Decenas de colombianos, este 20 de junio, se movilizaron en París, en forma pacífica, muy cerca de la Asamblea Nacional, para protestar, bajo las consignas de no a la violencia contra líderes sociales, no al fracking, no al glifosato, sí a la Paz, en contraposición al doble discurso del presidente de Colombia Iván Duque, en su visita a la Unión Europea.
Como estudiante universitario en Europa, tuve la oportunidad de conocer la convocatoria que impulsaban diversas organizaciones sociales colombianas y ciudadanías libres, con presencia en París, con punto de encuentro en la 246 del Boulevard Saint-Germain. Al llegar allí a las 8 de la mañana, encontré a varios coterráneos, preocupados porque a pesar de haber solicitado con antelación, los permisos necesarios al ayuntamiento, en ejercicio del derecho legítimo a la protesta, habían sido prevenidos por la Policía que no podían estar en ese lugar, sino más adelante, en el lugar otorgado, justo al frente de la estación Invalides de la línea 8 del Metro de París. Además, porque quizás previendo que se repitiera la protesta de Londres, el presidente Duque se había presentado más temprano, con su comitiva, a la cita que habría agendado en el Ministerio de Transición Ecológica de Francia, en donde a las afueras, los opositores a su arbitrario gobierno, lo esperarían con pancartas, símbolos patrios y algunas arengas, que le alcanzaron a corear, los que allí estaban.
Hacía allá nos dirigimos, donde nos reunimos con otras personas que habían puesto una gran bandera tricolor con la frase "Colombia Lucha por la paz, pancartas", camisetas marcadas por la vida, y un largo y triste pasacalles negro, con los nombres de los más de 700 líderes sociales y políticos que, en Colombia, de manera paradójica, han sido asesinados, después de la firma del acuerdo de paz, que puso fin al conflicto armado de más de cinco décadas, que padecía nuestro país.
La indignación cundía, como lo dijo Cielo Rusinque: “nos manifestamos de manera contundente, en apoyo al proceso de paz. Iván Duque vino a Europa a manejar un doble discurso que los colombianos en París, no están dispuestos a soportar”.
Cruzamos un par de palabras, mientras los cada vez más manifestantes arengaban, en español y en francés, al tiempo que se les unía el diputado Ruffin, de la bancada France Insoumise: “Pare el genocidio de nuestros líderes sociales”, “Presidente mentiroso”, “Duque detén el doble discurso”, “Queremos la Paz”.
Adentro el presidente, engalanado con su costoso y ajustado traje, que se le querían salir los botones, suscribiría un acuerdo de cooperación para el desarrollo de energías renovables, adaptación al cambio climático y de medio ambiente, con Francia, país que prohíbe lo que él llama Fracking “responsable” y que restringe el uso de glifosato, que su gobierno pretende empezar a esparcir en los llamados cultivos de uso ilícito. Antes, Duque, habría de conversar con el presidente francés Emmanuel Macron, sobre protección a los derechos humanos, cuando durante su gobierno han asesinado a cerca de 240 líderes sociales; de lucha contra las drogas, cuando en su carrera presidencial, sale en fotos muy orondo y muerto de la risa, con el recientemente asesinado en Brasil, alias “el Ñeñe” Hernández, vinculado a un presunto caso de homicidio, investigado por supuestos nexos con el narcotráfico, a quien la Fiscalía colombiana, ordenaría extinguir 10 fincas y otros bienes, y al parecer auspiciante de su campaña electoral; también Duque hablaría de compromiso con la implementación de los acuerdos de paz, cuando la idea compartida de su partido es “hacer trizas los acuerdos de paz”.
En fin, en ese momento, miré el reloj, mientras pensaba en el doble pensar de nuestro presidente y en que se hacía tarde para llegar a tiempo a clases, al otro lado de la ciudad. Vi hacia atrás, los manifestantes se reían, entusiasmados, de haberse tomado una foto colectiva, con esa mezcla de dolor, resiliencia y esperanza, a cuestas. Muchos, por razones de la violencia política, por necesidad o en la búsqueda de mejores oportunidades, habrían migrado a Francia, sin olvidar nunca la memoria de nuestro complejo y gran país, en el que, en medio de las actuales circunstancias, la gente no se deja arrebatar la esperanza de paz y reconciliación. Ojalá con franqueza se retome ese camino.