el asunto venezolano no es sencillo o producto de unas políticas mal enfocadas, como de forma repetitiva y con nulo sentido crítico lo enfocan los diversos medios periodísticos que abordan la situación, siempre desde la misma narrativa. Para la mayoría de ellos, afines a defender una perspectiva limitada a unos intereses comerciales, económicos y políticos, la noticia es siempre la misma.
Esta óptica de blanco y negro, deja de lado el contexto de fondo, ignora de forma deliberada que ninguno de nuestros países depende de sí mismo para solventar sus problemas económicos, porque desde nuestra supuesta independencia, hemos vivido en constante dependencia de otros, sea Estados Unidos o la Unión Europea, el FMI o el Banco Mundial. Lo anterior resultó evidente la semana pasada cuando el peso colombiano, producto de la guerra comercial entre China y Estados Unidos se desplomó, convirtiéndose en la segunda moneda más devaluada a nivel mundial. Esa situación evidencia lo frágil de nuestra economía y la delicada situación que enfrenta el gobierno para resolver el problema.
Los problemas de escasez de alimentos, de medicinas, etc.
no son solo responsabilidad de Miraflores, sino producto del conjunto de medidas
adoptadas para presionar al gobierno venezolano
Ahora bien, traslademos el tema al país vecino, donde los problemas de escasez de alimentos, de medicinas, etcétera, no son solo responsabilidad de Miraflores, sino que son producto del conjunto de medidas adoptadas para presionar al gobierno venezolano. Sobre esto cabe preguntarse entonces si resulta justo condenar a la ciudadanía a semejante drama humano, por un asunto de discrepancia ideológica. No se trata entonces de ser o no amigo del presidente Maduro, eso resulta simplista y demuestra un muy limitado entendimiento de las brutales dinámicas neoliberales. Se trata de defender el derecho de autodeterminación de cada Estado, se trata de indignarse ante las prácticas inmorales que se continúan cometiendo contra Venezuela en nombre del capitalismo, la globalización y las políticas neoliberales impulsadas por gobiernos e instituciones internacionales que siguen insistiendo en asumir una postura colonialista sobre nuestros países. Ese es el fondo verdadero del problema. Es precisamente por estas prácticas abusivas e injustas con los y las ciudadanas de Venezuela, que quienes creemos en la democracia y el progreso apoyamos a estos países, que realmente han asumido con dignidad su verdadera independencia del dominio colonial.
