En pleno siglo XXI los lamentos de la mujer siguen sin ser escuchados. Esas son las voces del silencio. Son las voces de las entrañas. Son las voces del llanto. Son las voces perdidas en la garganta. Son las voces de miles que duermen en níveas tumbas de cementerios. Son los ojos apagados por el peso de los años. Son las pieles arrugadas y maltratadas por el tiempo. Es la débil y quebrantada voz del sometimiento de la niña violada, de la joven abusada, de la mujer apaleada, de la académica ignorada.
Prototipos de este acontecimiento se pueden relacionar con "El paraíso del Edén", en donde el hombre comió de la manzana prohibida y fue a Eva a quien se le culpó del pecado. A los tiempos bíblicos, cuando a María Magdalena, la mujer letrada e intelectual, se le apedrea porque se reveló contra el maltrato, la injusticia y discriminación del Imperio Romano. Estos datos no son aceptados históricamente como verdaderos.
A la antigua India, cuando si el esposo moría, la mujer debería ser quemada junto a su cadáver. A Irán y Etiopía, en donde si se nacía mujer, se era deshonrada la familia. Al Islam, que dictaminó a la mujer casada como propiedad privada de su marido. A Inglaterra, que aplicó la regla "del dedo pulgar", refiriéndose al grosor de la vara con que debía ser castigada la mujer para educarla. Al siglo XV, en que se vivieron episodios del sometimiento de la mujer nativa americana por parte de los conquistadores, a pesar del buen trato que recibían de los varones nativos en algunas culturas mesoamericanas. A la muerte de 60.000 mujeres acusadas de brujería entre los siglos XV y XVIII, en Europa occidental.
Estás citas, solo para mencionar algunas de las barbaries históricas contra la mujer.
A partir del siglo XIX se viene trabajando por el respeto y la dignidad femenina. En 1947, la ONU creó la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer en Lake Sucvess, Nueva York. Desde los 80, la mayoría de países legislan a favor de la igualdad, buscando eliminar la discriminación femenina. Colombia está entre uno de ellos.
Sin embargo, según José Daniel López, la instalación artística " Una Muerte Anunciada", que realizó en la Plaza de la Rebeca de Bogotá, en septiembre 25 de 2019, nos muestra la escalofriante cifra de 2.657 mujeres asesinadas en los 10 últimos años, después de acudir a las autoridades paquidermas a exponer su caso de violencia.
Según Medicina Legal, entre enero y febrero de 2019, hubo 1.080 asesinatos de mujeres en Colombia.
¿Por qué las mujeres se están dejando matar? Porque el hombre agresor es manipulador, usa frases como: "si tú me quieres harías esto por mí", "si tú no eres mía, no eres de nadie". Responsabiliza a la mujer de sus actos erróneos. Controla su cuerpo, su vestido, su sexualidad. La descalifica siempre, critica a su familia y la aleja de su círculo. Aunque maneja el dinero de su esposa, se hace ver como el protector económico y, si es empresario, emplea a sus cercanos para manipularla como le plazca. Los estudios revelan también que hay, entre otras razones, una indefensión aprendida y el peso del ADN cultural como factores de la aceptación del machismo generalizado.
Algún parecido con la actualidad Colombiana, es pura coincidencia.
Hoy los medios de comunicación nos ofrecen dos terribles acontecimientos: la penosa odisea de la niña que fue violada desde los 10 a los 15 años por el párroco de una iglesia de Kennedy, en Bogotá, Nelson Montes Lizarazo, dizque con consentimiento de sus padres; y la travesía jurídica de la ex senadora Aída Merlano.
Los colombianos inmersos en la cultura del pillaje, del abuso y la corrupción, nos negamos a creer las causas de la actividad delictiva de esta mujer abusada y explotada desde los 16 años. A pesar del reconocimiento de lo delicado de sus actos y la explicación detallada de cada uno, en donde compromete a la élite política colombiana de nepotismo, compra de votos, coimas, manipulación de la justicia y corrupción generalizada. Y, sin embargo, no tenemos oídos para escuchar, pero sí, palabras para descalificar, justificando lo injustificable.