Egan Bernal resume el sufrimiento que todo ciclista padece después de estar 200 kilómetros sobre una cicla. Egan tiene un problema fisiológico, tiene una pierna más larga que la otra. Para compensarlo usa una plantilla especial en cada entrenamiento. Eso le genera un resentimiento constante en la parte baja de la espalda.
Egan se mata en cada entrenamiento. El año pasado, mientras tuvo que quedarse en Colombia, atrapado por la pandemia, se mató literalmente entrenando. En un día recorrió 200 kilómetros de Cundinamarca. Cuando regresó a Europa tenía fatiga y todo se derrumbó durante el Tour cuando, en la etapa 13, explotó.
Egan está en un gran momento de forma, de eso no hay duda, y, aún en su peor día, sigue manteniendo una ventaja superior a los tres minutos sobre el que parece ser su peor rival, Simon Yates. Pero, ojo, hoy quedó sembrado en la carretera después del tercer ramalazo con que el inglés soltó al hombre fuerte del Ineos, se vio realmente mal, con la mirada clavada en el asfalto. Si no es por Daniel Felipe Martínez -quien soñaba ganar la etapa- que lo esperó y lo alentó Egan podría haber perdido más tiempo.
Es normal que un campeón sufra y tenga días malos. Le ha pasado a todos, incluido al mejor Froome quien sufrió lo indecible con Nairo Quintana en la penúltima etapa del Tour del 2015. El problema es si ha regresado el peor enemigo de Egan, su lumbago. La fatiga ya se notó y, lo que queda, es esperar a que se aferre, con todo su corazón, a las tres etapas cruciales que quedan: las dos de montaña de viernes y sábado, y una contrarreloj que podría hacérsele demasiado larga.
