El día que Mockus salió del closet (III)

El día que Mockus salió del closet (III)

A propósito de las anteriores entregas, ¿cómo es el armario de Petro?

Por: Edgar giraldo alzate
julio 05, 2018
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El día que Mockus salió del closet (III)
Foto: Leonel Cordero / Las2orillas

Es oscuro, lleno de vestidos pasados de moda que huelen a naftalina. Toda la ropa desentona y su boina roja de 10 bolívares se da patadas con sus zapatos de 5 millones de pesos.

Su vestimenta, o disfraz, si así prefiere usted, también refleja su desorden ideológico y su personalidad de altibajos. El discurso de la primera campaña es diferente al de la segunda y ambos son totalmente contrapuestos a los 12 mandamientos de Moisés Mockus.

Ver: El día que Mockus salió del clóset (II)

El primero consistió en envalentonar a las clases bajas y llenarlas de odio contra lo menos pobres, es decir la clase media. Esto a la larga se convirtió en un bumerang. La clase media ante la disyuntiva de perder su casa y su carrito a manos del castrochavismo se arrojó despavorida a los brazos de Uribe.

El segundo discurso fue aún más desafortunado, pues pretendió conquistar a la clase media, pero el daño ya estaba hecho. Nadie le creyó la estrategia, pues el lenguaje conciliador no cuadra con su temperamento intransigente y agresivo.

Es inconcebible que un marxista ateo, en la disyuntiva de captar las simpatías de una clase media católica y rezandera, no tenga la menor vergüenza en presentarse en un debate televisivo con un rosario enrollado en la mano derecha, la misma que disparaba su AK 47 contra los soldaditos de la patria. ¡Qué cinismo!

Por norma a los políticos son mentirosos, no se les puede creer porque casi siempre llevan tres vidas paralelas: la pública, la privada y la secreta.

La vida pública de servidor del estado sin tacha, manejada por una agencia de publicidad y que todos conocemos. Luego viene su vida privada, con una esposa maquilladísima y dos lipos, que efectúa costureros caritativos con sus amigas del té de las cuatro. Tiene unos hijos encantadores que han sido cuidadosamente entrenados para no embarrarla en público. Todos juntos son entrevistados “casualmente” por un periodista lambón antes de las elecciones.

Por último viene la vida secreta, que es un amor indestructible, profundo y eterno con un ingeniero, un cuñado urbanizador, un director de un ente estatal o constructor de puentes y carreteras invisibles, que siempre está dispuesto a hacerle un torcido.

Petro además, lleva una cuarta vida secreta estudiando marketing político, que se reduce básicamente a investigar qué quiere escuchar la gente y repetirlo luego desde un balcón. Es decir, oponerse al establishment (al cual él también pertenece) con un discurso emotivo.

Mientras Mockus tuvo una salida de closet más elaborada y paso a paso, Petro por el contrario hizo un cambio más abrupto pues se quitó la boina roja rojita, a escondidas, le abrió dos rotos y empezó a usarla de calzoncillos para que nadie la viera.

Por eso me quedo con el profe a pesar de sus movimientos involuntarios porque el hombre tiene “clase” y tiene un encanto natural difícil de disimular, aunque no sea bien parecido.

En cambio Petro quiere ser el Neymar de la política colombiana, pues juega bien al fútbol pero es más el tiempo que pasa en el piso quejándose. Al menor roce cae a la grama dando alaridos. La piedra que le cayó a su automóvil en Cúcuta era un explosivo que no explotó de puro milagro. Antes de conocer los resultados de las elecciones en la primera vuelta se la pasaba vociferando que se las robarían y había que salir a la calle a luchar para llegar al poder.

Y ese carácter neymaresco lo ha copiado sus seguidores que ya están siendo entrenados y tienen la estrategia preparada: Durante los próximos cuatros años de Duque en la presidencia tendremos manifestaciones de este ejército de “Las Plañideras” todos los días, en cada una de las ciudades y pueblos del país. Aún no saben porque van a protestar pero es necesario ir creando la sensibilización. Tendremos paperos, paneleros, cebolleros, pineros, camioneros y toda la fauna de “eros’ inimaginables bloqueando caminos y carreteras.

El genial Juan Rulfo tiene un pasaje conmovedor en el “Llano en llamas” […] Esta revolución la vamos a hacer con el dinero de los ricos. Ellos pagarán las armas y los gastos que cueste esta revolución que estamos haciendo, y aunque no tenemos por ahorita ninguna bandera por qué pelear, debemos apurarnos a amontonar dinero, para que cuando vengan las tropas del gobierno vean que somos poderosos […]

A falta de ideas propias, Petro ha desarrollado la habilidad para aprovecharse de trabajo de los demás. En la campaña se fue apoderando de las banderas ideológicas de la paz de De la Calle, del de la anti corrupción De Claudia y de las lágrimas de cocodrilo de las Farc. También adoptó el formato del discurso gaseoso de Fajardo y únicamente le faltó alborotar su cabello con gel, después del baño.

No todo es malo. Petro es un excelente comunicador, su fuerza está en las redes sociales y maneja un ejército de tuiteros al igual que Trump. (Los extremos se tocan), que se ve reforzado por un excelente discurso emocional en la plaza pública. ¿Qué quiere oír? ¡Venga a nosotros que aquí se lo decimos!

 

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