Los países occidentales presumen de ser los más democráticos y respetuosos de la libertad, pero son unos hipócritas porque utilizan las protestas sociales a su conveniencia para sus fines políticos. Occidente aplica la democracia cuando esta se da en Estados que no aplican los valores occidentales y que tienen gobiernos contrarios a la ideología de Norteamérica y Europa.
Todos los gobiernos le temen a las protestas sociales, incluso los que se ufanan de ser democráticos, por ello reprimen y encarcelan a aquellos que lideran la oposición ciudadana, o si no le podemos preguntar a España y a Estados Unidos qué hicieron con las protestas sociales del movimiento 15 de mayo y los Occupy Wall Street.
En España, en el 2011, el movimiento ciudadano 15 de mayo es perseguido y satanizado por las autoridades democráticas que, supuestamente, se caracterizan por respetar los puntos de vista diferentes. Los policías agreden sin motivo a los manifestantes pacíficos que acampan en la Puerta del Sol en Madrid, y los desalojan a la fuerza, utilizando gases lacrimógenos, balas de goma y chorros de agua. Solo por denunciar a los banqueros y políticos corruptos que condujeron al país a una crisis económica.
Ver: El Estado policial no nos para: la plaza es de todos
El 17 de septiembre de 2011 en Estados Unidos el movimiento Occupy protesta en contra del 1% de los más ricos del país por concentrar en sus manos la mayoría de la riqueza. De inmediato, el adalid de la democracia usa sus fuerzas policiales para perseguir y ultrajar a sus propios ciudadanos. Manifestantes pacíficos que expresan su inconformidad a través de asambleas populares y debates, arma peligrosísima para el statu quo imperante.
Ver: Occupy Wall Street: una historia, una crisis, un movimiento
En Colombia, en la movilización del paro agrario nacional del 2013, el gobierno utiliza la fuerza pública para asesinar y agredir a los civiles que participan en las manifestaciones que exigen mejores condiciones sociales y económicas para el sector agrario. La comunidad internacional y los medios de comunicación corporativos guardan silencio, pues Colombia pertenece al selecto club de países que giran alrededor de Estados Unidos, y le es permitido agredir las marchas sociales sin ninguna consecuencia, pues ser un fiel vasallo del Tío Sam garantiza la impunidad.
Ver: Paro agrario dejó 12 muertos, 485 heridos y 4 desaparecidos, afirman líderes campesinos
Ahora bien, cuando las marchas son en países contrarios a la filosofía estadounidense los medios de información y los gobiernos se unen para apoyar las protestas, de inmediato salen los compungidos gobernantes a rasgarse las vestiduras y a llorar porque la democracia está siendo vejada y ultrajada. Algo extraño es que esto siempre ocurre en países ricos en materias primas donde occidente tiene intereses por controlar sus riquezas naturales.
En Rusia cuando la oposición sale a las calles de inmediato reciben un despliegue publicitario por parte de los medios de comunicación, si el gobierno detiene a algún líder que fomenta la violencia y la violación de las normas de este país, los medios occidentales lo muestran como un héroe que está siendo agredido por una dictadura. Los cuestionamientos al gobierno ruso no se hacen esperar y las voces hipócritas de algunas organizaciones de derechos humanos y gobiernos “democráticos” condenan la persecución.
En Venezuela la realidad no es muy diferente, los medios de información le dieron un cubrimiento especial a las protestas sociales de la oposición en el 2014 y en el 2017, los sacerdotes de la democracia se indignaron por el supuesto abuso de la autoridad venezolana en contra de los opositores pacifistas y democráticos. Sin embargo, nunca mostraron que esos héroes de la libertad quemaron personas vivas y destruyeron centros públicos. ¿Qué ocurriría si se dieran los mismos hechos en los países que defendieron a la oposición venezolana?, ¿será que los llamarían luchadores por la libertad?
Este es el doble racero hipócrita de occidente que muchas personas no alcanzan a observar por qué sus mentes se encuentran controladas por el neolenguaje que devela Orwell en su novela 1984.
