En redes sociales se han propagado videos en los que se promueve la violencia de ciudadanos contra ciudadanos haciendo ver a los marchantes como “asesinos de bebés”, “guerrilleros” o “vándalos” que deben ser detenidos, perseguidos, mutilados, desaparecidos o asesinados por el hecho de salir a utilizar el derecho a la protesta. Incluso, se han ofrecido recompensas por algunos líderes sociales que, según el ministro de Defensa, son cabecillas de la guerrilla aun cuando la comunidad los ha reconocido como líderes sociales, no disidentes de las Farc, como él dijo en esa ocasión.
A muchos ciudadanos se les ha empezado a decir constantemente que “los ciudadanos de bien” deben salir a acabar con el paro a como dé lugar y ponerse del lado del Estado; Estado que, cabe aclarar, no se preocupa por sus ciudadanos, pues esta incitación deja expuestos a todos los civiles que empiezan a ver al otro como “el enemigo”, dificultando la relación entre ciudadanos.
Esta situación social llega a demostrarle al país algo que siempre ha ocurrido en ciertos sectores, pero que ha sido invisibilizado por los medios más vistos en el país: gente muriendo de hambre, líderes sociales asesinados, cientos de desaparecidos, abusos de autoridad, faltas de oportunidades para los ciudadanos, opositores torturados, inseguridad e impunidad. Adicionalmente, algunos alcaldes y alcaldesas, siguiendo el discurso del gobierno, se han enfocado en los daños materiales que algunos ciudadanos y policías han causado en lugar de hacer un llamado al cese a la violencia y a la apertura de la necesaria Comisión Interamericana de Derechos Humanos al país para analizar la situación que se vive.
A pesar de estos hechos, quienes han salido a alzar su voz de protesta, si bien están liderados por jóvenes, no son solo ellos y se han unido varias generaciones, pensamientos, culturas e idiomas, y que buscan construir en conjunto, pensando no solo en su futuro, sino incluso en quienes los atacan verbal y físicamente; con el deseo de hacer un mejor país siguen en las calles intentando ser escuchados y tenidos en cuenta y no solo ser perseguidos, estigmatizados o vinculados a partidos políticos sin prueba alguna.
Con todo esto quienes se han unido a las movilizaciones han encontrado espacios para realizar asambleas a lo largo del país en diferentes barrios buscando escuchar e incluir a todos los ciudadanos en la búsqueda de una posible solución tomando en consideración sus reclamos, denuncias, experiencias y sobre todo propuestas, ejemplo que hasta el 25 de mayo decidió seguir el gobierno llegando a unos preacuerdos con el comité del paro. Esto, aunque no es definitivo, deja un claro ejemplo de cómo acabar con las terribles noches en las que la violencia ha tomado el protagonismo: el diálogo. Solo escuchando al otro y sus razones, poniéndonos en el lugar del otro, entendiendo que es necesario vivir, respetar y aceptar la diferencia y dejando de lado la indiferencia podemos construir el país que todos queremos, dialogando y no injuriando, persiguiendo o asesinando.