En el marco del merecido homenaje a las víctimas del sindicalismo de décadas atrás, por parte del gobierno Petro, desafortunadamente se desaprovechó la oportunidad para un análisis más objetivo y proponer una salida a la crisis estructural del sindicalismo colombiano.
Si fuera consecuente con el principio de que es esencial en una democracia la existencia de sindicatos, y de que hay que romper con el individualismo de la sociedad para fortalecerlo, otro contenido debió haber tenido su discurso.
Centrar la crisis del sindicalismo en las épocas de la violencia, remontándose hasta el crimen de las bananeras, sin desconocer que existió un plan criminal para desaparecer la actividad sindical en esos territorios, sin observar la dinámica sindical en la otra Colombia, la urbana, es hacer una lectura fragmentada y parcial de la involución del movimiento sindical, o quizás de un negacionismo de su crisis.
Las cifras de afiliación, y la desconfianza de la sociedad en esta institución, al igual que de los partidos políticos, evidencia una crisis profunda que no se puede tapar con las manos.
Se equivoca igualmente el presidente Petro matriculado la actividad sindical con la izquierda. El sindicalismo no tiene ideología, ni partido político, su visión es la defensa de la dignidad del trabajador. Tanto el marxismo como el catolicismo tienen sus propias visiones de la defensa de los trabajadores y, los distintos partidos políticos deben de tener sus propios programas para los mismos.
Buscar la polarización de la relación patrono, trabajador, no contribuye en la construcción de un sindicalismo más moderno , pluralista y concertador. La revolución del proletariado fue una utopía. Y, esto sin tener en cuenta que la mayor fuerza del sindicalismo está en el sector oficial, donde no cabe este enfoque de polarizar las relaciones obrero-patronales.
Ignoro por completo el presidente, que es tan agudo en sus análisis, la crisis del sindicalismo moderno y posconstitucional colombiano, y las causas que lo desatan. La ilegitimidad de sus representantes, la ausencia de relevo generacional, su baja cobertura, la burocratización y el clientelismo de un sector tradicional de las cúpulas sindicales, y la ausencia de una cultura que promueva el ejercicio del derecho de asociación ,que supere en individualismo, que el mismo presidente identifico.
El sindicalismo moderno debe sintonizarse con las nuevas realidades sociológicas, y la evolución tecnológica del mundo del trabajo.
Del paso de un sindicalismo de "obrero" a un nuevo perfil del trabajador moderno y más calificado, especialmente en el sector público.
Hoy ya no matan sindicalistas, hoy los desaparecen producto de la revolución tecnológica y la inteligencia artificial, es decir, un triunfo callado del neoliberalismo.
Y qué mal terminó el discurso el señor presidente, cual feudal, dando órdenes clientelistas a la ministra de Trabajo para que contraten a dedo a sus amigos sindicalistas de su preferencia.
El discurso del presidente sobre el sindicalismo: desactualizado y fragmentado.
Si fuera consecuente con el principio de que es esencial en una democracia la existencia de sindicatos otro contenido debió haber tenido su discurso
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