El dilema de Petro: si no pone a Francia Márquez, pierde; si la pone, también pierde

El dilema de Petro: si no pone a Francia Márquez, pierde; si la pone, también pierde

La lideresa debería ser la fórmula vicepresidencial. Si la pone, la sociedad pacata y racista no aceptaría. Si no la pone, los colectivos se vienen encima

Por: Carlos de Urabá
marzo 17, 2022
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El dilema de Petro: si no pone a Francia Márquez, pierde; si la pone, también pierde
Foto: cortesía

En las primarias del Pacto Histórico, Gustavo Petro ha conseguido un arrollador triunfo sobre los otros candidatos de la coalición. Nada de esto nos debe sorprender, pues ya se sabía de antemano quién iba a ser el ganador. Someter a escrutinio al gran favorito en las próximas elecciones presidenciales era más bien un acto teatral o propagandístico.

Al final Petro obtuvo 4.485.022 votos, mientras en segundo término se situó su camarada Francia Márquez, que sorpresivamente logró 782.904 votos. Ella se ha ganado en franca lid el derecho de acompañar en el tarjetón a Gustavo Petro en la primera vuelta de las elecciones presidenciales del próximo mes de mayo. Por lo tanto, sería en la historia de Colombia la primera afrocolombiana que logra tamaña hazaña.

Teóricamente, la lideresa social del Cauca debería ser, por justicia, la candidata a la vicepresidencia, pues representa a las minorías étnicas, a las poblaciones marginadas, a los desplazados y a todas las víctimas del conflicto armado colombiano. Su pensamiento sin complejos ni ambigüedades es claramente izquierdista, y eso es lo que está en juego: o eternizar a la derecha o que haya un cambio progresista.

Pero no está del todo decidida su elección porque hay voces en la coalición del Pacto Histórico que no están de acuerdo y prefieren que Francia Márquez no acompañe en el tarjetón a Gustavo Petro. Y es una cuestión más bien de táctica electoral, porque el color de su piel, en vez de ser una virtud, se convierte en un defecto. Hay que tener en cuenta que el racismo funcional todavía está muy arraigado en el alma el pueblo colombiano.

Nadie lo va a admitir en público porque la hipocresía es la norma de nuestro comportamiento social. En todo caso, el voto es secreto y no lleva ninguna identificación que exponga al ciudadano en el muro de la vergüenza. Muchos pensarán que como estamos en el siglo XXI hemos superado todos esos prejuicios raciales. Pero se equivocan. Existen argumentos humanistas como la elección del mulato Obama a la presidencia de EE. UU. y hoy también el que la mulata demócrata Kamala Harris ostente la vicepresidencia del país más poderoso del mundo. ¿Acaso no es posible que los colombianos acepten que una negra entre en el Palacio de Nariño y ocupe tan alta dignidad gubernamental?

Pero, sociológicamente, todos sabemos que hay muchos obstáculos, prejuicios de clase y étnicos. Es algo que hace parte de nuestra idiosincrasia ligada a la herencia histórica colonial, conservadora y de carácter fundamentalista católico. Quizás si fuera indígena hasta podría pasar, pero una negra racializada al estilo Malcolm X no está muy bien vista, pues representa a una clase social baja, víctima del retraso, la ignorancia y la servidumbre. Al negro se le ha reservado en el inconsciente colectivo un papel folclórico (artistas, cantantes o rumberos), algo exótico, que además se distinguen por su constitución física en buenos deportista y atletas. Aunque jamás se le reconocerá sus valores en el campo cultural o intelectual.

Los planificadores, los estrategas de la campaña del Pacto Histórico seguro que ya han hecho sus cálculos y saben que la afrocolombiana Francia Márquez restaría miles de votos ¿millones? a la candidatura de Gustavo Petro. Y es que él ha prometido ganar las elecciones en primera vuelta, es decir, que debería obtener la mitad más uno de los votos: casi 10.000.000 para ser presidente. Y eso contando que una elevada participación ciudadana neutralice la tradicional abstención y el voto en blanco, claro. Este es un inmenso reto muy difícil de alcanzar porque la competencia está muy reñida y los otros partidos o coaliciones vienen pisando fuerte.

A Petro le faltaría recoger una cosecha de más de 5.500.000 de votos (para añadir a los 4.500.000 que ya sacó el pasado domingo 13 de marzo) para hacer realidad su sueño. Y eso solo lo lograría si hiciera un pacto con el Partido Liberal dirigido por el “uribista” César Gaviria, que seguramente exigiría como cuota la vicepresidencia. De la derecha y el centro seguro saldrá un candidato muy fuerte capaz de vencer a la izquierda entre Federico Gutiérrez, Sergio Fajardo, Rodolfo Hernández, Ingrid Betancourt, y quizás Vargas Lleras. Si hay una segunda vuelta el que obtenga la mejor votación entre estos candidatos unirían sus fuerzas y así podrían batir a Petro y colocarse la banda presidencial el 7 de agosto del 2022.

Pero ya se saben cómo son los aparatos partidistas y algunos dirigentes en el Pacto Histórico opinan que Francia Márquez, el fenómeno político del momento, va a ser un lastre más que un flotador para lograr la victoria. Encima, la lideresa social del Cauca maneja un discurso bastante radical, antisistema, anticapitalista, antirracista y feminista. Todavía ni siquiera se sabe cuál es la fe que profesa. Parece que se confiesa antirreligiosa y antipatriarcal. Este es un asunto fundamental para darle la bendición. Petro al menos ya visitó al papa en el Vaticano y salió recitando el creo en Dios padre todopoderoso. Francia Márquez es muy lanzada y ataca sin tapujos a los oligarcas, a los terratenientes, a los políticos corruptos, a los paramilitares, a los parapolíticos o narcopolíticos. Desde luego que no concita las mayores simpatías y será el blanco de los ataques más sucios y rastreros.

Históricamente, el pueblo negro ha sido esclavizado, marginado, empobrecido, oprimido, desposeído y condenado al analfabetismo. La derecha colombiana considera a Francia Márquez una vengadora rencorosa que personifica el odio de clases, la lucha de clases. Mejor dicho, una guerrillera comunista en potencia. Y si lo que pretende el Pacto Histórico es sumar a los votantes más moderados, así no lo van a lograr. Es imperioso convencer a un sector de la sociedad colombiana que la compañera de fórmula de Gustavo Petro es una ciudadana respetable, honorable y digna de representar a Colombia. Las mujeres colombianas criollas o mestizas (la mayoría residentes en las grandes urbes) no se identifican con una negra, los hombres menos; prefieren a una mujer blanca, rubia y de ojos azules, preferiblemente de la alta sociedad, católica, apostólica y romana, con una carrera, que hable inglés y vista a la moda de París.

Lo más seguro es que la dirigencia del Pacto Histórico ya estará conversando con Francia Márquez acerca de estos “pequeños detalles” o, más bien, “obstáculos” y le pedirán que reflexione por el bien de la coalición y de la patria. Si renuncia hasta se le podría ofrecer un ministerio, una embajada o suculentas dadivas. Algo que sería visto como un perverso chantaje, y no solo eso, sino que se interpretaría como una decisión xenófoba, racista y machista de apartarla de la vicepresidencia. Los colectivos feministas, indigenistas y afrocolombianos estarían totalmente en desacuerdo con excluirla del tarjetón, una traición imperdonable que castigaría a Petro en las urnas.

Definitivamente, la cúpula de la coalición Pacto Histórico tendrá que dilucidar este dilema: poner a Francia Márquez o colocar en su defecto a otra candidata a la vicepresidencia (que tendrá que ser obligatoriamente una mujer, claro, como establecen los estatutos de igualdad de género). Esta decisión los ha dejado entre la espada y la pared. El no brindarle la confianza a Francia Márquez y no inscribirla en la fórmula presidencial del Pacto Histórico sería un error mayúsculo que indudablemente le costaría la presidencia a Gustavo Petro.

 

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