Colombia ha sido testigo en días pasados de la captura del sacerdote Freddy Martínez, presunto abusador de mujeres, las cuales asistían a sus supuestas misas de sanación en el corregimiento de Villarrestrepo, cerca al nevado del Tolima.
Y son esta clase de acontecimientos que deberían despertar la conciencia de los cristianos, no solo de denominación católica, sino también de cualquier denominación cristiana, pues para nadie es un secreto que en las demás iglesias también se cometen toda clase de abusos.
Desde el año 2014 he sido religioso de espiritualidad monástica y he pertenecido a dos monasterios y congregaciones de denominación católica, en los cuales he descubierto que detrás de la cortina de espiritualidad y santificación católica se esconden personas que ejercen su sacerdocio y supuesta vocación religiosa con fines poco éticos y cristianos.
Lastimosamente, la iglesia, que debería ser ejemplo de misericordia cristiana, ha sido corrompida por las más oscuras pretensiones que puede tener un ser humano de escasa moral. Aun así, los fieles católicos, en especial los colombianos, no han sido capaces de exigirle a Conferencia Episcopal una “purga” que genere verdaderos cambios, permitiendo a la iglesia en Colombia, estar libre de clérigos de dudosa reputación, administrando los dones celestiales con segundas intenciones.
Para nosotros los religiosos es bien sabido que, muchos obispos, toman la decisión de esconder sacerdotes con investigaciones penales, con tal de no generar escándalo entre sus fieles, ejemplo de ello es la Arquidiócesis de Medellín de la cual se sabe que ha pagado millones y millones de pesos a testigos y víctimas de abuso sexual, con el fin de evitar las acusaciones ante la justicia ordinaria.
Y, como entre bomberos no se pisan la manguera, la mayoría de obispos prefieren callar y no actuar, ya sea con fines de conveniencia económica (pues estos curas les generan muy buenos ingresos) o solo por no dar explicaciones a la sociedad y perder su estatus de “santidad”.
Muchos de los que hemos denunciado los malos comportamientos de estos demonios con sotana, hemos sido llamados “rebeldes” o “desobedientes”, ya que generamos incomodidad entre el clero, pero pienso que nuestro deber, como verdaderos católicos, es recuperar la Iglesia que se preocupa por el necesitado y que se ha ido perdiendo en los intereses propios de algunos pocos.
Lobos disfrazados de ovejas son aquellos que se aprovechan de la Iglesia católica como medio para satisfacer su hambre de poder y sus bajos instintos; prefiero ser un monje incómodo para el clero que tener una doble moral que me aleja del temor de Dios.
Hoy tenemos muchos de esos lobos, desfilando con sus arreos como si se tratara de una pasarela de moda, disfrutando de sus altos apostolados como semidioses y divinidades, algunos hasta ostentan el título de lord (título que se obtiene comprando pequeños lotes en la fundación Hihgland Titles de Escocia, que a pesar de no ser títulos aristocráticos, los presumen como si fuesen sido obtenidos por la mismísima reina María Estuardo).
¿Pero cuál es nuestro deber como católicos ante estas situaciones? Nuestro deber es obligar al colegio de obispos de nuestro país, tal como el pueblo colombiano reclamó a sus mandatarios la caída de la reforma tributaria, así mismo debe exigirles a sus pastores, que los elementos que le hacen mal a la Iglesia sean retirados de sus apostolados y que aquellos quienes enfrentan investigaciones por abuso sexual, sean expulsados y obligados a dar la cara ante las autoridades pertinentes.
Además, se sabe que, los obispos esconden a los curas corruptos, en corregimientos y poblaciones lejanas, provocando el efecto de piñata rota aumentando el margen del problema, ya que son las familias más pobres las que no pueden defenderse y, son los más necesitados, quienes padecen más los abusos por parte de las instituciones.
Yo invito a los fieles católicos y a los cristianos en general, a ser verdaderos partícipes de la iglesia que Cristo nos encomendó. No solamente se trata de ir a rezar a los templos con fe ciega, también se trata de cuidar el Reino de Dios y no alcahuetear los malos comportamientos del clero, pues, si nosotros como fieles, dejamos pasar estas situaciones como si nada, también pecamos por omisión.
Porque escrito está: “Mi casa será llamada casa de oración; pero ustedes la están convirtiendo en cueva de ladrones” (Mateo 21:13).