El dilema: internet de las cosas versus el derecho a la privacidad

El dilema: internet de las cosas versus el derecho a la privacidad

Internet de las cosas refiere a la red de objetos físicos con sensores y software para intercambiar datos con otros dispositivos y sistemas a través de Internet

Por: Javier Ricardo Mantilla Muñoz
noviembre 28, 2023
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El dilema: internet de las cosas versus el derecho a la privacidad
Fotografía: Canva

Mientras en el mundo se habla de códigos abiertos, de energías verdes, (por ejemplo Alemania ya tiene casi el cincuenta por ciento en energías renovables, a la par se está gestionando una superestructura de poder lateral manejado por la mayoría sus ciudadanos y van desarrollando la tercera revolución industrial) en nuestra querida patria solo proponer una línea férrea que atraviese el país -tal como lo planteó Petro objeto de mofas y memes-, que en cada barrio haya una estación para recargar un carro eléctrico o plantar energía eólica en la Guajira que  nutra las farolas de la costa atlántica, es algo inverosímil en el país de macondo.

¡Oscurantismo y mediocridad!, que falta de visión la de los “dirigentes” de este terruño tan querido, pero tan colmado de sangre y de ignorancia (es como ese terreno árido donde no prospera ni una mata de plátano).

Secos los cerebros, descompuestos los corazones, solo nos quedó el negocio de la coca que esparció el crimen por doquier; que envidia ver la transformación  de un país como Bélgica  o Dinamarca, el sistema de trenes de China con su maravillosa ingeniería; en nuestro país colombiano, los canales privados de televisión romantizan la pobreza  y dicen:

“que lindo y sensible que el Chocó no tenga luz, esta selva debe conservarse tal como está, aquellos negros se divierten pasando hambre en sus ranchos. Nos presentan como el ombligo del mundo, edulcoran la realidad de la marranera”.

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Ahora bien el tema en boga al que debemos referirnos en esta columna, para tenerlo presente por estos contornos suramericanos, es el Internet de las cosas, cuya definición es: red de objetos físicos (“cosas”) que llevan incorporados sensores, software y otras tecnologías con el fin de conectarse e intercambiar datos con otros dispositivos y sistemas a través de Internet.

Esto ha perfeccionado el mundo de las energías limpias y el procomún colaborativo. Las nuevas generaciones vivirán en una comunidad global donde la economía del capital sea superada desde la estructura jerárquica a una horizontal; los pelados están agotados de la explotación laboral y la precarización, y un nuevo mundo interconectado de ayuda mutua surge como una posibilidad de una economía de trueque que soslaye en parte la industria pesada y reactive los puestos de trabajo que se están perdiendo debido al coste marginal cero (aquella contradicción del capital donde producir ya no tiene el margen de ganancia y donde la comunidad trabajadora que, perdido los logros obtenidos en el siglo XX producto de huelgas y enfrentamiento con la patronal, ha visto como sus trabajos se esfuman, como cada vez las máquinas ocupan sus lugares tanto en la automatización como en la robótica y la inteligencia artificial).

Lo bueno es que una rebelión se está haciendo cargo del mundo, aquella pugna del capital por robar los secretos y sacarles provecho por medio de patentes de propiedad industrial e intelectual, surge la contracultura, la corriente del animal gregario que somos y principiamos a burlarnos de aquellas propiedades, de ponerlas al servicio de la humanidad para desarrollar algoritmos basados en principios justos que vayan en sintonía con la preocupación del mortal del futuro.

Esa combinación de factores han propiciado una revolución, el coste marginal de una nueva energía combinado con la superautopista del Internet y otra concepción de llevar el conocimiento a través de canales virtuales, desmonopolizando el saber y otros campos, auguran un cambio en el paradigma dominante, sin dejar de lado el peligro que representan gigantes tecnológicos como Google y Facebook quienes aprovechan estas plataformas para espiar, vigilar y en últimas controlar; por ello debemos ser cautelosos con la nueva etapa, aprovecharnos de sus beneficios, pero también ser conscientes del peligro que esto enrostra: la perdida de privacidad, el poder que se le ha entregado a estas empresas, y como ellas explotan nuestros deseos e instintos primarios.

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