Desde el 2005, a sus 35 años Luis Miguel empezó a perder contacto con la realidad. Refugiado en su mansión en Miami el cantante se encerró por completo y tenía sólo un consuelo: la botella de whisky. El desequilibrio tuvo una razón. Durante un concierto en Perú en el 2005 un fallo técnico le hizo explotar uno de sus tímpanos. Luis Miguel, el artista maniático por la perfección, no podía escuchar nada. Así que destapó la botella y se consoló en el vacío de la rumba sin sentido. Día y noche, en su yate, recorría el Mediterraneo rodeado de modelos y de una fiesta interminable.
Mientras tanto su carrera se iba a pique. Desde niño tuvo en su padre, el cantante Luisito Rey, a una figura vampírica que lo obligaba a usar anfetaminas para permanecer despierto. En vez de ir a la escuela Luis Miguel iba a conciertos en bares en donde poco a poco empezó a ser famoso. A los 17 años ya era el Sol de México, el artista más importante de su país desde Pedro Infante. A los 22 años, una vez muere su papá, se da cuenta de lo peor: su mamá, a quien lleva años buscando por el mundo, está muerta y Luisito Rey fue su asesino. El éxito de Romance en los años noventa fue el mejor bálsamo para el dolor, pero Luis Miguel tenía el monstruo adentro y el monstruo saltó 10 años después cuando el cantante, cuesta abajo en su rodada, sometido a inescrupulosos empresarios, tomó pésimas decisiones como hacer un cover de Noche de paz.
Quince años después el Sol de México no encuentra el rumbo. La serie sobre su vida relanzó su carrera pero sus conciertos, al menos hasta antes de la pandemia, son un desastre. Del problema con el oído nunca se recuperó totalmente. Sus conciertos, a pesar de lo caro de la entrada, no están al nivel que se conoció en sus mejores momentos al artista. Hay problemas de sonido y, a veces, a Luis Miguel se le notan los tragos que tiene encima. Es, ahora, una triste caricatura de lo que alguna vez fue. En Argentina protagonizó un escándalo en el 2019 por hacer una fiesta en un hotel, en compañía de Karina Jelinek, reconocida modelo, que acabó prácticamente con el cuarto. En Perú golpeó al sonidista en pleno concierto como se ve en estas imágenes.
Luis Miguel vive el trauma del artista explotado desde que era niño. Nunca tuvo una niñez normal y su don se terminó convirtiendo en una cruz que, a sus 51 años sigue cargando. Eso sí, la segunda temporada de la serie tiene fascinados a sus fans. Apenas han pasado dos episodios y la intensidad está trepidante. Netflix volvió a sacarla del estadio.