No cabe duda, el negro donde se pare llama la atención. No podía ser de otra forma con sus casi 190 centímetros de estatura y su portentoso estado físico. Por eso la gente que anoche estaba en el muelle internacional se detenían a ver a Phil Jackson Ibargüen. Algunos niños se acercaron a pedirle un autógrafo creyendo que era alguien importante, incluso, uno podía escuchar a un par de señoras cuchichear que ese moreno mínimo “Era de la selección Colombia”; en cierta manera no estaban tan equivocadas.
A los 19 años este delantero fue convocado por el técnico Eduardo Lara a la Sub-20 que participaría en el Torneo Esperanzas de Toulon gracias a la impresionante temporada que realizara con el Cortulúa, club en el que militaba en ese entonces. El año era el 2004 y empezaba a surgir la gran generación de jugadores colombianos que hoy deslumbra al mundo. Freddy Guarín, Camilo Zuñiga y Pablo Armero eran sus compañeros de equipo. En el segundo partido que jugó esa selección en el campeonato Lara lo puso de titular. Ibargüen pagó esa confianza con el 2-1 que a la postre le daría la victoria al equipo tricolor contra Turquía. El otro gol de ese partido lo hizo el otro punta con el que jugaba ese equipo: Radamel Falcao García.
El buen nivel mostrado en Toulón hizo que varios equipos del viejo continente pusieran los ojos en él. Los empresarios, en su afán de ganar dinero a como dé lugar, exportan a nuestros muchachos sin haber madurado lo suficiente, muchas veces truncando para siempre una exitosa carrera. Ese es el caso de Juan Pablo Pino, Danilson Córdoba o Johnnier Montaño. A los 20 años abandona el país para irse a jugar al Delfín, un equipo de media tabla del fútbol ecuatoriano. Después de estar un año allí su sueño de jugar en Europa se cumple y es contratado por el Pacos Ferreira de la Liga portuguesa. Venía haciendo una excelente campaña cuando se fractura el metacarpo. La lesión es delicada, requiere estar varias semanas fuera de las canchas y cuando ya está apto, no es tenido más en cuenta por su técnico.
La Cancillería de Colombia junto al Ministerio del trabajo, fueron los que más estuvieron al tanto para sacar adelante el caso del futbolista | Foto Cancillería de Colombia
Pablo Bernardo, el empresario portugués que lo llevó a Europa le aconseja jugar en la tercera división de ese país para tomar ritmo de competencia. Vuelve a reencontrarse con el gol y en cuestión de días regresaría a jugar en primera. Es entonces cuando aparece un oscuro agente balcánico que le aconseja irse al fútbol de Bosnia a probar suerte “El tipo me convenció porque me decía que en un club de tercera nadie me iba a mirar, que no había nada como jugar en primera división, así es que me fui para allá” Recuerda el tocayo del exentrenador de Michael Jordan mientras espera impaciente que aparezca Sandra Mitrovic, su esposa a la que no veía desde hacía nueve meses.
Al principio todo parecía salirle bien al artillero colombiano. Los pagos llegaban puntuales durante la primera mitad de la temporada y tuvo la fortuna de conocer a la mujer con la que tiene dos hijos. Después empezaría el infierno. El club bosnio en el que militaba, amangualado con su representante balcánico, aprovechó el desconocimiento absoluto que tenía del idioma para hacerle firmar un contrato en el que no ganaría un salario completo sino exiguas sumas de dinero que le impedían asumir los gastos que necesitaba para mantener a su familia. A pesar de estas terribles condiciones laborales que padeció desde Agosto de 2008, Jackson siguió dando lo mejor de sí en el terreno de juego, es por eso que dos años después un club croata quiso hacerse a sus servicios. La transacción no se dio por la exorbitante suma de dinero que quería su equipo. De tal suerte que los dirigentes de ese club le retienen ilegalmente el pasaporte un año impidiéndole, incluso, jugar al fútbol. Una vez recupera el pasaporte Ibargüen regresa al país en febrero de este año. Buscaba desesperadamente traer a su familia de regreso. Fue hasta la Agremiación de Futbolistas Profesionales, pero viendo su ya reconocida ineficacia, decide acercarse a la Cancillería, quien después de una ardua gestión consigue traer a su esposa y a sus dos hijos a Colombia.
El avión procedente de Frankfurt llega a las 7 y 35 al muelle internacional. Jackson está pegado a un vidrio con la respiración agitada y la mirada empantanada. Los periodistas lo atiborran con preguntas y a pesar de la impaciencia el futbolista responde con amabilidad. Un primo y un hermano lo acompañaban en la espera. Uno a uno los pasajeros fueron saliendo a la sala, Ibargüen los iba contando uno a uno y a medida que pasaban la desesperanza acuñada en estos infaustos años volvía a aparecer. Cabía la posibilidad de que Sandra no estuviera en ese avión.
Foto de Nelsón Cardenas
La media hora más larga de su vida culminó con la aparición de la mujer rubia y sus dos niños. La demora había sido porque una de las maletas llegó abierta. A través del vidrio Jackson veía a lo que más había añorado durante todo este tiempo. Poco importaba que a sus 28 años no tenga equipo y que su futuro profesional esté seriamente comprometido, allí estaba ella y los niños, lo único bueno que le pasó en su infortunado periplo balcánico.
