A raíz del artículo que escribí sobre el retiro de Juan Gossain varias personas que lo conocen me llamaron a decirme sobre las cosas que olvidé, porque no sabía, por pereza, en la nota. Mi gran maestro Guillermo Angulo, el último de los amigos vivos –que lo conocieron de joven- a Gabriel García Márquez y que sabe todos los entresijos del periodista me contó varias infidencias. Una de ellas es que se burla de sí mismo hasta decir que está maldito, que él tiene nombre de hotel: Goza Inn.
Angulo, último de los fotógrafos de la vieja escuela, me dio un retrato absoluto de su rebeldía. En RCN, propiedad del grupo Ardila Lulle, estaba completamente prohibido tomar coca-cola. La única gaseosa que se vende son los productos Postobon, y está prohibido tomar cualquier otra gaseosa, sobre todo la archirrival de Pepsi, Coca-Cola. Llegó la hora del almuerzo y don Juan quería tomarse un refresco con el sándwich que iba a comer. El almuerzo era con el duro de la compañía, Carlos Ardila Lulle. Gossaín pidió una Coca-Cola. En susurros le dijeron al periodista
-Eso no le gusta a Don Carlos, usted no puede pedir una coca-cola.
Poniendo la voz lo más grabe posible, desafiante, el de Santa Rosa de Osos espetó:
-Entonces tráiganme dos coca-colas.
Carlos Ardila, tan inflexible, soltó la carcajada y obviamente le trajeron las dos cocas a Juan. En RCN nadie podría haberle dicho que no al máximo jerarca del conglomerado. Sólo Juan, el escritor convertido en periodista, el que descubrió don Guillermo Cano en Santa Rosa de Osos, el íntimo amigo de García Márquez, el que era capaz de colgarle a Alvaro Uribe cuando, con su voz en grito, daba órdenes.