Pensando en la situación actual, creo que es más urgente que nunca pensar en la salud mental. En todos estos años he podido notar que Colombia es un país con altos índices de enfermedades mentales, pero eso nunca se toca, nunca se habla de ello. Estamos forzados a sobrevivir, no podemos darnos el lujo de pensar en algo tan abstracto como nuestra propia mente.
No hay ni ha habido un programa de salud mental lo suficientemente eficaz para poder afrontar estos problemas como debe ser. Lo cierto es que para empezar a resolver un poco la situación de violencia que por tanto tiempo nos aqueja es mejorar la condición social del país y eso incluye un sistema de salud digno y eficaz que pueda manejar, entre otras cosas, las enfermedades mentales.
Aquí viene otro punto que me gustaría abordar y es el tema de las adicciones. Se sabe que hacen parte de las enfermedades mentales y requieren un tratamiento que incluya el ámbito social y cultural. El consumo de drogas no es la excepción, pero lo que resulta contradictorio es el abordaje que ha tenido en Colombia. Quizá verla desde un punto de vista punitivo puede resultar más conveniente, no obligaría a la legalización.
Surge, entonces, una pregunta, ¿la legalización implicaría una reforma total a la salud que requiera otro enfoque de la psicología y la psiquiatría en el país? Además del ejercicio médico, también habría que repensar el tema del consumidor. En este momento su conducta concierne al ámbito jurídico, con la legalización sería necesario verlo más como un paciente que como un criminal y eso provocaría un gran impacto en el sistema de salud colombiano.
La salud nunca ha sido una prioridad para el Estado colombiano y los problemas de salud mental están en el último lugar de la atención social y médica. El conflicto emocional es el resultado de toda una problemática de décadas de guerra interna que no ha sido resuelta por intereses políticos. Sumado a ello está la ausencia de la vocación de servicio de servidores públicos que ven sus cargos como medios de enriquecimiento personal, de ahí que proyectos de ley como la última reforma la salud o casos como el cartel de la hemofilia sean escándalos frecuentes.
Tomará tiempo hacer cambios, pero hay que empezar a reflexionar sobre esta realidad y hacer que agentes sociales como la academia empiecen a intervenir de manera más activa en el diseño de soluciones que refuercen el ejercicio de la salud como un derecho y no como un negocio.