A veces uno no sabe qué escribir ni qué decir a quienes se aventuran a ser nuestros lectores.
Cruzamos por un momento malo para la humanidad. La muerte es el suceso cotidiano que se nos aparece por todos lados: en los noticieros, en los periódicos, en las redes sociales, en la voz asordinada del vecino que nos cuenta de la muerte cercana; la parca está presente para decirnos que los seres humanos vivimos un momento sin par.
Por otro lado, las economías del mundo venidas a menos, para muchos; para otros el momento que atravesamos es la gran oportunidad para llenar sus arcas, pero los de abajo los que estamos en la base de la llamada pirámide social y que somos aplastados por los impuestos, por la economía desbordante y deshumanizada, sentimos que el encierro a que nos tiene sometidos la pandemia cobra cada día más víctimas y que el enclaustramiento forzado produce más angustia.
Muchos son los seres humanos que prefieren el intento de conseguir el sustento desafiando a la muerte que acecha convertida en el virus y que vigila el descuido para provocar la enfermedad, que quedarse en casa sin los mínimos básicos para la subsistencia y con el hambre y las necesidades acechando su entorno familiar.
No es muy halagüeño el ambiente que vemos: las unidades de cuidados intensivos a punto de colapso; la vacuna que llega a cuenta gotas y de la que muchos recelan para su aplicación; la gente desafiando las leyes que intentan detener el aumento del contagio y ya empiezan a ser ignoradas; las calles comienzan a llenarse de seres humanos que muestran la inconformidad ante el confinamiento, ante las medidas de los gobernantes, ante los ilícitos que se comentan.
En nuestra patria, las leyes que se proponen, y que son abiertamente dañinas para la mayoría que habitamos esta patria, están lanzando a la gente a organizarse para la protesta y a prepararse para desafiar ese mandato que aplasta más y más a quienes sostenemos con nuestro aporte a cientos de vivos que han encontrado en las falsas promesas un futuro mejor que no se vislumbra, que no es esperanza, que se vuelve conflicto.
Los seres humanos estamos cambiando: el dolor y la realidad que nos acogotan nos están empujando hacia la protesta y de ahí a la revuelta general solo hay un grito…