Desde el 2001, Bogotá celebra anualmente el ‘Día sin carro y sin moto’, una fecha donde las administraciones que han pasado por la alcaldía han exaltado por promover el ejercicio en la ciudadanía, la reducción del tráfico, de ruido y más que todo, por el aporte que hace para la calidad del aire, al no transitar 42% menos de los carros y 86% de motos que hay en la ciudad. Pero, ¿qué tal que si esta propuesta no es una respuesta tan obvia al problema de calidad del aire en Bogotá?
Justamente, eso es lo que se ha cuestionado en los últimos años. Varias investigaciones llevadas a cabo por universidades como los Andes, la Nacional, la Salle, la Libre, entre otras, han mostrado que la reducción de material particulado es muy reducida y que, a cambio, factores ambientales, climáticos, tecnológicos, políticos, entre otros, hacen que el ‘Día Sin Carro’ sea solo un acto simbólico para acordarnos la importancia del aire que respiramos.
En el 2018, una investigación de la Universidad de los Andes demostró que ese día aumentó el material particulado de la ciudad, el principal contaminante criterio para Bogotá. Asimismo, en el 2019, otra investigación resaltó que no hubo una reducción significativa de material particulado entre un día normal de tráfico y que, a cambio, fue mayor la cantidad de ciudadanos que estuvieron expuestos.
Estos resultados, contradictorios a la forma como se vende el ‘Día Sin Carro’, en gran parte se debieron a que no se reduce el material particulado generado por los vehículos diésel, que son los que más aportan en la torta de emisiones (a cambio aumenta el uso intensivo de flota de baja tecnología que compone el sistema de transporte público) y al material suspendido, que tiene cierto nivel de incidencia, en especial en las zonas más vulnerables de la ciudad. De igual modo, frecuentemente no se asocia que Bogotá por estos días presenta cambios de temperaturas, además de estar en temporada seca, lo que genera que se manifieste el fenómeno de ‘inversión térmica’, un proceso que hace que los contaminantes, en especial el material particulado, por lo vientos fríos y calientes choquen (por decirlo de forma coloquial) y con el aumento y disminución de la temperatura, se concentren en un nivel más cercano a las fuentes de emisión, lo que hace que estemos más expuestos.
Esta discusión que toma más relevancia en la opinión pública, abre un debate que varias administraciones y actores involucrados han olvidado y es respecto a ¿cuál es el nivel de gobernanza y co-gestión de la calidad del aire de la ciudad? Cada vez nos vemos más expuestos y, según estudios del Instituto Nacional de Salud, se asocian más de 2.000 muertes al año por baja calidad del aire. Dato que demuestra la alta conexión entre los problemas ambientales locales y su influencia en la salud pública, y la forma como quienes vivimos en urbes, normalizamos estos datos, a pesar de considerar que es uno de los principales problemas ambientales para la ciudad.
Bogotá tiene instrumentos valiosos que hacen que tenga un gran contexto respecto a qué sucede con el aire que respiramos hora por hora, como el sistema de monitoreo de calidad del aire, en el que se puede ver el índice de calidad del aire IBOCA, además de tener un inventario de emisiones, un modelo de proyección de calidad del aire y amplias investigaciones con alto rigor científico respecto al recurso, que al parecer no es tan invisible como parece. Pero que se ven subutilizados por los constantes vacíos de comunicación entre las secretarías distritales, de estas con los ciudadanos y con los gremios de transporte e industria, que poco hacen estos últimos de forma voluntaria para poder reducir el nivel de emisiones que se generan, a pesar que es el aire que todas y todos respiramos.
La ciudad en los últimos años ha dado pasos significativos respecto a mejorar la tecnología del sistema de transporte público, que, si bien no es el que genera mayor cantidad de emisiones, es el que permite que tengamos mayor exposición. Pero, asimismo, estos avances son el resultado de muchas prórrogas a prestarle atención a la calidad del aire, e incluso, a la prórroga que se le ha dado pensarse cómo promover un desarrollo bajo en carbono y resiliente de la ciudad frente al cambio climático.
Los expertos son claros en que muchas soluciones técnicas existen, pero que a pesar de esto las soluciones con un alto nivel de eficacia ante los retos de la calidad del aire, no solo en salud, sino en lo económico y ambiental, es a veces la voluntad política lo que coarta la posibilidad de implementación y que su ambición se vea reducida, como ocurrió con la renovación de la flota de Transmilenio fase I y II en el que aún se priorizaron vehículos diesel y de gas, cuando se pudo tener un mejor sistema de transporte eléctrico.
Este ‘Día sin carro’ debe ser la oportunidad para que en la opinión pública se den estos debates y que se solicite acciones prontas, reconocimiento el problema y la responsabilidad compartida pero diferenciada de todos. Aún tenemos que comenzar por mejorar el acceso a la información sobre el recurso, de tal forma que, así como consultamos el clima, consultemos cómo está la calidad del aire en nuestro trayecto y tomemos decisiones personales al respecto. Por otro lado, tomar decisiones que apunten a una verdadera transición en tecnologías y combustibles, como deberá pasar en algún momento con los vehículos provisionales y actuales del SITP, e incluso a pensarnos de qué forma podemos hacer para que las mercancías que entran a la ciudad, que en gran parte son para garantizar la seguridad alimentaria de varias municipios, no sea tan contaminante y se conforme un sistema de entrega de logística menos caótico como sucede en las principales entradas a la ciudad.
Finalmente, que este día sea la oportunidad para romper el imaginario pasivo de la ciudadanía y a cambio se le tenga en cuenta para mejorar la calidad del aire que respiramos, como lo hace iniciativas locales como la MECAB (Mesa Técnica Ciudadana por la Calidad del Aire de Bogotá) y la Red Nacional por la Calidad del Aire, que por estos días impulsan una agenda diversa y descentralizada por mejorar la calidad del aire, denominada ‘Días del Aire’.