En medio del programa Mañanas Blue se presentó un agitado encuentro entre la senadora Angélica Lozano y el precandidato presidencial Camilo Romero, las dos caras más visibles de la creciente tensión que tiene al Verde al borde de la ruptura. El florero de Llorente sigue siendo el mecanismo de elección del candidato presidencial. El malestar que provocó el cambió intempestivo en el mecanismo de selección a finales de febrero no ha parado de crecer y sigue profundizando las grietas entre dos sectores muy definidos al interior del partido: el sector democrático (Romero, Freddy Muñoz e Inti Asprilla) y el autoritario (Lozano, Goebertus y Amaya).
Aunque la intención del programa era conocer las posiciones de Lozano y Romero sobre la crisis que viene sacudiendo al Verde y las implicaciones de una eventual escisión, la senadora dedicó parte de su intervención a cuestionar al precandidato, enrostrándole su proceso judicial y manifestando temor ante su candidatura, ya que no sabría como “proceder” ante su “gravísimo” proceso en la Corte Suprema. Al parecer y según mi lectura, Lozano ya condenó al exgobernador y considera que no debe ser candidato. Eso sí, lo condenó mucho antes de que lo hiciera la justicia y sin importarle el rol de Néstor Humberto Martínez en la apertura de una investigación diseñada para doblegar a Romero cuando era gobernador.
Resulta contradictorio que Lozano, empeñada en llevar al Verde a la Coalición de la Esperanza para sumarse a Fajardo, le enrostre a Romero su proceso en la Corte Suprema. Algo que solo se podría calificar de doble rasero: ¿acaso se le olvida que Fajardo tiene un proceso abierto en la Fiscalía, otro en la Contraloría y pronto se le viene otra apertura?
Se lo recuerdo: la Fiscalía le inició una imputación por irregularidades en un contrato de sustitución de deuda; la Contraloría también le imputó cargos por responsabilidad fiscal en el entramado de Hidroituango, y la Fiscalía está avanzado en una eventual imputación por su responsabilidad en el elefante blanco de la Biblioteca España (la que costó 15.000 millones y a los pocos meses se empezó a caer).
Senadora, le pregunto: ¿ha visitado las ruinas de esa biblioteca en alguna de sus visitas a Medellín?
Al parecer, la senadora sí sabe cómo proceder con Fajardo, así tenga dos procesos a cuestas porque está segura de que gobernará “sin rabia”. A él no lo ha condenado, a sus ojos merece ser candidato y hasta presidente (esa es su obsesión), pero a Romero, que viene librando un pulso al interior del partido para que se respeten las garantías democráticas y que inició su campaña presidencial con un énfasis en el papel de la ciudadanía, ya lo condenó.
No hay nada más que agregar; es el doble rasero de Angélica. Qué poco va quedando de aquel estandarte de la anticorrupción.