A Juanes los metaleros no le perdonan la traición. A mediados de los noventa, con Ekhymosis, eran la aplanadora del Rock en Colombia. Después vino Niño Gigante y los paisas mostraron que eran unos músicos exuberantes. La balada Solo era metal en estado puro y aun así fue número 1 en toda Latinoamérica. El rock pesado también podía ser taquillero.
Y a Juanes le pareció genial torcer el camino y experimentar, ir más allá de su religión metalera y fundirse en ritmos de su tierra. Mi sangre fue un álbum redondo, un clásico que, 20 años después de su lanzamiento, no ha envejecido un solo día. Canciones como La camisa negra, escrita por Octavio Mesa, era música cantinera del siglo XXI, la música de su tierra. Juanes no estaba traicionando a nadie.
A sus 49 años el paisa ha obtenido la libertad para hacer lo que quiera. En Origen Juanes es puro rock en español y le hace homenajes a uno de sus ídolos, el Fito Paez de El amor después del amor, conectando a las nueva generaciones con la música celestial del argentino. Metallica incluso lo llamó para que hiciera parte de su nuevo disco. Juanes reverdece a pesar de que las emisoras prefieran el reggaetón a la armonía y la complejidad de la música de verdad, la que no se hace en un laboratorio como si fuera una fórmula.
Contrario a los anquilosados y radicales metaleros colombianos Metallica, como un vampiro sabio, ha sabido adaptarse a los tiempos que le tocan vivir. James Hetfield le regaló una guitarra y Juanes la puso a sonar de manera furiosa en el Rock al Parque del 2018.
Si existe una canción difícil de interpretar es el clásico Seek and destroy. Era una noche fría de lunes festivo y Juanes era el señalado para cerrar esa edición. Había escepticismo, “Juanes no es ningún rockero” decían. Y entonces la guitarra rugió y la fuerza de uno de los más grandes rockeros que han pisado esta tierra, se hizo presente en el escenario principal del parque Simón Bolivar.
Esto no se nos va a olvidar nunca: