El próximo domingo 13 de marzo los colombianos saldremos a elegir el nuevo Congreso de la república (2022-2026). Esta institución está supremamente erosionada, desprestigiada y llena de baches intransitables cuya materia prima es la corrupción, un desprestigio tan avasallante que, en definitiva, la ciudadanía no estaría muy interesada en salir a elegirlo.
Pero con la salida o no a las urnas de la ciudadanía, dicho Congreso estará posesionándose el próximo 20 de julio, basta con que un número muy pequeño de votos amarrados sufraguen para así distribuir las curules congresionales entre la oscura y malévola clase política tradicional.
No quiero pensar que el fraude electoral del que tanto habla Gustavo Petro se salga de nuevo con las suyas.
Los resultados deberían ser producto de una sana competencia entre contrincantes ideológicamente diversos, pues, la mecánica electoral no determina la democracia en sí misma.
Trascender la democracia representativa y entrar por los caminos de la participativa con diversidad de mecanismos que la aúpen, ayuda a determinar que esa democracia goce de buena salud porque toda la población, no solo ciudadana, entra a debatir, proponer, decidir de acuerdo a los intereses nacionales, gremiales, grupales.
Pero no solo se puede desterrar esa falsa democracia (la participativa), también se hace impajaritable reconocer que para que esta sea saludable, todos los componentes que participan de ella deben tener la misma facilidad para intervenir en los diversos asuntos de la localidad, ciudad, departamento o de la nación; es así como se construye un modelo participativo que sea llevado por todos los individuos interesados a un buen puerto.
Lastimosamente, la realidad es otra. En una nación como la colombiana, donde la democracia está ausente, se hace necesario recuperarla para el bienestar de toda la población, y el domingo próximo puede ser una oportunidad para avanzar.
La elección del Congreso y las Consultas presidenciales son el objeto del evento. Para que dicha elección sea legal y justa debe la ciudadanía dejar la apatía; es cierto que, y acudiendo al clásico de David Mathews, Política para la gente (1994), la ciudadanía electora ha sido expulsada de la órbita de sus representantes, dejando el sabor amargo del olvido de sus representantes hacia ella.
Aunque esta obra tiene sus análisis en una nación como los Estados Unidos del año 1994, parece ser que esas ideas se reflejan ampliamente en la Colombia de 2022.
¿Para qué votar si los políticos solo se preocupan por sus intereses?, ¿para qué ir a las urnas si lo que hacen es manipular mi voto con falsas promesas y lemas postizos que simplifican vulgarmente las ideas de una campaña, cuando las tienen?, ¿para qué votar si la mayoría de candidatos muestran su mezquindad tratando de ganar votos desprestigiando al contendor? es más, a la gran población “ les cuesta trabajo creer que los ciudadanos puedan desempeñar un papel significativo en la política” (p. 22) y peor aún, al sentirse utilizada, lleva a que la desmoralización en la política sea más profunda y constante, se demuestra en frases tan subjetivas como: “todos son lo mismo”, “vote o no, mañana me tengo que levantar a trabajar, ellos no me llevarán la papita a la casa” creyéndose ante sus representantes, moralmente superiores, pero además, estigmatizando y llenando de prejuicios la actividad política.
"La Política solo le interesa a quienes van decididos a robar y a hacer negociados” es su lamentable síntesis. Más allá de que dicha ciudadanía desmoralizada tenga o no la razón, es un mensaje que ofrece un diagnóstico preocupante que necesita una cirugía de alto nivel.
La democracia ha sido reemplazada por oligocracias, plutocracias, cleptocracias, narcocracias, necrocracias, o sea, por lo que vicia a lo que en términos amplios es la democracia, poder del pueblo, pero poder decisorio.
La mafia política colombiana, que es una importante mayoría, se ha cooptado, por intermedio de la clase económica, los medios para adoctrinar y alienar a la ciudadanía. Para nadie es un secreto que los medios mueven las campañas, y los ciudadanos, han perdido la voz en pos de poderes ocultos y no tan ocultos. La manipulación de masas está al orden del día.
La democracia representativa que murió con la Constitución de 1886, se mantiene vigente en la práctica, mientras que la participativa es muy limitada; más aún, se supone que la primera democracia elige representantes de la ciudadanía, porque, como lo dice la palabra, representa los intereses de los ciudadanos, aquellos que no pueden sentarse en una curul por incontables razones que en este espacio no abordaré.
El mismo Mathews (1994) que, en una democracia tan imperfecta como la estadounidense, valora la representatividad, considera que: “la gente piensa que el dinero ha corrompido el sistema político” (p. 24).
La ciudadanía que sale el próximo domingo a las urnas no solo lucha contra la corruptela y las criminales empresas de compra de votos, sino contra el gobierno Duque que ha intervenido groseramente en política; y en contra del registrador Vega, instrumento puesto por las mafias políticas para hacer el fraude que, al decir de Gustavo Petro, ya se está dando, haciendo alusión a los actos non sanctos que se presenciaron hace algunos días en el consulado de Miami. Otros consulados estarán actuando de la misma manera, pues, al parecer es política de Estado.
La elección de jurados que representan a los partidos políticos tradicionales, la no elección de aquellos gremios que normalmente son oposición deja muchas dudas.
El fraude se hace en las mesas de votación y buena parte de esos jurados están para hacer la tarea que, bajo cuerda, se les asigna. Lavaperros del sistema que están decididos a lo que sea por tener contento a su amo.
Frente a lo anterior y muchas más tretas, “el ciudadano se pregunta si tiene todavía el poder primario que se necesita para producir el cambio o para hacerse oír. Y con tristeza señala: ‘los ciudadanos forman parte de un grupo silencioso en el que nadie se fija’” (Mathews, 1994, p. 24).
Pero no tan rápido, si bien la apatía es general, 2022 llega con ingredientes fuertes y picantes. Las encuestas sostienen que la ciudadanía quiere salir a participar, y dentro de esa ciudadanía los jóvenes, reyes del abstencionismo van a ser jugadores determinantes del proceso.
2019 y 2021 fueron años de la toma de conciencia, del sacrificio, del despertar de la ciudadanía, del descubrir la careta del enemigo; 2022 deberá ser, en todo caso, el año de la determinación, de la decisión, del inicio de la transformación de la nación, en otras palabras, de la democratización del Todo que conforma al Estado. Es el turno de la Primera Línea Votante.
Va a ser la lucha de miles de millones de pesos invertidos en campañas sin ideas contra la utopía de la democracia honesta, limpia y real.
Una pugna entre la corrupción y las nuevas ciudadanías; una guerra entre el ancien regime colombiano contra la nueva sociedad de los derechos plenos. Una guerra abierta entre los medios de comunicación del establecimiento contra nuevas maneras de comunicar como el caso de influenciadores, youtubers, tiktokers.
Es una verdadera guerra por la liberación popular de un poder oscuro y asesino que está decidido a llegar a las últimas consecuencias por mantener el poder. El asesinato, la masacre, el magnicidio no están descartados.
Los medios que trivializan una campaña desprestigiando a los candidatos que se oponen al statu quo, poniendo como problema ético el que un candidato porque utilice zapatos Ferragamo a pesar de ser de izquierda; de magnificar un codazo (reprobable de todos modos) en un acto deplorable cuando existen situaciones aberrantes por parte de los políticos gobiernistas, muchos de ellos despojadores de tierras y desplazadores de campesinos, otros que utilizan el poder sexual y económico para manipular ingenuas políticas de pipiripao.
Cuando destapar un escándalo de un político gobiernista es elaborado y presentado por medios independientes, desdiciendo de la neutralidad y objetividad que cualquiera de ellos debiera tener como parte de la ética periodística.
La distorsión informativa, el sesgo, el ocultamiento o, el trato superficial de los escándalos de la corrupción de sus amigotes aleja a la ciudadanía de la verdad como base de la justa información, un derecho fundamental de obligatorio cumplimiento. ¡Confunde y reinarás!
Mathews (1994) muy acertadamente explica que los medios les dan un giro negativo a los sucesos: “Recorridos callejeros en busca de escándalos personales, asedio a la vida personal de los políticos, desarrollo de enfrentamientos intrascendentes entre candidatos y funcionarios del gobierno es la clase de cubrimiento que molesta a mucha gente” (pp. 27-28).
Toda esa barata ola (des)informativa hace dar la impresión de que, en palabras de Mathews, “prácticamente todo está mal” (p. 29).
En Colombia la ciudadanía se hastió de eso, las encuestas presidenciales así lo certifican, al igual que la herramienta de IA en el sondeo sobre la favorabilidad o no de los candidatos a Casa de Nariño.
La política manipulada por los mass media siempre estará presente. La ciudadanía kantianamente mayor de edad decide que no la escucha más y decide con madurez su voto.
El domingo 13 hay que salir a votar. Es vital para la democracia renunciar a vender el voto, si bien hay apatía, es prioritario dejarla ese día en casa y beber una pócima de optimismo frente al cambio que todos los ciudadanos demócratas deseamos con anhelo; es fundamental votar por un cambio, uno que de raíz tome decisiones en pro de toda la población; es deseable cambiar ese Congreso, hoy, nido de ratas gordas y fofas, nuestro voto es el Racumín letal de esta clase política inoperante.
Pero no solo votar para eliminar del Congreso a individuos que apestan, votar por la consulta del Pacto Histórico, no importa su candidato, yo por mi parte sufragaré por Francia Márquez, de lejos el símbolo del empoderamiento de la mujer de base en el liderazgo del Estado; una candidatura hermosa y valiente que merece ser aplaudida como ninguna otra.
El voto a la Cámara y Senado por el Pacto Histórico, por Fuerza Ciudadana en los departamentos donde se inscribieron listas; por los Verdes y Liberales Progresistas; por los Comunes, un gesto de apoyo a los Acuerdos de Paz; por las listas feministas de Estamos Listas, quienes apoyan oficialmente a la doctora Francia Márquez; por la lista de los médicos y empleados de la salud llamada SOS Colombia y por la Coalición de Centro Esperanza.
Por las listas indígenas que se encuentran aliadas con las coaliciones alternativas, la cámara afro, que en mi caso será por Alí Bantú Ashanti de Soy Porque Somos 301; por las listas transitorias de Paz no cooptadas por los cobardes politiqueros tradicionales ni permeadas por delincuentes del paramilitarismo ni de las guerrillas, pues, es su naturaleza acoger a las víctimas de esta sucia guerra.
Sí hay por quien votar hermanos colombianos, y aseguro que, si votamos con la conciencia limpia será un paso tan gigante como el que dio el hombre al pisar suelo lunar, “pequeño para el hombre, pero gigante para la humanidad”.
Así que el domingo a votar con conciencia transformadora. Muchos éxitos en el ejercicio democrático. La sensatez nos ilumine el alma y la inteligencia.
ADENDA: ¿Con qué objetivo Néstor Morales invitó a un debate en Blu Radio a los precandidatos del Pacto Histórico Gustavo Petro y Camilo Romero si la mecánica del programa era entrevistar solamente al senador de la Colombia Humana? ¿No hubiese sido más fácil invitar solo al líder de las encuestas y no provocar una humillación tan burda al digno y muy inteligente candidato de los Verdes? Una muestra de la prepotencia y soberbia del insufrible Morales. Eso son los medios. Vergüenza.