La fe, la esperanza y la dignidad vencieron al miedo que por tantos años nos privó de muchos momentos, de muchas oportunidades de muchas vidas.
Con la elección de Gustavo Petro Urrego, hombre de tierras cordobesas, de casabe, de panela, de bocachico, Colombia le da un portazo definitivo al viejo país, ese país lleno de odios, tristezas y desesperanzas que por tantos años impedía que fuéramos una patria grande, para darle oportunidad a un país nuevo, una nación que se aferra a vivir en dignidad.
Una Colombia en la cual se pueda expresar y respetar a quien piense diferente, a valorar, respetar y a tratar con dignidad al viejo, a la vieja, al vendedor ambulante, al campesino, una Colombia en la que se respete la cultura, a los indígenas, a la naturaleza, es decir, una Colombia humana.
Con la fuerza que nos caracteriza, hoy empuñamos los lápices del saber que nos permitirán reescribir una nueva historia para Colombia, una que le ponga fin a nuestros miedos y a nuestros odios, una historia que nos permita abrazarnos con todos quiénes nos rodean y así luchar juntos por la patria que realmente merecemos y la que dejaremos a las futuras generaciones. ¡Colombia es mucho más grande ahora que nunca!
El primer presidente costeño e inimaginable presidente nacido en Córdoba, hijo de las tierras de Ciénaga de Oro sin lugar a equívocos ha hecho historia con su sola elección y ésta no tendrá similar alguna por lo menos en los próximos 100 años.
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Su elección como máximo mandatario de Colombia es sin dudas un expresión de que un hijo del pueblo trabajador, del pueblo luchador puede llegar a ser Presidente de una nación como la nuestra.
Ahora, Petro tiene un reto enorme en sus manos, tratar de unir y reconciliar a Colombia, de hacernos entender que no somos enemigos por tener posiciones diferentes, que la naturaleza del ser humano es precisamente esa, la de ser distinto, diferente y que la grandeza del mismo está en reconocer y aceptarlo.
Petro tendrá que convencer a más de 10 millones de colombianos que votaron en su contra, de que somos una sola nación y que, desde las decisiones políticas que se tomen en su paso por la presidencia, hacernos ver que los gobiernos respetuosos de la Constitución, la cumplen y las hacen cumplir en beneficio siempre de la unidad, de la dignidad, del bienestar y de Paz.
Al lado del presidente y a su misma altura y dignidad se encuentra una hermosa mujer, una negra prieta de sangre afrodescendiente, una mujer hermosa llena de historia, de riqueza, de luchas.
Sí, Francia Márquez, la primera vicepresidenta afro en la historia de Colombia, hija del Valle del Cauca, una mujer sobreviviente de flagelo de la violencia.
Un hecho enormemente histórico que le devuelve al pueblo negro, al pueblo ancestral su dignidad y su lugar en la historia.
Francia, es sin lugar a dudas, una demostración de la importancia y relevancia de la mujer en la política y en la vida, sin distinción de raza, etnia o religión que con su enorme lucha por su pueblo, hoy Colombia la exalta con su elección.
Ella, mujer, madre y vicepresidenta será fundamental en lo grande que queremos que Colombia sea una potencia mundial de la vida.
Colombianos, hoy no hay razón para sentirse desesperanzado pues las democracias se fortalecen cuando, sin importar su origen, cualquier colombiano puede llegar a ser presidente o vicepresidente.
Ahora es el turno de una idea, de una visión de país diferente y es apenas necesario que nos demos la oportunidad de conocerla, así imperfecta como en algún momento lo ha sido la paz, pero con la convicción de que será una Colombia distinta que busca crear las condiciones necesarias para que vivamos en dignidad.
Como colombianos nos asiste la responsabilidad y el deber de aceptar toda transformación que sea en beneficio de nuestra sociedad y por supuesto, condenar todo aquello que vaya en contra de ésta misma o en beneficio de solo unos pocos.
A Petro, mi admiración, mis mejores deseos y también mi crítica pues siendo responsable y consecuente, con él, seré exigente y crítico, quizás el triple pues como electores nos es imperativo siempre hacer el control necesario a nuestros representantes, para fortalecer la democracia.
¡Hermanos colombianos, reconciliémonos!