“Llamarle pan al pan, vino llamar al vino, sobaco al sobaco, miserable al destino y al que mata llamarle, de una vez, asesino” (Joaquín Sabina).
En días pasados, el ciudadano Álvaro Uribe Vélez afirmaba, con algo de razón, que sus opositores solo sabían decirle o gritarle “paraco”. El significante, en realidad, no guarda relación con el uso que se hace actualmente en Colombia pues se está utilizando como sinónimo de paramilitar; y Uribe lo sabe perfectamente, “paraco” es un dulce eufemismo. Sin embargo, retomando, es preciso afirmar que son muchas las perspectivas desde las cuales se puede analizar esta afirmación. Por ejemplo, puede referirse a la ausencia de un rico vocabulario en sus opositores para resaltar una pobreza de argumentos, ideas o pensamientos. En cierta forma, tiene razón. El hecho se hace más notable cuando de medios masivos se trata. Salud Hernández y Vicky Dávila son muy prominentes ejemplos de muestra cuando, al quedarse sin argumentos terminan repitiéndole un calificativo al entrevistado como autómatas que no se dignan escuchar al invitado, sino imponer unidireccionalmente sus puntos de vista.
Asimismo, los medios usan y abusan de términos que, al final, son como esas metáforas desgastadas que pierden su sentido si no sabemos acomodarlas. Por estos tiempos se ha puesto de moda el verbo peinar con casi todos sus derivados: Petro peinó a…, la peinada que Petro le dio a… Se trata de una avalancha, como si Petro se desempeñara como auxiliar en una sala de belleza. En consecuencia, hay que reconocer que el exsenador tiene algo de razón. No obstante, existe otra perspectiva desde la que se puede analizar la afirmación, cierta o falsa, y es el trasfondo de la misma, la verdadera intención del hablante. El oyente o lector puede llegar a la conclusión de que el emisor, Uribe, asume una actitud de provocación ante sus opositores y espera una reacción previamente calculada por él para, entonces, moverse en sus aguas. Sin duda, son diversas las miradas que podemos dar a la frase, pero bástennos estos dos apuntes para adentrarnos en la demostración de que el exrecluido hace un uso irresponsable del lenguaje provocando mucha violencia y, además, que su enunciado es completamente falso (falso-falso, no falso-positivo).
Tratándose de un medio periodístico y bajo la opinión de que uno de los métodos más eficaces para demostrar y enseñar es el ejemplo, este documento no será tan extenso como su materia lo exige. En principio, para demostrar el uso irresponsable del lenguaje, es pertinente recordar la premisa de que desde la indigente de zonas marginales de Haití hasta el papa, Angela Merkel o cualquier otra celebridad, nos movemos en el plano de lo simbólico. La condición o la investidura no suman ni restan en cuanto a la valía humana, pero, demostrado está por la sociología, la lingüística, la sociolingüística, la antropología y otras ciencias, que el discurso de las figuras públicas incide notoriamente, para bien o para mal, sobre las sociedades. En ese sentido, un discurso agresivo, si el receptor no tiene la mesura necesaria y su crecimiento y formación se dieron en un contexto no pacífico, genera violencia. Veamos algunos ejemplos. El 5 de mayo de 2018, Uribe agredió verbalmente a toda la población del Atlántico llamándole “ganado”. El autor de estos renglones ripostó exigiéndole respeto y calificándole como una “bestia infernal, dantesca”. El comportamiento del emisor fue la del capataz de una finca que llama a sus súbditos para que, bajo la presión de la violencia verbal, hicieran lo que se les mandaba. Con relación a este hecho, caben reflexiones y preguntas como a cuántas personas les ha quedado el sinsabor de la ofensa, de la agresión. Además, ¿la habrán olvidado? Déjenme decirles que la memoria colectiva, contrariamente a lo que se ha afirmado, sí existe.
Esas heridas se mantienen vivas. Sucede es algo parecido cuando la mujer o el niño son maltratados físicamente, eso no se olvida, la cicatriz está, lo que sucede es que casi nunca se habla de esos temas porque son desagradables, se tiene miedo o son temas tabúes y prefieren guardar silencio, pero eso no se olvida. Al Atlántico no se le olvida esa ofensa aunque no hable de ella. Explicado el primer ejemplo, pasamos al segundo. En Colombia, y en el extranjero, se recuerda aquel famoso “Le doy en la cara, marica”. No se ahondará ahora con explicaciones de talante científico, sino que bastará una pregunta para poner en escena la violencia que se deriva. ¿Qué quedó en esa región del cerebro de los niños y adolescentes que crecían al haber escuchado esta frase que dijo el presidente? Para eso están los profesores, dirán. ¡Qué pena! Los profesores y padres de familia sí pueden “remendar” el desacierto, pero vale la pena recordar que no son papel higiénico. Para terminar con este primer tema, pasamos a un último ejemplo. En pleno levantamiento de los manifestantes, Álvaro Uribe Vélez trina en favor del uso de la fuerza. Ciertamente, existe un uso legítimo de la fuerza, pero seamos claros. ¿Fue prudente? ¿Se restableció el orden? Después del trino ¿cuántas muertes se han producido? ¿Cuántos policías, militares y miembros del Esmad han renunciado y los porqués? ¿Cuántos desaparecidos se cuentan hasta hoy? ¿Cuántos cadáveres han aparecido en los ríos? ¿El uso de la fuerza ha frenado la cifra de muertes? ¿La fuerza ha protegido o ha asesinado? Pues bien, con estos tres ejemplos queda más que demostrado que el lenguaje agresivo del presidente Uribe no ha generado sino violencia y muerte.
En lo referente a la completa falsedad de su afirmación no es necesario presentar pruebas pues basta ponerse en contacto con cualquier forma de comunicación, bendecida o no por el gobierno, para demostrar que al ciudadano Uribe no solo le han dicho “paraco”. Es de suponer que no está muy bien informado o, si lo está, se hace el ignorante, que no es con él. Si hay un ojo abierto o un oído despierto se puede descubrir, sin mayor esfuerzo, que a este señor le han dicho, gritado, escrito, dibujado teletrasmitido y televisado calificativos mucho más ofensivos que el dulce eufemismo de paraco. Además, sin ser estudioso de fenómenos paranormales, se puede sospechar que esos apelativos también han llegado vía telepática porque son millones de personas que, al unísono, han pensado lo mismo en algunos momentos cruciales. Para nadie es un secreto que los muros, RCN, Caracol y muchos medios han difundido las ofensas que le han gritado. Por otro lado, en algunos escenarios académicos no se han podido desarrollar eventos porque las multitudes no lo dejan con sus gritos coreados. Así que no venga a decir que sus opositores solo le saben decir “paraco” porque, entre otras cosas, muchos de sus copartidarios, de esos a los que él llamó “ganado”, ya han comenzado a hacer lo mismo.
En sinopsis, el lenguaje de Álvaro Uribe ha producido muerte, y no es cierto que solo le hayan dicho paraco.
[*]Escritor, editor, docente universitario, especialista en pedagogía de la comunicación.