René Orlando Houseman es un jugador de carne y hueso aunque a veces parezca un superhéroe. Para Carlos Babington, ícono de Huracán, ese hombre nacido en Santiago del Estero era comparable al ‘pibe de oro’. Villero de corazón, el ‘Loco’ Houseman llegó a Buenos Aires con su familia y creció en una villa del bajo Belgrano, a la que siempre regresó, incluso habiendo ganado el primer título mundial de Argentina en 1978.
Fue en los potreros de la villa que conoció la guapura y la bebida. Allí se hizo hombre, como muchos, como Diego, como ‘Carlitos’, como el ‘Kun’. A sus 18 años, en 1973, debutó de la mano de César Luis Menotti en la primera de Huracán. El ‘Flaco’, ese mismo día, aseguró al finalizar el partido que “ese flaquito desgarbado que ustedes vieron hoy va a ser figura del fútbol argentino”. A Houseman se lo considera como uno de los mejores extremos derechos de la historia de ese fútbol, junto a Corbatta, quien se puso la del ‘Poderoso’ Deportivo Independiente Medellín. Se dice que a Houseman Menotti lo describió como “una mezcla de Maradona y Garrincha”, mientras que Babington le señaló como “el jugador más talentoso de todos”. A esta colección de elogios se sumó el que recibió del ‘Gitano’ Miguel Ángel Juárez: “Para mí nunca existió un jugador del estilo de Houseman. Pelé, con todo su talento, no es capaz de inventar en velocidad como René. Es el único que gambetea en el aire, sin tocar el piso. Aún admirando a Pelé, René es más dotado, más loco, más genial, más inventor con la pelota”. No se trata de un jugador cualquiera, se trata de un jugador de élite mundial, un verdadero artista.
Aún así, no es simplemente esto lo que se puede recordar al nombrar al ‘Loco’ Houseman, quien es parte de la historia del fútbol grande de Argentina por haber conformado el grupo de los 23 hombres que dieron a Argentina el mundial de 1978 y también por haber sido parte del plantel que ha dado el único torneo argentino al ‘Globo’ de Parque Patricios en 1973. La poesía se recita de esta manera: Roganti, Chabay, Buglione, Basile, Carrascosa, Brindisi, Russo, Babington, el ‘Loco’ Houseman, Avallay y Larrosa. Es el equipo de Huracán que tiene un lugar especial para el hincha junto al de los ángeles de Cappa.
Homenaje al 'Loco' Houseman, dicen que fue mejor que Maradona
En la década del 70, tan importante para el fútbol moderno, no existían máquinas de fútbol como Cristiano Ronaldo o Radamel Falcao, de quienes se dice piensan todo el tiempo en el deporte. El fútbol en ese entonces seguía siendo un juego barrial y sucio, un espectáculo proletario. No consistía en los espectáculos grandes y pomposos de hoy. No se movía la cantidad de dinero e intereses que se mueven hoy en día. El fútbol de ese tiempo tenía un gusto a amateurismo que a haría a cualquier romántico añorar esa época. No es que el fútbol haya dejado de ser un juego, pero cada día lo parece menos. Hoy se habla y se alaba el profesionalismo de los futbolistas profesionales. Se señala que únicamente a través de una disciplina férrea es posible triunfar en el fútbol. A los jugadores se los condena por dedicarse a la vida bohemia, por dedicarse a sus amistades, a la bebida y la fiesta. Eso condenó al ‘Tino’, a ‘Dinho’, al ‘Pelusa’, al ‘Burrito’. Pero la historia del ‘Loco’ nos recuerda ese valor del juego, o para decirlo de otra manera, ese amateurismo que se cuela en los pasillos de los clubes profesionales.
Un día de 1973 o de 1977 Huracán jugaba un partido importante contra River en el Tomás Ducó. No está claro si la historia sucedió en el 73’ o el 77’, pero teniendo en cuenta que el entrenador de Huracán era Menotti, quien dirigió a la Selección Argentina del 74’ al 82’, lo más probable es que haya sucedió hacia comienzos y no hacia finales de la década del 70. Los recuerdos son borrosos. Sin embargo, así como al ‘Loco’ se lo recuerda por su exquisita y creativa manera de interpretar el fútbol, también es objeto de discusión su alocada y frenética vida privada. Como hace poco lo llamaron en un comercial argentino, de éste superhéroe se dice que salía por las noches de las concentraciones y se hacía el lesionado para que sus compañeros pudieran entrar y cobrar: en esos tiempos, si no jugabas, no cobrabas.
Aseguran que el ‘Loco’ sencillamente no soportaba las concentraciones y mucho menos pasarse las noches de los viernes y los sábados encerrado en un hotel. Cuentan que se escapaba para disputar partidos de barrio, pero también para salir de fiesta. En una de esas ocasiones dicen que se le fue la mano en un cumpleaños y regresó a la concentración en no muy buenas condiciones. Completamente borracho, para ser exactos, aunque la exactitud no sea lo más recurrente en esta historia, reconstruida por el ‘Loco’ Houseman tras una borrachera, tarea difícil y casi irrealizable. Sin embargo, si una cosa puede darse como hecho en el recuerdo de ese día, es que el ‘Loco’ llegó directamente al Tomás Ducó. Y lo hizo completamente borracho. En esa oportunidad, Huracán se enfrentaba a River Plate por la mañana y no por la tarde, como era habitual. A Houseman le dieron baños de agua fría y a la cancha. Jugó 40 minutos, le hizo un gol inolvidable a Fillol y se fue a casa a pasar los tragos. Horas más tarde, la borrachera se había borrado de su cabeza junto al golazo que había anotado.
Sobre la manera en que el fútbol ha cambiado a lo largo de los últimas décadas, César Luis Menotti, el mismo que hizo debutar a este superhéroe, decía que “el fútbol se lo robaron a la gente”. ¿Qué fútbol nos robaron? ¿Qué fútbol no aparece ya en las canchas de nuestro continente? No es descabellado pensar que en las palabras nostálgicas de Menotti hay una alusión al fútbol que desplegó ese flaquito desgarbado en una mañana de la década del 70, que él mismo no recuerda. No recordamos ese gol, no sabemos exactamente en qué fecha ocurrió. No sabemos cuál de tantos goles que el ‘Loco’ le marcó a River jugando para Huracán fue aquel en el que gambeteó a Merlo y a Perfumo, antes de patear a un costado mientras Fillol miraba el cielo de rodillas. El recuerdo es borroso, como el recuerdo del origen y del comienzo de cualquier cosa. No podemos reconstruir cuándo empezamos a hablar o cuándo empezamos a caminar. Es justamente lo que pasa con ese gol en los orígenes del fútbol moderno, en esa década del 70 que revolucionó la manera de jugar y comprender el deporte, cuando un muchachito ‘carasucia’ anotó un gol en el fútbol grande de Argentina completamente inconsciente.
Ahora, como las imágenes de los sueños, la imagen de Houseman borracho anotando un gol se nos aparece como algo de lo que no estamos completamente convencidos de su acontecer. Esta imagen, ocurrida en el momento en que el fútbol hacía el tránsito hacia convertirse uno de los negocios deportivos más importantes de la historia, aparece en su origen, en la raíz del fútbol moderno, casi como un mito que parece no haber ocurrido.
Sin embargo, quizá la mejor manera de retratar el origen del fútbol de hoy a partir del gol de Houseman podría ser a través de una metáfora de la infancia. Un escritor berlinés escribió que la manera en que nos damos cuenta de que ya no somos niños y nos hemos hecho adultos es cuando advertimos que no podemos hacer magia. Ciertamente, lo que sucedió ese día fue magia. Houseman entró a la cancha completamente borracho, marcó un gol y se fue. No se trata de un gol cualquiera, se trata de un gol salido de la realidad. Dejó en su camino a tres hombres-cerrojo: Fillol, Perfumo y Ártico, marcó un gol y se fue a su guarida a pasar los tragos de una noche inolvidable. Como muchos de nosotros, luego se levantó y no supo nunca cómo entró a casa.
En el fútbol de hoy ya no se puede hacer ese tipo de magia, o por lo menos este tipo de hechicera del potrero. arristiano, etc.- pero su magia no se origina en la picarde hechicertos es cuando nos damos cuenta que no podemosía de barrio. Por supuesto, hay verdaderos magos – Messi, Iniesta, Xavi, Cristiano Ronaldo – pero su magia no se origina en la picardía del potrero del jugador amateur que juega por amor llano y puro. El fútbol de hoy lo juegan profesionales, máquinas deportivas, no borrachitos pícaros. La sorpresa en el fútbol de hoy se educa, se practica, se profesionaliza. No eres nadie si bebes, si no vas a las concentraciones, si eres indisciplinado. No podemos hacer magia y ya lo aprendimos, no esa hechicería de barrio, no ese vudú de arrabal.
Por esto es que podemos pensar que aquello que nos robaron fueron esos recuerdos de infancia, que no son otra cosa que la picardía del amateur. La entrada al fútbol moderno está marcada por la eliminación de ese amateurismo, por la borradura del origen del juego. Si el fútbol es tan popular es porque hace algún tiempo cualquiera podría practicarlo en grande y porque no es necesario ser profesional para ser futbolista. Los románticos pensamos que antes el arrebato era total, que era completo y que la picardía era (y aunque no lo parezca todavía lo es hoy) lo fascinante del fútbol.
De Houseman se dice que llegaba y lo cambiaba todo. Su rebeldía no se reducía únicamente a una gambeta a un costado del área que lo dejaba sólo frente al arquero. Este ‘carasucia’ era rebelde en serio, y el fútbol, para él, era algo más que un deporte, era algo que tenía que ver con esa magia infantil que permite cosas increíbles, como ese gol de borrachín.
Ese día, el ‘Loco’ llegó a la cancha de Huracán para jugar, por el amor a la pelota, y como muchos de nosotros, se puso los cortos así fuera en las peores condiciones. “Me parece terrorífico que eso haya pasado. No habla bien de Houseman ni del cuerpo técnico”, dijo el ‘Pato Fillol’ después del partido. El mismo René, por su parte, contó tiempo más tarde que tras convertir el gol se hizo el lesionado, pidió el cambio y se fue directamente a casa a dormir la borrachera. Por esa simpleza, un recuerdo olvidado es ese partido de fútbol, y el gol, una borradura, una marca en la conciencia colectiva.