Estoy contento: no solo voy a volver a ver a mi selección Colombia, sino que reaparecerá, como en los años ochenta, el incombustible Hernán Peláez con toda su frescura a narrar un partido de fútbol en televisión. Ojalá que el formato anticuado de RCN no limite al Doctor y que los comentarios aburridos, clichesudos, patrioteristas de sus compañeros no se lo traguen en plena transmisión. Como los cracks, Peláez necesita dirigir, tener la batuta, repartir juego y, sobre todo, libertad. No queremos escuchar a Ricardo Henao y sus comentarios pueriles, despreciamos la narración hiperkinética de Eduardo Luis López, queremos solo al doctor Peláez y en lo posible que muestren más, desde la planta baja, a Andrea Guerrero que a Campo Elías Terán.
Del otro lado estará Gustavo Alfaro intentando no vomitar ante el acostumbrado empalague de Refisal y el Cantante del Gol. A diferencia de Peláez, Hernández Bonnet es experto vendiendo humo. Recuerdo en un preolímpico en la década pasada, intentando convencernos que el rodillón Johnnier Montaño era Maradona, lo mismo que intentó en el repechaje contra Estados Unidos, empecinando en mostrar la clase de Quinterito cuando, lo que veíamos en el televisor, era un calidosito de esos displicentes que si se metieron de futbolistas fue para tener platica y fama, no por pasión al deporte.
Por eso yo voy a preferir, por primera vez en la historia, a RCN y no Caracol para ver la Copa América Centenario. Por fin alguien sensato, ecuánime, por fin un viejo sabio que eduque, que esté por encima del bien y del mal. En Latinoamérica solo se le parece, en honestidad, al gran Macaya Márquez.
Hoy Refisal y el gritón ese del Javier Fernández podrán demostrar que tienen una gran voz, una gran técnica, un gran profesionalismo, pero que de aquello nada.
Y si Ricardo Henao empieza a ganar protagonismo pues haré lo de siempre: bajarle el volumen al televisor y vivir el fútbol a punta de las Variaciones Goldberg, sin que los gritos de un ignorante me torturen.