Estaba casado con Marta Dereix, la hija linda de la familia más tradicional de Montería. Con su porte atlético y sus dos metros de estatura, se ganaba todas las válidas de motocrós. Había viajado a estudiar en Estados Unidos, pero regresó porque para él no había nada más allá de las fincas de Córdoba, su tierra. Uno de sus mejores amigos era el mayor Walter Frattini Lobaccio. Cuando los secuestros y las extorsiones de las Farc empezaron a ser pan de cada día para los ganaderos de la zona, decidieron organizarse, armarse y defenderse. A Frattini lo mataron en una emboscada.
Cuenta la leyenda que lo torturaron y Mancuso, como un vengador, se radicalizó, se puso un camuflado, se armó, les pidió plata a los ganaderos, 2.000 pesos de la época por hectárea, y formó una máquina de guerra al asociarse con otros tres fanáticos anticomunistas: Vicente, Fidel y Carlos Castaño. Las Autodefensas Unidas de Colombia se habían fundado.
En 1995, Mancuso estaba al frente de la Cooperativa de Vigilancia y Seguridad privada llamada Nuevo Horizonte. No eran delincuentes, estaban cobijados por la Ley, eran una Convivir. Esa fue la semilla del primer grupo armado que acompañó a Mancuso, conocido como el Bloque Córdoba.
Se fueron haciendo fuertes y querían expandir sus tentáculos mucho más allá del Departamento de Córdoba. Llegaron a Sucre, Cesar, el sur de Bolívar, tierras dominadas por Martín Caballero, hombre fuerte de las Farc.
En 1997 ya habían llegado hasta el Magdalena y los paramilitares estaban aliados con familias influyentes política y económicamente como los Gnecco.
Por ahí hasta el año 2000, Mancuso y sus fuerzas podían decir que existían para repeler a las guerrillas, pero a partir de ese año, sus métodos empezaron a cambiar. Las masacres de La Gabarra, en donde torturaron, despedazaron y desaparecieron en el río Catatumbo a decenas de personas y el horror que cometieron en El Salado, sur de Córdoba, fueron una muestra clara de esta transformación.
Así empezó a salir el monstruo. Al llegar a Catatumbo, consolidaron una ruta de la cocaína porque el ejército conformado con más de 3.000 hombres no se mantenía sólo con los aportes de los ganaderos.
Entre 1996 y 2004, Salvatore Mancuso exportó a Estados Unidos y otros 8 países de Europa 119 toneladas de cocaína, una cifra que lo acercó a los carteles de la droga que él tanto dijo despreciar y esa danza de coca provocó luchas internas.
Carlos Castaño, -ex socio de Pablo Escobar en la época dorada del Cartel de Medellín-, empeñado en que las AUC fuera reconocido como un movimiento político en donde él pudiera tener perfil presidenciable, estaba empeñado en desmontar el negocio y por eso lo mataron.
Los años en los que Mancuso se creía el rey del mundo
Los otros países, además de Estados Unidos, a donde Mancuso llevó coca fueron Haití, República Dominicana, Puerto Rico, México, Honduras y Guatemala. El hombre que asesoró a los paramilitares para montar sus laboratorios de cocaína en Córdoba, era nadie más y nadie menos que el hermano menor del Clan Ochoa, Fabio, el rebelde, él único de estos hermanos, hijos de un afamado caballista de Medellín, que aún paga cárcel por sus crímenes en Estados Unidos.
Los otros centros de refinamiento que tenían los paramilitares de Mancuso estaban en el Cesar, en el municipio de Pailitas, a cargo del temible comandante Omega, quien también tendría casas de pique en zonas aledañas a Tibú, Norte de Santander, y Ramiro Vanoy, mejor conocido como Cuco Vanoy, quien también sería extraditado a los Estados Unidos, tenía un centro de procesamiento de alta pureza de cocaína en la caucana (, nordeste antioqueño.
Los envíos de coca a los Estados Unidos se hacían a través del Golfo de Morrosquillo en Urabá y La Guajira. El hombre que coordinaba esos envíos dentro de la organización era Orlando Henao.
Paralelo a esto, Mancuso compraba armas y organizaba esas compras a través de temibles traficantes internacionales que le enviaban el armamento desde Bulgaria. Por lo menos 10 mil armas llegaron a entrar entre los años 1996 y 2004 por el puerto de Buenaventura.
Mancuso pagó cerca de veinte años por estos delitos en Estados Unidos. Desesperado por su libertad, le ha planteado a la JEP la posibilidad de ser aceptado. Este 2 de noviembre, de manera reservada, se reunirá con el alto tribunal y ellos decidirán si aceptan o no al comandante paramilitar que se volvió capo de la mafia.