Durante la pasada campaña, la candidata Claudia López utilizó el discurso feminista para sacar de la carrera política a su contrincante político progrersista, Hollman Morris. En ese momento líderes y lideresas, inclusive de la misma Colombia Humana, usaron las acusaciones para atacar al candidato de la alcaldía y hasta al mismo Gustavo Petro. El juicio fue inclemente, la simple acusación daba para la condena. Al mismo estilo del paramilitarismo, un cotilleo fue suficiente. Hoy que ya pasaron las elecciones, las supuestas sororidades desaparecieron y no se interesan por los resultados de la justicia. Nunca importaron las pruebas que muchos sacaron en ese momento para desvirtuar las acusaciones, sino lapidarlo mediáticamente y que ganara Claudia.
Parte de la condena en ese momento fue el retiro del apoyo a la Colombia Humana de muchas, desde Angela María Robledo, pasando por María Mercedes Maldonado, María José Pizarro y Blanca Durán. Ellas expresaron su feminismo radical y hoy han sido apremiadas por contratos en la alcaldía o de sus cercanos, curiosamente hombres (Vladimir Rodríguez o José Antequera entre los mejores premiados).
¿Pero hasta qué punto es radical ese feminismo? La discusión de fondo sí la propuso Gustavo Petro y fue cuestionada por todos. Existen varios feminismos y lo que se temía era que el liberal ganara las elecciones, este es uno que solo se preocupa porque algunas mujeres logren llegar a puestos de poder e igualen salarios. Sin embargo, hay una exclusión estructural que genera el patriarcado que no es atacado por este tipo de feminismo. No importan las exclusiones, las inequidades, la falta de oportunidades y hasta el esclavismo que vive la mujer que pertenece a las mayorías empobrecidas. Para este feminismo todo se soluciona con llegar a ser alcalde o presidente, no importa que su impronta política sea neoliberal y mantenga la exclusión social y las viejas prácticas corruptas de la derecha. Este feminismo sabe convivir con los viejos poderes, se acomoda.
Esto hoy se ha hecho dramáticamente evidente. Ahora se cumple la profecía que cierta izquierda y alternativos temían. Vemos cómo mujeres del pueblo embera fueron violentadas por agentes de la Policía que dirige la alcaldesa, dejando unas imágenes que rompen el alma. Mientras recibía las fotografías, buscaba desesperada alguna declaración por parte de Claudia López. Al fin y al cabo, a ella nadie le puede dar lecciones de feminismo. Pero nada, al final de la tarde, cuando volvían a golpear a las mujeres y a amenazarlas con tasers, a la usanza añorada por Pachito Santos y el uribismo, el secretario de Gobierno apenas pedía en Twitter una investigación por parte de la Personería Distrital. Estas mujeres han venido siendo violentadas por la alcaldía desde los tiempos de Peñalosa, revictimizando su condición de mujeres, indígenas y víctimas de la violencia que las desplazó desde sus territorios, a los cuales no pueden volver.
La Secretaría de la Mujer brilla aún más por su ausencia
De igual forma, con tristeza se puede comprobar que muchos de los que se rasgaron las vestiduras el año pasado, hoy con discreto encanto guardan silencio. Este vejamen se suma a las dos mujeres violadas por policías este año, a las que fueron golpeadas durante las protestas, a la que casi fue secuestrada en la carrera 30 al frente de la Universidad Nacional, a la concejal indígena Ati Quigua que fue agredida por el concejal de gobierno Diego Laserna o a las mujeres trans afectadas por el pico y género. La mujer en esta alcaldía no tiene derechos, está a la deriva de la violencia machista, especialmente ejercida por el mismo Estado. Esta no es una ciudad cuidadora o si lo es parece que solo de las mujeres que pertenecemos a ciertas clases sociales, no precisamente a las excluidas.
El año pasado le escuchamos a Angela María Robledo decir “cero tolerancia a la violencia contra la mujer”, ¿pero a cuál mujer se refería? Ante esta serie de violencias se ha mostrado muy tolerante. El año pasado las mujeres ya nombradas decían no poder estar en una alcaldía que violara los derechos de las mujeres, espero que por coherencia entonces renuncien al igual que sus recomendados.
Este maniqueo uso del discurso feminista nos ha llevado a continuar la desastrosa senda del peñalosismo. A eso le temimos y hoy se cumplen nuestros miedos. El tiempo ha absuelto a Gustavo Petro: “El poder de la mujer es posible sí también hay una liberación de la sociedad toda”.