El discurso más bello de la historia

El discurso más bello de la historia

Grandes hombres han tenido la fortuna de tener tras de sí una mujer, un tanto o más grande que ellos mismos. Es el caso de Pericles, que fue inspirado por Aspasia

Por: Orlando Solano Bárcenas
noviembre 03, 2021
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El discurso más bello de la historia
Fotos: Wikimedia

A María de los Ángeles, mi madre 

Grandes hombres han tenido la fortuna de tener tras de sí una mujer, un tanto o más grande que ellos mismos. Es el caso del rey romano Numa con la ninfa Egeria y el de Pericles de Atenas con Aspasia —la “mujer detrás del trono”, la “eminencia gris” de su gobierno, su “consejera”, su “egeria”— y en tal grado, que varios historiadores le atribuyen haber inspirado a Pericles el famoso Discurso fúnebre en honor de los héroes caídos en combate, la más hermosa pieza de defensa de la democracia de todos los tiempos, de cuyo análisis nos ocuparemos en la presente Nota Ciudadana, en periodo ya electoral.

Vida de Pericles (Atenas 495-429 a.C.) 

Sus admiradores lo llamaron el “Olímpico” por sus grandes realizaciones como orador, político, militar, abogado, magistrado, legislador y en general gran estadista. Participó en grandes batallas. Su nombre significa "rodeado de gloria". Con él se inició el período “clásico”, época de grandes logros en la cultura filosófica, la ciencia, las artes y la literatura. Hizo de Grecia la “cuna de la civilización” occidental. Su tiempo es llamado el siglo de Pericles. Fue el “primer ciudadano de Atenas”. Extendió la ciudadanía ateniense. Hizo de la Liga de Delos una potencia mediterránea. Atenas fue llamada con gran admiración la “Escuela de Grecia”, la sede de la Paideía que ayudó al logro de alcanzar la democracia. Murió a causa de la plaga de Atenas. Su segunda esposa o compañera permanente hasta 445 a. C. fue Aspasia de Mileto:

Aspasia, la impulsora del feminismo que pocos conocen

Las guerras de Pericles 

Fueron diversas. La naval de Samos (440 a. C.) lo llevó a apoyar a Mileto, la tierra de Aspasia; tan de larga duración que los soldados se molestaron. Los conservadores lo atacaron porque, según ellos, la inició bajo influencia de Aspasia. Venció a Beocia en triunfo “pírrico”, por muchas bajas atenienses. Regresó a Atenas con cientos de cadáveres. En honor de estos héroes pronunció el Discurso fúnebre, considerado la pieza maestra de la oratoria de todos los tiempos y el mejor canto a la democracia. Platón y los conservadores se lo atribuyeron a Aspasia, lo mismo afirmaron expertos posteriores y aun de la actualidad. Se podría haber afirmar que fue obra de ambos. Es decir, una obra a cuatro manos.

El rol de Aspasia en la elaboración del Discurso fúnebre 

Las representaciones de “lo femenino” en textos literarios griegos, de Homero a la Atenas clásica, son casi siempre desfavorables. En ellos se espera que fuesen mujeres silentes, sin discurso público, quietas, cuidando el fogón y al marido. Cada género tenía su espacio y funciones determinados y los de la mujer eran de subordinación y tal vez de misoginia. Es el rol de la mujer-botín (Helena); la mujer-mercancía, propiedad del marido; la mujer-premio; la mujer-recompensa; la mujer-objeto; la mujer-rueca; la mujer-dote. Ella en lo interno -Hestia- y él en lo externo -Hermes-. Aspasia no comulgó con esta misoginia, porque venía de Mileto (donde nació el pensamiento filosófico y el científico) y la misógina Atenas no la iba a callar. Ella tenía discurso y al de Pericles metió mano.

 La Oración fúnebre de Pericles 

Aun hoy en día es sinónimo de la lucha por la democracia participativa, del orgullo cívico y eso que posteriormente sería llamado el Estado de derecho. Lo recogió Tucídides (460-396 a. C.) en la “Historia de la Guerra del Peloponeso”. Es del final del primer año de la Guerra del Peloponeso (431-404 a. C.,) durante el funeral público anual de las personas muertas en la guerra. Los cadáveres estuvieron yacientes tres días fuera del cementerio del Cerámico para que recibieran las ofrendas públicas en su honor. Luego fueron llevados en carros, dentro de ataúdes de ciprés. Hay uno vacío en honor de los cadáveres no recuperados. Lloran las mujeres al lado de las tumbas. En su Oración fúnebre, Pericles hace el panegírico de la grandeza de Atenas al mencionar las grandes realizaciones de la polis. Pericles trata de levantar el ánimo de la población, abatida por tantas bajas. Terminado el discurso, los invita a marcharse a sus hogares.

Funeral de cuerpo presente 

Se trata de un ritual fúnebre ancestral. Le corresponde a Pericles decir el discurso central. Son de tal trascendencia sus palabras que perviven en el tiempo por la inmortal definición que hizo de la Democracia, una palabra que al parecer tenía en ese momento apenas unos 50 años de vida. El Discurso hace énfasis en el poder de la ciudad, la libertad de que gozan los ciudadanos, y el profundo respeto por el imperio de la ley. Luego menciona Tucídides los estragos de la peste y el decaimiento físico y moral de la población.

Análisis del Discurso fúnebre 

Fue pronunciado en el año 431 a. C. en honor de las víctimas del primer año de la guerra contra Esparta, cuya constitución era imitación de la de Creta y el opuesto en casi todo de Atenas. Muchas de las críticas en pro de Esparta, salían de los oligarcas atenienses. Pericles, de 64 años, aprovecha la ocasión para definir la democracia de su polis y los valores que la sustentan. Atenas ya había sido derrotada en lo militar, nunca en lo espiritual, porque hasta Roma se rendiría más tarde a su cultura. Es un texto fundacional de lo que debe ser la conciencia ciudadana, la actividad política con espíritu cívico y la confianza en el hombre como creador de cultura. El discurso recaba sobre la fortaleza física y espiritual de Atenas, exalta lo libre que son sus ciudadanos, gracias en mucha parte al respeto que le profesan a las leyes.

El contenido del Discurso 

Se trata de un manifiesto, de un programa político de corte democrático que hoy se desearía escuchar en boca de tanto político que abunda por el ancho mundo sin nada que decir de sustancial. Dice Pericles que la democracia es lo que le permite a una polis como Atenas ser superior a otras, y esto es motivo de orgullo porque ninguna otra ha alcanzado los niveles de civilización de Atenas: “Hemos convertido nuestra ciudad en la más autárquica, tanto en lo referente a la guerra como a la paz”.

Los principios y valores de la democracia  

Son los soportes de la polis, sus pilares. Pero también lo son las formas de introyección de esos principios y valores en las mentes y corazones de los atenienses. La democracia de Atenas es “modelo”, paradigma de belleza, sapiencia, diálogo, deliberación reflexiva, enseñanza, entendimiento entre sus habitantes, pauta, conocimiento de las artes clásicas. Los atenienses aman la belleza con sencillez y sin el boato de los persas o de Oriente. Sobre todo, libertad. Atenas toda, dice Pericles, “…es escuela de Grecia”.

La autonomía de Atenas 

Es el fruto de la libertad y de tal manera, que es admirada e imitada por muchos de sus vecinos. Esta autarquía es fruto de leyes ejemplares basadas en la razón que aseguran la isonomía (y no el linaje), y de una administración ejercida en favor de la mayoría. Atenas es ejemplo. Dice Pericles: “Tenemos una constitución que no envidia las leyes de los vecinos, sino que más bien es ella modelo para algunas ciudades (...) su nombre (...) es democracia”. (…) Respecto a las leyes, todos gozan de iguales derechos en la defensa de sus intereses particulares”.

Pericles explica cuál es la forma de gobierno de Atenas 

Son, dice, conductas, maneras de ser, acciones propias de seres pensantes por la educación y cultura recibidas. Atenas es “Escuela de Grecia”, porque sus habitantes aman la belleza y la sabiduría sin molicie. Allí, el principio democrático dirige tanto los asuntos privados como los públicos. El concepto de “democracia” no es solo de palabras vanas, también es de acción, deliberación previa en público y adopción de la decisión. Sin ambages, se trata de la libertad de Atenas, que es modelo para el resto de Grecia. Pericles: “Nuestra Constitución se llama democracia...  porque   el   poder no está en manos de una minoría sino de todo el pueblo”.

La democracia ateniense es deliberativa 

Los atenienses son deliberantes, reflexivos. Y porque se conocen a sí mismos y a los demás, entienden y se entienden, aprenden, deliberan en lo público, conocen de lo que hablan y es por esta razón por lo que son libres. Los atenienses piensan su democracia, la entienden y…la defienden. Esa democracia participa de la belleza, de la sabiduría, del entendimiento, la reflexión, la deliberación, el aprendizaje, el conocimiento y la libertad. Atenas es autárquica porque se conoce a sí misma en su pasado y en el momento actual, algo que le permite vislumbrar su futuro. Entonces, la democracia ateniense es la consecución y suma de los valores que encarna, con algo fundamental: el rechazo de la tiranía interna o externa.

El Discurso es “epidíctico” o demostrativo 

No lo es de asamblea, o “deliberativo”. Tampoco es “forense”. Es un texto que desarrolla un tema de loa, de alabanza de los caídos en combate por la causa ateniense. Es un epitafio que ha servido de modelo a discursos fúnebres posteriores. También es un sentido elogio de Atenas del que se burlan el muy conservador Aristófanes y Dionisio de Halicarnaso. Empero, el texto tiene un alto contenido sobre la ideología democrática y recaba sobre la necesidad de Atenas de extender su dominio sobre otras polis para hacer irradiar su esplendor y cultura al entorno sin desmesura ni ambición avasalladora. Atenas, afirma Pericles, es un imperio “justo” porque no tiene gobernantes indignos ni ambiciosos de poder.

Atenas procura un equilibrio entre lo público y lo privado 

Entre estos elementos de la vida social, afirma Pericles, no existe incompatibilidad. En Atenas el interés general y el particular coexisten en armonía. La defensa de la polis contra el enemigo externo no es óbice para la realización del libre desarrollo del individuo. El ya “ido” pervive en la memoria de los que se quedan, y no en un más allá difuso. El ciudadano ateniense es todo esto y algo más: es fundamentalmente un individuo y el Discurso lo invita a no perder lo ya logrado porque el enemigo espartano… se acerca.

Los instrumentos de la democracia 

Son varios. El primero de ellos es saber ser “político”. El segundo, tener deberes. El tercero tener gobernantes responsables. El cuarto practicar y respetar el diálogo, porque la palabra es herramienta de poder y de gobierno. El quinto es la presencia física directa y sin mediadores en el ágora de los ciudadanos-electores. El sexto es la rendición de cuentas por el gobernante y el séptimo, el ejercicio comunitario y no unipersonal del poder.

El buen gobernante ateniense da la cara a sus gobernados 

Les habla directamente y rinde cuenta de sus actos de gobierno. Es la responsabilidad exigida al gobernante o “accountability” de aquellos funcionarios que manejan las finanzas del Estado (dokimasia de ingreso), y a quienes se les puede exigir una rendición de cuentas sobre el manejo de los fondos públicos, cuando salgan del cargo.

El dolor de las familias de los muertos es de toda la polis 

No se trata solo del dolor privado de las familias, es también dolor de la polis que, como representa a todos los habitantes, debe expresar públicamente su dolor. Tampoco es dolor solo del gobernante sino de la comunidad toda. El gobernante es importante, pero él no es toda la comunidad, es apenas su representante, su delegatario a través de una votación que lo ha honrado pues: “No se debe dejar el peso de los méritos de muchos en un solo individuo”. “De la educación de sus hijos, desde este momento hasta su juventud, se hará cargo la ciudad. Tal es la provechosa corona que ella impone a estas víctimas, y a los que ellas dejan, como premio de tan valerosas hazañas. Cuando los más preciados galardones que una ciudad otorga son los que recompensan la valentía, entonces también posee ella los ciudadanos más valientes”.

El gobernante no es líder absoluto, es solo un mediador 

Él es el portador del sentimiento de solidaridad de toda la comunidad. En este acto no habla solo el individuo Pericles, habla el Estado-solidario. Pericles asume la vocería de toda la comunidad y sus miembros deben evitar la envidia y la incredulidad sobre los méritos de los héroes caídos en combate. Al Estado le corresponde honrar a sus héroes y velar con los recursos del erario por sus familias y huérfano: “A mí, en cambio, me habría parecido suficiente que quienes con obras probaron su valor, también con obras recibieran su homenaje –como este que veis dispuesto para ellos en sus exequias por el Estado–, y no aventurar en un solo individuo, que tanto puede ser un buen orador como no serlo, la fe en los méritos de muchos”.

Pericles afirma no ser “adanista” 

 El Strategos no cae en el tema de la “brecha generacional” adanista. Para él, lo que hoy es Atenas no se hizo en un día. Atenas es el resultado del esfuerzo de generaciones pasadas. También lo es de las familias actuales y de sus padres. Atenas es pasado y presente. Biografía e historia. Lo valioso de hoy, viene del ayer. La memoria histórica es principio, inicio de las cosas, pervivencia que une, reúne. Pero ahí no queda todo, en el pasado. Pericles es optimista. Atenas toma su legado y lo amplía, hace irradiar su cultura en bien de otros pueblos: “Comenzaré, ante todo, por nuestros antepasados, pues es justo y, al mismo tiempo, apropiado a una ocasión como la presente, que se les rinda este homenaje de recordación… también a nuestros padres… también a nosotros mismos…le hemos dado completa autarquía a la ciudad, tanto para la guerra como para la paz”.

La grandeza de Atenas es fruto de su sistema democrático 

El esplendor de Atenas afirma Pericles, se encuentra en el respeto a la ley y la costumbre. Dos elementos que le han dado un poder virtuoso. Es decir, un sistema político democrático. La ley ateniense está formada por un sistema legislativo que ha dado normas jurídicas que autorizan, prohíben y sancionan. Esa imbricación de normas escritas y consuetudinarias, conocidas por todos, impone límites a la propia comunidad y a sus miembros en el bien de todos, de la sana convivencia de todos.

Las leyes de Atenas procuran la igualdad entre sus habitantes 

Ellas son impersonales, de contenido abstracto, aplicables erga omnes sin tener en cuenta consideraciones de rango, clase o posición social, o nivel económico. Con ellas se trata de garantizar un tratamiento igualitario en los asuntos privados porque la ley otorga a todos los particulares los mismos derechos, políticos y civiles. Para el individuo, la igualdad supone la supresión de los privilegios ligados al nacimiento y la riqueza, antaño vinculados a la jerarquización social. La nobleza ya no lo acumula todo, la igualdad se ha extendido a la totalidad de los ciudadanos. La justicia ahora se aplica a todos por igual.

La igualdad que aseguran las leyes de Atenas también impone deberes 

Estas leyes conceden derechos protegibles por los jueces, pero también fijan deberes que obligan a respetar las relaciones interindividuales, como también las de estas para con la comunidad. Al lado de la ley existe la costumbre, que no por no estar escrita deja de ser igualmente coercitiva. Los individuos atenienses tienen bien introyectada en su conciencia y hábitos, esta doble normativa: “Antes, empero, de abocarme al elogio de estos muertos, quiero señalar en virtud en qué normas hemos llegado a la situación actual, y con qué sistema político y gracias a qué costumbres hemos alcanzado nuestra grandeza…creo que será provechoso que toda esta multitud de ciudadanos y extranjeros lo pueda escuchar”.

Los atenienses aceptan y acatan sus leyes en un acto de amor 

Los atenienses, afirma Pericles, aman sus leyes. Las aceptan voluntariamente y no solo por la coacción: “Tenemos por norma respetar la libertad, tanto en los asuntos públicos como en las rivalidades diarias de unos con otros, sin enojarnos con nuestro vecino cuando él actúa espontáneamente, ni exteriorizar nuestra molestia, pues ésta, aunque innocua, es ingrata de presenciar. Si bien en los asuntos privados somos indulgentes, en los públicos, en cambio, ante todo por un respetuoso temor, jamás obramos ilegalmente, sino que obedecemos a quienes les toca el turno de mandar, y acatamos las leyes, en particular las dictadas en favor de los que son víctimas de una injusticia, y las que, aunque no estén escritas, todos consideran vergonzoso infringir”.

La ley y la costumbre de Atenas liberan y fomentan la philia, la amistad entre los ciudadanos  

Las leyes escritas, al igual que las inveteradas de la costumbre son respetadas porque los atenienses entienden que ellas liberan, ofrecen el bienestar de vivir en una polis seria, capaz, de amigos (philia) desinteresados que se ayudan mutuamente sin esperar contraprestaciones. Ellas procuran el bienestar propio y el bien común que trae la paz social: “También por nuestra liberalidad somos muy distintos de la mayoría de los hombres, ya que no es recibiendo beneficios, sino prestándolos, que nos granjeamos amigos. El que hace un beneficio establece lazos de amistad más sólidos, puesto que con sus servicios al beneficiado alimenta la deuda de gratitud de este… Somos los únicos que, movidos, no por un cálculo de conveniencia, sino por nuestra fe en la libertad, no vacilamos en prestar nuestra ayuda a cualquiera”.

Las instituciones de Atenas reconocen y estimulan el mérito

Existe en la ciudad el consenso, basado en la razón y la aquiescencia del propio grupo social, de que debe ser reconocido solo el mérito y no la fortuna o el origen social en la adjudicación de los cargos públicos (contra el determinismo platónico), porque ejercer uno es un honor : “(…) En lo relativo a los honores, cualquiera que se distinga en algún aspecto puede acceder a los cargos públicos, pues se lo elige más por sus méritos que por su categoría social; y tampoco al que es pobre, por su parte, su oscura posición le impide prestar sus servicios a la patria, si es que tiene la posibilidad de hacerlo”.

En Atenas, a diferencia de Esparta, no todo es milicia o solo trabajo 

Atenas permite a sus habitantes gozar de los placeres de la vida, deleitar el espíritu por medio de la cultura y divertirse. Allí no todo es guerra, no todo es trabajo. El ateniense también tiene derecho a que el Estado le recompense con fiestas públicas, teatro, comedias, certámenes que brinden a alegría y difundan la cultura. Atenas no quiere ver a sus habitantes sumidos en la melancolía de los espartanos: “Por otra parte, como descanso de nuestros trabajos, le hemos procurado a nuestro espíritu una serie de recreaciones. No sólo tenemos, en efecto, certámenes públicos y celebraciones religiosas repartidos a lo largo de todo el año, sino que también gozamos individualmente de un digno y satisfactorio bienestar material, cuyo continuo disfrute ahuyenta a la melancolía”.

Atenas es sociedad abierta al mundo 

La polis ateniense igualmente garantiza el confort material y la seguridad que alejan la miseria. Atenas quiere ciudadanos que no vivan en la escasez porque la estrechez impide elevar el espíritu y el sentido del progreso individual y comunitario, base de una sociedad sana y próspera. Atenas consume sus productos y también los de otras polis. Atenas es sociedad abierta y de allí su talasocracia y la fortaleza de su comercio “Y gracias al elevado número de sus habitantes, nuestra ciudad importa desde todo el mundo toda clase de bienes, de manera que los que ella produce para nuestro provecho no son, en rigor, más nuestros que los foráneos”.

Atenas es la polis más cosmopolita del mundo mediterráneo 

Como sociedad abierta, Atenas atrajo gentes de todo el mundo mediterráneo con lenguas, ideas y costumbres diversas. De allí surgió la sociedad más cosmopolita de la época: “(…) Mantenemos siempre abiertas las puertas de nuestra ciudad y jamás recurrimos a la expulsión de los extranjeros para impedir que se conozca o se presencie algo que, por no hallarse oculto, bien podría a un enemigo resultarle de provecho observarlo. Y es que, más que en los armamentos y estratagemas, confiamos en la fortaleza de alma con que naturalmente acometemos nuestras empresas”.

Atenas procura ser una sociedad niveladora 

Atenas ofrece a los ciudadanos la posibilidad de salir de la pobreza, de poder alcanzar los niveles materiales necesarios para poder disfrutar la vida con plenitud. Pericles enfatiza en la necesidad de evitar la miseria: “La riqueza representa para nosotros la oportunidad de realizar algo, y no un motivo para hablar con soberbia; y en cuanto a la pobreza, para nadie constituye una vergüenza el reconocerla, sino el no esforzarse por evitarla”.

Atenas es fuerte en lo bélico, en lo comercial y en lo intelectual 

Pericles insiste en el poderío de su ejército. También en su fortaleza intelectual, artística y científica. Sobre lo militar dice que, a diferencia de los espartanos, los atenienses actúan solo con sus propias fuerzas: “Nosotros, la mayor parte de las veces nos llevamos la victoria sin dificultad. Además, ninguno de nuestros enemigos se ha topado jamás en el campo de batalla con todas nuestras fuerzas reunidas, pues simultáneamente debemos atender la mantención de nuestra flota y, en tierra, el envío de nuestra gente a diversos lugares”. Sobre lo intelectual afirma: “En efecto, amamos el arte y la belleza sin desmedirnos, y cultivamos el saber sin ablandarnos”.

La democracia ateniense es participativa 

Pericles señala que, si la vida política de Atenas es activa, es porque sus habitantes son ciudadanos diestros en lo privado y en lo público. Ellos asisten al ágora a gobernar porque son seres políticos que deliberan, controvierten y deciden. Todos gobiernan a la comunidad y el que no participa es porque es un “idiota”, un inútil que no colabora en obtener el bien común. Participar en los asuntos del Estado estimula el dominio de sí mismo y la autarquía: “Los individuos pueden ellos mismos ocuparse simultáneamente de sus asuntos privados y de los públicos; no por el hecho de que cada uno esté entregado a lo suyo, su conocimiento de las materias políticas es insuficiente. Somos los únicos que tenemos más por inútil que por tranquila a la persona que no participa en las tareas de la comunidad”.

Atenas no necesita de ciudadanos “idiotas”, indiferentes a la participación ciudadana 

El indiferente se deja hacer, no actúa, es “actuado”. El inútil, el que no participa, padece la tiranía. Los atenienses tienen el derecho y el deber de autogobernarse mediante el diálogo y el debate, la reflexión sobre medios y fines, al igual que sobre la forma más eficaz de solucionar los problemas. Debatir, es de la esencia democrática de Atenas: “Somos nosotros mismos los que deliberamos y decidimos conforme a derecho sobre la cosa pública, pues no creemos que lo que perjudica a la acción sea el debate, sino precisamente el no dejarse instruir por la discusión antes de llevar a cabo lo que hay que hacer... y, al mismo tiempo, examinamos cuidadosamente las acciones que estamos por emprender… para no retroceder ante el peligro”.

La toma de decisiones, en Atenas es fruto de la deliberación que ilustra al ciudadano 

Es operación reflexiva, cautelosa, dialogada, prudente, con debate entre ciudadanos informados y responsables, siempre enfocándose en el beneficio de la comunidad. El uso de la razón y la deliberación se conjugan para el logro de la acción efectiva y prudente: “…Lo demuestra el poderío mismo que nuestra ciudad ha alcanzado gracias a estas cualidades. Ella, puesta a prueba, supera su propia reputación; es la única, en fin, que no les da motivo a sus súbditos para alegar que están inmerecidamente bajo su yugo”.

Los atenienses darían su vida por no perder los valores de la polis 

Los atenienses, dice Pericles, están dispuestos a dar su vida en la guerra en defensa de su polis, porque en ella son felices y esta ha sido obra de todos, de seres activos: “La razón por la que me he referido con tanto detalle a asuntos concernientes a la ciudad, no ha sido otra que para haceros ver que no estamos luchando por algo equivalente a aquello por lo que luchan quienes en modo alguno gozan de bienes semejantes a los nuestros y, asimismo, para darle un claro fundamento al elogio de los muertos en cuyo honor hablo en esta ocasión”.

Los héroes atenienses perviven en la memoria agradecida de sus compatriotas 

Cuando Atenas debe salir a combatir a sus enemigos, sus guerreros son valientes, no temen el enfrentamiento: “La tumba de los grandes hombres es la tierra entera: de ellos nos habla no sólo una inscripción sobre sus lápidas sepulcrales; también en suelo extranjero pervive su recuerdo, grabado no en un monumento, sino, sin palabras, en el espíritu de cada hombre. Imitad a estos ahora vosotros, cifrando la felicidad en la libertad, y la libertad en la valentía, sin inquietaros por los peligros de la guerra”.

Para un ateniense perder su libertad es morir en vida 

Atenas merece el sacrificio de sus valientes sea como habitantes o como ciudadanos, porque es esta doble calidad la que les ha dado los beneficios de poder desarrollar una vida digna sustentada en la ley, la educación, el bienestar material, el descanso, la cultura y la libertad. Atenas tiene como política (de “estado”) suprimir la pobreza para que sus ciudadanos puedan participar en la vida de comunidad y también divertirse mediante el ocio creador y el sano esparcimiento: “Quienes con más razón pueden ofrendar su vida no son aquellos infortunados que ya nada bueno esperan, sino, por el contrario, quienes corren el riesgo de sufrir un revés de fortuna en lo que les queda por vivir, y para los que, en caso de experimentar una derrota, el cambio sería particularmente grande. Para un hombre que se precia a sí mismo, en efecto, padecer cobardemente la dominación es más penoso que, casi sin darse cuenta, morir animosamente y compartiendo una esperanza”.

Pericles despide a los ciudadanos asistentes al sepelio 

Manifiesta haber creído decir lo pertinente en honor de los que van a ser sepultados y recuerda que los hijos de estos han adquirido el derecho de ser “pupilos” del Estado como premio al valor de sus padres: “Cuando los más preciados galardones que una ciudad otorga son los que recompensan la valentía, entonces también posee ella los ciudadanos más valientes. Y ahora, después de haber llorado cada uno a sus deudos, podéis marcharos”.

El valor filosófico e histórico del Discurso  

Tomás Moro, Thomas Hobbes, G.W.F. Hegel, Lord Macaulay, David Hume, E. Kant, F. Nietzsche y Max Weber, entre otros, lo consideran la máxima expresión   de los ideales de la democracia griega en su período de esplendor. Antes había dicho Tucídides: “Nos pinta el más hermoso cuadro de una constitución, donde los ciudadanos están educados y tienen ante los ojos el interés de la patria, donde la individualidad es culta y posee una conciencia desarrollada de los negocios públicos y los intereses generales”.

La lucha de Pericles y Aspasia contra el conservadurismo 

A esta inmortal pareja le correspondió enfrentarse a una ideología conservadora que pregonaba mucho más la intervención de los dioses en la vida de los hombres, que la responsabilidad y libertad de estos. Una prédica reaccionaria sobre un supuesto orden “natural” que sojuzga y no libera. Es el orden opresor defendido por Cimón y los oligarcas atenienses enemigos del pensamiento democrático de Pericles. La pareja libertaria, por el contrario, reclama por la instauración en Atenas de una ideología republicana basada en la primacía del individuo-ciudadano que actúa en el marco de una polis que le permite realizarse en diferentes dominios y aspectos. Pericles y Aspasia sembraron la semilla del futuro liberalismo político de corte social, en un concierto a…cuatro manos.

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