Empezó el mundo del arte a funcionar, la que hoy nos interesa es Lenguajes sobre papel en la galería El Museo. Anota algo importante el comunicado de prensa: “Aunque las nuevas tecnologías ponen a disposición de los artistas un amplio repertorio de medios técnicos y materiales, el papel —en sus diversas variantes formales y combinatorias— ha sabido trascender su cualidad de soporte plástico para convertirse en protagonista esencial de la obra. Esa superficie blanca y plana, revela un lenguaje que se articula desde la fragilidad y la ligereza, para revelar, a través de la visión de estos artistas, varios mundos”. La muestra que ya lleva ocho años trabajando esta disciplina cuenta con cincuenta artistas de las épocas recientes.
En realidad, las oportunidades dentro de esa disciplina encuentran nuevos caminos visuales donde varias generaciones generan nuevos encuentros plásticos.
La experiencia más clásica viene de una carta de Alvaro Barrios que —escribe él como director— de un museo imaginario cuyo nombre es “Museo Duchamp del arte malo” cuya residencia está en Barranquilla, a una millonaria norteamericana que vive en Nueva York en la que le cuenta la próxima inauguración del espacio, en este 2016, mientras el tema del museo imaginario sobrepasa el agónico estado del arte modernista de los años ochenta y, cómo, museológicamente, lograrán encontrar un reto conceptual para su inauguración.
Me gustó la obra de Diego Mendoza (Popayán, 1982), su trabajo sobre papel es tan prosaica como poética porque reúne imágenes y técnicas con unos presupuestos antagónicos. Unos que denuncian las contradicciones ambientales: una moledora de acero es la raíz natural de una planta, viene siendo la parte artificial de la naturaleza. Joven talentoso con un trabajo impecable sobre la urbanización de la tecnología.
Miller Lagos (Bogotá, 1973), de otra generación, presenta una obra vista en galería y bienales. Aunque no deja de ser un trabajo interesante, ha quedado repitiéndose como es la bella serie de Holbein el Joven, sobre la obra
Los Embajadores. En un volumen cúbico que reúne cuatro mil hojas con la misma imagen, muestra las conductas de la época —1533— donde el artista realiza una obra invencible en la que nos cuenta cómo en la pintura hace un retrato de la época; sobre la riqueza plástica de un contexto donde, en su riqueza, les interesa las matemáticas, la ciencia y la geografía. Un nuevo experimento con técnica mixta.
Teresa Currea (Bogotá,1985) presenta un dibujo escultórico que es tan sencillo como novedoso. El recorte delicado y especialmente realizado crea un mundo alegórico en casi, una tercera dimensión. Ella, en sus dibujos que tienden a ser casi infantiles en sus temas de animales, se refiere a la asfixia de la polución y a la ambivalencia de respirar desde chimeneas, que son columnas con paisaje egipcio. Tiempo y espacio se unan en otro paisaje y otra concepción del dibujo. Pasado y futuro.
De los muchos paisajes urbanos de la interesante exposición, me llamó la atención Camilo Bojacá (Sogamoso, 1985) quien interpreta el paisaje desde una práctica común que no tiene marco: los límites son cajas que encierran la experiencia a una sola mirada. Un dibujo de un cielo y tierra. Y donde en un primer plano aparece la realidad en unas torres —objetos— desde donde cuelga de dos hilos un mensaje que desconcierta la primera vez que se lee: “El pueblo será un abismo, cuando entienda que es el soporte”.
El dibujo con cartón son esculturas de Boris Pérez (CamBogotá, 1973) quien al estilo Pop, se reinventa la usual presencia comercial y doméstica de los electrodomésticos.
No podemos referirnos a muchos buenos y malos, pero entre los comerciales por ser culpables de un silencio, está un dibujo convencional abstracto y comercial de amazónico artista: Carlos Jacanamijoy.