El desplazamiento interno ha llegado a ser tan grave, que el drama humanitario que caracteriza a Colombia ha sido comparado con casos como el de Sudán y otros países del Medio Oriente. Con este flujo migratorio tan masivo, es inevitable preguntarse ¿a dónde han llegado todos estos refugiados?
Mientras que la cantidad de migrantes y refugiados colombianos ha aumentado en los últimos años, países vecinos han visto flujos entrantes similares. Aproximadamente 1.000 personas, con sus familias desmembradas y poco más que la ropa que llevan puesta, entran cada mes a Ecuador escapando de la violencia que azota Colombia. Un éxodo que el proceso de paz que adelanta el gobierno colombiano no logra contener. El enfrentamiento que continu,a a pesar de los diálogos en Cuba, ha convertido a Ecuador en el mayor receptor de refugiados en América Latina, de los cuales el 98% es de origen colombiano. Con este flujo binacional de migrantes, se ha creado un sinfín de problemas socio económicos entre los países hermanos.
La vida de un refugiado no es fácil, ya que cada día se enfrentan con problemas como la falta de integración a la comunidad local, la discriminación, y la violencia. Es irónico, ya que el refugiado colombiano huyó de su país en busca de algo mejor. Aunque ya no se encuentren perseguidos por las FARC o vivan con el miedo de ser secuestrados, los refugiados que viven en el exterior no han podido evitar el maltrato y la discriminación.
Diana llegó a Ecuador en Junio con sus tres nietos, entre cinco y 10 años de edad. Su único hijo fue sacado a la fuerza de su morada en el departamento del Huila, en el suroeste de Colombia. Nunca volvió, y Diana asegura que fue asesinado. Esta mujer temió por su vida y la de su familia ante las represalias que pudieran tomar los armados, y emprendió un viaje en autobús de miles de kilómetros hasta Tulcán - una ciudad ecuatoriana localizada cerca de la frontera colombiana. El día que la conocí, la ayudé a llenar una encuesta para nuestra investigación sobre redes de migrantes y refugiados en Ecuador - Diana nunca logró graduarse de primaria y no sabia leer ni escribir. A pesar de estos impedimentos, me aseguró que ella se sentía bendecida y todos los días le daba gracias a Dios por el país que le brindó una segunda oportunidad.
María, madre soltera oriunda de Tuluá, llegó a la ciudad de Santo Domingo con cinco de sus 10 hijos debido a varias amenazas de grupos armados. Ella recorría las calles de su barrio vendiendo jugos naturales en coche para mantener a su familia. A pesar de su honesto y noble esfuerzo para salir adelante, María me contaba que la situación de un refugiado es bien difícil porque a pesar de tener los documentos en regla, los propietarios de viviendas no les arriendan una habitación por el hecho de ser colombianos. Sin embargo, a pesar de las adversidades, María me decía que le tocaba trabajar para poder comer y estar siempre alegre.
En la capital, me encontré con Ruth, una refugiada oriunda del departamento de Antioquia, que asistía semanalmente a nuestras capacitaciones sobre resolución de conflictos en la Iglesia Menonita de Quito. Ruth* me contaba que a su hija de 7 años le gritaban todos los días en la escuela ‘colombiana guerrillera,’ ‘ladrona,’ ‘narcotraficante,’ y ‘prostituta,’ entre otras cosas. La niña solía llegar a casa llorando destrozada. Ruth* se sentía entre la espada y la pared, ya que volver a casa no era una opción y de alguna manera u otra tenia que acoplarse a su nueva vida en Ecuador.
Estas historias son solo 3 ejemplos de los miles de casos de discriminación que ocurren a diario en el Ecuador. Es más, del 98% de refugiados colombianos que viven allí, el 58% de ellos señalan haber sentido discriminación tan solo por su nacionalidad. Además de la nacionalidad, los desplazados comparten otros rasgos: son pobres, sin ninguna protección social, con familias rotas por la violencia y un miedo latente hacia los grupos armados, los cuales los hacen vulnerables al maltrato y la exclusión social.
¿Cómo podemos mejorar las realidades de aquellas personas que ya han sufrido lo suficiente? En mi opinión, los países latinoamericanos carecen de dos cosas fundamentales que países como Canadá han logrado implementar exitosamente: la educación y la tolerancia. Esta realidad la hemos vivido en un país caracterizado y reconocido a nivel mundial por su inclusión masiva de migrantes y refugiados. Por lo tanto, para cambiar la forma de actuar en nuestros países, tenemos que aprender a ser más tolerantes y dar ese ejemplo ante los demás. Tenemos que educarnos a ser más abiertos, educarnos a ser más comprehensivos, educarnos a ser más empáticos. Tenemos que aprender a aceptar al otro de igual a igual.
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